Luis María Linde tiene el perfil conciliador que suelen reunir los grandes hombres de la cultura. Hace siete años compatibilizaba su trabajo en el Banco de España con la escritura de títulos como el de “Don Pedro Girón Duque de Osuna. La Hegemonía Española en Europa a comienzos del XVII”, una obra considerada maestra por buena parte de los historiadores. Es persona de tertulia, sensata, muy culta y, sobre todo, profundamente conocedora de los asuntos monetarios y financieros que se cuecen a nivel internacional, donde acumula sobrada experiencia. Ha trabajado durante casi toda su carrera en el Banco de España, donde ha gestionado buena parte de las reformas derivadas de Basilea 1 y Basilea 2. También dejó su impronta en el Banco Interamericano de Desarrollo. Esto es lo que destacan de él sus amigos, entre quienes se encuentra el ministro Luis de Guindos, quien ha triunfado a la hora de convencer a Mariano Rajoy de que es la mejor elección para hablar de tú a tú con buena parte de los ministros de finanzas europeos y con el Fondo Monetario Internacional, de quien depende en última instancia el auxilio a los bancos españoles a través del FROB.
Linde es también el candidato más inocuo. Su nombre es valorado en los grandes bancos españoles, en la banca internacional, merece el respeto interno en el Banco de España y, por añadidura, ha sido arropado por todos los grupos parlamentarios sin excepción, que ayer se deshicieron en elogios hacia él en el Congreso. Ahora, a toro pasado, llueven las interpretaciones de lo que pudo haber sido y no fue. El nombramiento de Fernando Bécker, aseguran en el PP, hubiera sido leído en clave de amiguismo debido a su magnífica relación con el presidente. Y las opciones de José Manuel González Páramo, que nunca llegó a barajarse en Moncloa en serio, o de Antonio Sáenz de Vicuña, se hubieran interpretado como una imposición de Franfurt, es decir, como una señal de que España está intervenida hasta las cachas y de que el Gobierno habría respondido a la situación con total resignación. No ha sido el caso.
Las reservas, pues, no están vinculadas a Linde, sino a la subgobernadora propuesta por los socialistas. Soledad Núñez, ex directora general del Tesoro con los gobiernos de Zapatero, casada con el ex jefe de su Oficina Económica, Javier Vallés, reúne para el PP un perfil diametralmente opuesto al de Linde. Su valía profesional queda contrarrestada con su sectarismo político, pertenece a la llamada escuela de Minnesota, en la que también participó el ex ministro Miguel Sebastián y, sobre todo, puede invalidar la imagen de independencia del supervisor en una etapa tan convulsa como la que le va a tocar encarar en los próximos meses. Este es el parecer mayoritario recogido en el partido que apoya al Gobierno, donde todavía se baraja la esperanza, aunque sea remota, de poder frenar el nombramiento, cuya propuesta depende formalmente del gobernador.
Es fácil que este malestar en el PP no aflore en público porque dentro del Gobierno está habiendo a todos los niveles una llamada a la responsabilidad y a la prudencia en momento tan delicado. Se pretende presentar el tándem Linde-Núñez como una solución de consenso para no disparar más alarmas de las que son necesarias. Con lo que va diciendo en privado el todavía gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ya hay bastante. Ayer invitó a comer a los grupos parlamentarios en el Banco de España y les agasajó en su adiós con un picantón salteado con verduritas, cogote de merluza y flan casero. Como había portavoces de todos los colores, MAFO se mordió la lengua. Además, tenía al subgobernador Aríztegui como testigo y no quiso dar la nota. Pero insiste en querer cantar las cuarenta en el Congreso para defender su gestión. No quiere pasar a la posteridad sin lavar su penosa imagen. Los mismos que ayer se sentaron con él a la mesa y fueron educados, una hora después le pusieron de vuelta y media en la Comisión de Economía de la Cámara Baja. Todos coincidieron en que durante su mandato se especializó en lanzar monsergas que nada tenían que ver con el supervisor. Y, mientras tanto, la casa sin barrer. Pero eso ya es historia.
Resuelta la sucesión de MAFO, ahora lo que le preocupa de verdad al Gobierno, al margen del rescate bancario, es como gestionar el problema de Bankia en sus derivadas políticas y financieras. El PP quiere ganar tiempo sin levantar más ruido del necesario, pero su estrategia se ve dañada por la insistencia de la oposición, en algunos casos teatralizada con la boca pequeña, de que el caso se sustancie con luz y taquígrafos. Justamente lo que faltó ayer en la subcomisión donde compareció Aríztegui para dar cuenta de las ayudas públicas recibidas por las entidades intervenidas.
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