La densidad del humo convertía el ambiente en irrespirable. Los agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional trataban de reorganizarse ante las embestidas de grupos radicales, coordinados para reventar la protesta en la calle de Ferraz, lanzando adoquines y prendiendo fuego al mobiliario urbano en el corazón de Madrid. Una batalla campal que se saldó con una cuarentena de personas heridas, al menos seis detenidos... y que sacudió el tablero político: Pedro Sánchez, inmerso en plenas negociaciones con el independentismo por la futura ley de amnistía, asegura que "no quebrarán al PSOE" con episodios violentos.
El 'efecto llamada' de las anteriores protestas en Ferraz -y que se han extendido a todas las regiones de España- convertía este martes en una jornada crítica para los manifestantes, con informes previos que hacían temer la participación de grupos radicales. Ya en la víspera se habían registrado algunos incidentes, con cargas policiales y el uso de gases lacrimógenos para dispersar a los asistentes. Pero lo que se iba a vivir el martes superaba todas las previsiones
El comienzo de las protestas de este martes estuvo marcado por la confusión. Mientras Ferraz se convertía en un hervidero que congregaba a miles de personas -7.000 según la Delegación del Gobierno-, un grupo menos numeroso se dirigía hacia el Congreso de los Diputados, provocando cortes de tráfico en la Gran Vía. La Policía se vio obligada a derivar una parte de sus efectivos hacia esta nueva concentración, que finalmente se saldó sin mayores incidentes.
En la calle donde se ubica la sede del PSOE, no obstante, la tensión aumentaba de forma progresiva. Grupos de radicales perfectamente organizados fueron ocupando las primeras filas de las protestas. Una fila de vallas les separaba de los agentes de la UIP, conocidos como los antidisturbios, que desde las siete de la tarde ya llevaban puestos sus cascos de protección: señal inequívoca de que los acontecimientos amenazaban con derivar en altercados.
Los radicales comenzaron a cubrir sus rostros con pasamontañas y capuchas, todos ellos vestidos de negro para dificultar su identificación. Los insultos contra la Policía eran cada vez más recurrentes, intercalándolos con otras proclamas contra el Gobierno y la ley de amnistía. Los agentes de la UIP trataban de mediar para rebajar los ánimos, pero los encapuchados sólo respondían con más insultos, más gestos amenazantes, más patadas contra las vallas que componían el perímetro de seguridad.
Estalla la tensión
Al principio eran unos pocos objetos los que sobrevolaban la calle para impactar contra los agentes: huevos, botellas de cerveza o petardos. Pero esa lluvia de objetos comenzaba a arreciar a medida que los radicales aumentaban su desafío y encendían sus bengalas. Hasta que esa tensión acumulada terminó por estallar, reventando cualquier atisbo de protesta pacífica contra la amnistía, convirtiendo el cruce de las calles Ferraz y Marques de Urquijo en el escenario de una auténtica batalla campal.
Los enfrentamientos atravesaron algunos momentos críticos, con unos agentes que trataban de recomponer sus filas ante los ataques coordinados de los radicales, que les arrojaban toda clase de objetos contundentes. En el suelo se podían encontrar zapatos, abandonados por los asistentes a las protestas tras las cargas policiales. También una alfombra de cristales rotos y adoquines. En el aire se asentaba una densa nube, alimentada por las bengalas y las bombas de humo de los antidisturbios.
Los servicios de Emergencia atendieron a 39 personas por heridas; 29 de ellos, policías. De los cuatro trasladados al hospital, uno de ellos era agente de la UIP. Seis personas, cinco varones y una mujer, fueron detenidos por desórdenes públicos. Uno de ellos es menor de edad. La Policía Nacional sigue con las investigaciones y no se descartan nuevos arrestos.
Consecuencias políticas
Los disturbios no tardaron en prender la mecha política. "No quebrarán al PSOE", aseveró Pedro Sánchez a través de 'X' (antes llamada Twitter). Las algaradas tienen lugar en un momento en que el presidente del Gobierno en funciones negocia los últimos flecos con Carles Puigdemont para obtener el 'sí' de Junts en su investidura; conversaciones en las que la ley de amnistía es protagonista indiscutible, a pesar de las cada vez más numerosas protestas ciudadanas y de la oposición frontal de prácticamente la mitad del espectro político que compone el Congreso de los Diputados.
Así, Sánchez añadió en sus redes sociales que "no esperamos nada de quienes por acción u omisión apoyan el asedio a las casas del pueblo socialistas. Su silencio les retrata": "El avance social y la convivencia merecen la pena", apuntó, en defensa de la negociación por la ley de amnistía.
El Partido Popular, por su parte, mantuvo su mensaje contra la amnistía, pero condenó cualquier episodio violento que pudiera tener lugar en los disturbios. "El malestar social es responsabilidad de Pedro Sánchez, pero las protestas deben partir del respeto y ejemplaridad que faltó siempre al PSOE y sus socios", esgrimió el presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo. "No somos como ellos. Ni como la minoría que actúa igual". Por último, hizo un llamamiento a participar en las manifestaciones convocadas por el PP el próximo domingo: "Nos vemos el domingo 12 a las 12 en las plazas de toda España".
Fuentes policiales consultadas por Vozpópuli destacan que el estallido de esta batalla campal dificulta la celebración de nuevas protestas pacíficas en las inmediaciones de Ferraz, si bien entre los grupos radicales aún existe el ánimo de extender las algaradas en las próximas jornadas: "Ojalá haya más lío mañana", rezaba este martes un grupo de encapuchados que abandonaba la zona tras los disturbios.
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