La guerra de Ucrania, de un modo u otro, también se libra en España: 168.000 personas que huyen de la invasión han encontrado protección en nuestro país, la economía sufre las embestidas del conflicto y se han cerrado filas con los aliados de la OTAN y de la Unión Europea. Pero si hay un ámbito nacional en el que la guerra haya supuesto una sacudida de primer nivel es en las Fuerzas Armadas: más tropas en la frontera con Rusia, nuevos despliegues en el exterior, el envío de material armamentístico a Ucrania y el incremento exponencial del presupuesto de Defensa son algunas de las líneas que escriben este nuevo episodio de la Historia, donde lo militar adquiere un protagonismo sin precedentes.
“Ucrania va a ganar esta guerra” es una de las frases que más se repiten en los pasillos de la OTAN… y en los de Moncloa. El objetivo, compartido con otros aliados, pasa por ofrecer a Kiev una posición de poder frente a Moscú. Por el momento nadie se atreve a abordar el cómo y el cuándo se pondrá fin al conflicto, pero la realidad apunta que Ucrania sobrevive -y ha recuperado parte de los territorios invadidos- un año después de la ofensiva rusa; ese plan militar proyectado desde el Kremlin para alcanzar la capital en unos pocos días y que ya desangra al ejército de Vladimir Putin.
La resistencia ucraniana se basa, en una parte, en la dedicación total de un país -tanto en lo militar como en lo civil- por defender sus propios territorios. Y, por otra, en el material armamentístico que sus aliados envían a Kiev. Polonia se ha convertido en un país clave, toda vez que desde la seguridad de sus propias fronteras recibe todo el stock de los aliados y lo entrega por vía terrestre a Ucrania. ¿Cuál ha sido el papel de España en este proceso?
La respuesta no es precisa. España -con un Gobierno de coalición representado por un partido que se opone abiertamente al envío de material armamentístico- es uno de los pocos países de nuestro entorno que oculta qué elementos se han suministrado y en qué fechas. “Algunos Gobiernos son bastante opacos en su apoyo”, asevera el think tank alemán Kiel Institute for the World Economy, que monitoriza las entregas de armas de Occidente a Kiev, poniendo a nuestro país como ejemplo destacado de esa “opacidad”. Según la ministra de Defensa, Margarita Robles, la estrategia corresponde a no dar “ni una sola pista a Putin” de las fuerzas con las que cuenta Ucrania para enfrentarse a sus tropas.
Leopards, misiles, obuses y munición
Este miércoles, en comparecencia en el Congreso de los Diputados, la propia Robles aportó algunas cifras generales del apoyo militar de España a Ucrania, repartido en “54 transportes”, 42 por vía aérea, nueve por vías terrestres y tres en barco. Aún faltan por entregar los carros de combate Leopard, ya convertidos en un símbolo por el apoyo colectivo brindado por los aliados a petición del propio Zelenski: el fin del invierno recrudecerá el conflicto en tierra y los carros de combate están llamados a constituir uno de los principales elementos de combate y defensa.
Para atender esta petición, España ha puesto el foco en medio centenar de carros de combate Leopard 2A4 que permanecían almacenados y en desuso en una base militar de Zaragoza. Hace unos meses, la ministra Robles afirmó que se encontraban en un “estado lamentable”, pero tras coordinar el envío con otros socios, ya se trabaja en la recuperación de varias unidades para entregarlas a Kiev a la mayor brevedad posible. ¿Y cuántos se entregarán? En este caso la cifra tampoco es precisa: la titular de Defensa ha puesto seis unidades sobre el tapete, pero en su viaje relámpago a Ucrania Pedro Sánchez abrió las puertas a alcanzar la decena.
En cuanto al material ya suministrado, España ha facilitado a Ucrania cuantiosa munición pesada y de artillería -que ahora comienza a escasear entre ambos bandos-, una batería de misiles Aspide, lanzadores de misiles Hawk, misiles Mistral, armamento contracarro y obuses. También vehículos ligeros, ambulancias o blindados de transporte, así como 2.000 toneladas de gasolina o grupos electrógenos. Además, el Ejército se ha desempeñado en el acondicionamiento de uniformes de invierno, una reclamación expresa de Zelenski para afrontar la dureza de la estación, cascos y diversos equipos de protección.
Ucranianos en España
Pero no sólo se trata de enviar material armamentístico a Ucrania, sino también de brindar apoyo desde territorio nacional a los requerimientos planteados por Kiev: desde que estallase la guerra, 57 combatientes ucranianos han recibido -o aún lo hacen- tratamiento médico en España para recuperarse de sus heridas, tanto en el Hospital General de la Defensa de Zaragoza como en el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla de Madrid.
El centro neurálgico de la operación se ubica en el Toledo Training Coordination Centre, donde se instruyen a civiles con poca o nula experiencia en las destrezas básicas de la milicia
Asimismo se ha puesto en marcha una misión para instruir a los combatientes ucranianos que después se lanzan a las trincheras para enfrentarse a las tropas rusas. El centro neurálgico de la operación se ubica en el Toledo Training Coordination Centre, donde se instruyen a civiles con poca o nula experiencia en las destrezas básicas de la milicia, en módulos repartidos en ámbitos como el combate, tratamiento de heridos o explosivos, entre otros.
A ello hay que sumar los programas de formación especializados para militares con experiencia, para que tengan las capacidades suficientes en el manejo de los sistemas enviados, como las baterías de misiles o próximamente los carros de combate Leopard.
2.200 militares en 'zonas calientes'
¿Y el papel de las Fuerzas Armadas? Además de colaborar con las misiones de traslado de material y personal, así como sostener las labores de instrucción, los militares españoles han redoblado su presencia en ‘zonas calientes’, colaborando con la OTAN en despliegues de disuasión ante Rusia. Lo hacen por tierra, mar y aire, en una divisoria que discurre de norte a sur del flanco este de Europa. Actualmente, más de 2.200 efectivos se encuentran en estos escenarios.
En Letonia, el Ejército de Tierra se integra en un batallón de refuerzo avanzado de la OTAN, los despliegues que se constituyeron tras la invasión de Crimea de 2014 y que tienen por objetivo demostrar la fuerza militar de los aliados ante el creciente interés de Rusia en la región. Los efectivos españoles operan con fuerzas de otras naciones en maniobras conjuntas en las que, además de exhibir músculo, se fomenta la interoperabilidad de los diferentes contingentes.
La misión principal del Ejército de Tierra en Letonia orbita en torno a los carros de combate Leopard y los blindados Pizarro con los que llevan a cabo los ejercicios. Tras la invasión de Ucrania se aumentó el número de militares desde los 350 hasta los 600 que hay en la actualidad. Además se envió una batería de misiles Nasams para proteger la frontera de Letonia con Rusia.
Por su parte, el Ejército del Aire y del Espacio ha participado en diversas misiones de la OTAN para ejercer como policía aérea en diversos países próximos a Rusia, como lo son los bálticos. En numerosas ocasiones se las han tenido que ver con la incursión no autorizada de aviones militares rusos, identificándolos y acompañándolos más allá del espacio aéreo protegido.
Los cazas de combate españoles están ahora desplegados en Rumanía: ocho aviones F-18 del Ala 15, con un contingente de 130 efectivos que ejecutan todas las funciones de mantenimiento, logística, vigilancia y control de los destacamentos. A ellos hay que sumar el despliegue de un radar, también en Rumanía, del Grupo Móvil de Control Aéreo (GRUMOCA) con alrededor de 40 militares encargados de mantener la actividad del equipo.
En el ámbito marítimo, la Armada se encuentra en un momento especialmente exigente, en tanto que algunas de sus capacidades más destacadas están integradas en misiones o despliegues de la OTAN en zonas en las que también operan los buques rusos. Ese es el caso del mar báltico, donde la fragata Álvaro de Bazán, con una dotación aproximada de 200 hombres y mujeres, apoya a la Alianza en una misión de seguridad en la región.
Pero el principal escenario donde la Armada articula su fuerza es en el Mediterráneo. Recientemente se constituyó el Grupo Anfibio Aeronaval Dédalo 23 para participar en diversas maniobras con la OTAN en este espacio marítimo, que ha adquirido una relevancia -si cabe- aún mayor tras estallar la guerra.
Las capacidades son extensas: el submarino Tramontana (88 efectivos), el buque anfibio portaaeronaves Juan Carlos I (cerca de 300), la fragata Victoria (200), la fragata Blas de Lezo (150), los buques anfibios Galicia (190) y Castilla (195), así como el buque de aprovisionamiento de combate Cantabria (otros 165 efectivos). Las cifras de dotación son las facilitadas por la Armada en su página oficial, lo que permite aproximarse a la envergadura de este grupo anfibio, que además cuenta con cazas de combate Harrier de la Armada y diversos helicópteros.
Un esfuerzo militar en el exterior con escasos precedentes. Armas a Ucrania, más de 2.000 militares en zonas calientes, instrucción de combatientes en territorio nacional y la promesa de mantener la ayuda mientras la guerra no tenga fin. Algo que, por el momento, está lejos de ocurrir.
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