Ante una realidad cada ves más compleja, y concreta al tiempo que ambigua, los límites garantizan una libertad que no sería posible sin reglas. Hay quien dice que el veneno está en la dosis y algunos economistas sostienen que la tendencia a la hiperregulación ha degenerado en un problema de indefensión jurídica al que a menudo se ven sometidas tanto empresas como particulares. Es la paradoja de la indefensión jurídica. “Hacemos más leyes cuando las leyes no funcionan”. Es precisamente eso lo que expone el economista y catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, Benito Arruñada, en ‘La seguridad jurídica en España’, un voluminoso trabajo publicado este mes en la revista de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea).
El trabajo de Benito Arruñada alerta de la “progresiva erosión” de la seguridad que en teoría deberían que ofrecer las normas y del impacto que tiene en las empresas. Asumiendo que las instituciones judiciales determinan el funcionamiento de la economía de mercado, y que son estas las encargadas de garantizar y proteger “los derechos de propiedad y facilitar las transacciones económicas”, para Arruñada solo hay "dos opciones": "En una economía de mercado, podemos dejar que funcione con total libertad, o bien podemos regularla". Ninguna solución es perfecta. "Con total libertad, se producen fallos, y entonces tendemos a regularla... Pero al regularla a veces el remedio es peor que la enfermedad", expone, afanado en buscar con virtuosidad aristotélica un equilibrio entre "ese tira y afloja”.
Arruñada lleva años reflexionando sobre “cómo las instituciones judiciales pueden ayudar al desarrollo de la economía, de la empresa”. Por tanto, también “dificultan la situación cuando presentan disfunciones”. El trabajo de Arruñada "pone de relieve que la situación de las instituciones jurídicas y las leyes, lejos de mejorar, ha empeorado". Y que a su vez genera otros tantos inconvenientes hasta para los expertos en la materia: "Se sabe poco, pero un grave problema que tienen los operadores jurídicos es que no conocen cuál es la ley vigente”. Por ello, cree que "lo que falla es el aplicador de la ley".
La situación de las instituciones jurídicas y las leyes, lejos de mejorar, ha empeorado", advierte Benito Arruñada, que alerta de la indefensión jurídica que acarrea para las empresas
La causa de la inseguridad jurídica, dice, no es la tardanza con la que habitualmente se tramita cualquier procedimiento judicial. "El principal problema de la Justicia no es la lentitud... Es que es mala, y por eso es lenta", sostiene: "Las sentencias son a menudo imprevisibles, porque cada vez se litiga más, y es entonces la Justicia se atasca", explica sobre esa demora: "La creciente lentitud tampoco viene de la falta de medios, porque en España se han incrementado los medios en comparación con los países modélicos en este terreno”.
Dios y el idealismo legislativo
Aunque son variadas las razones que esgrime Arruñada para justificar su postura, considera que existe un problema de fondo: el “idealismo legislativo”. ”Tendemos a pensar que las leyes lo protegen todo... Ante cualquier problema, decidimos de hacer una ley, como si definiera la realidad", critica Benito Arruñada: "Es muy tentador para el ciudadano pensar que las cosas se solucionan por causa divina". Así, la responsabilidad de este cambio de paradigma no solo recaería en el poder legislativo, sino también en el individuo, que puede incurrir en "lo cómodo, el eslogan, la pancarta" al saberse víctima en cualquier litigio.
Es muy tentador para el ciudadano pensar que las cosas se solucionan por la causa divina", advierte Benito Arruñada
Del mismo modo que para este economista la ley no es la panacea para cualquier problema, tampoco ofrece soluciones absolutas. Pero lejos de claudicar y dejar de buscar una verdad suprema, aboga por conseguir "instrucciones razonables" y huir de "la visión maniquea" por la que "el acreedor es Goliat y es malo, y el deudor es David y es bueno". De lo contrario, alerta, habrá un riesgo añadido: "La creciente infantilización del consumidor". Ellos y nosotros. Los malos, los buenos. David contra Goliat.
La ley de David contra Goliat
El enfrentamiento bíblico del pequeño David contra el gran Goliat es para Benito Arruñada la metáfora que mejor representa otro de los grandes males del ordenamiento jurídico actual: el maniqueísmo con el que se redactan las leyes. "En cualquier relación contractual, hay al menos dos partes", explica: "Sin embargo, muchas de nuestras leyes presuponen que no hay dos partes, sino solo una". "Es entonces cuando estas leyes presuponen que hay un David y un Goliat, pues desnivelan el terreno de juego a favor de la parte que creen débil", lamenta Arruñada, para quien esta visión simple de los conflictos denota "una ingenuidad terrible”.
En cualquier relación contractual, hay al menos dos partes", apunta Arruñada, que denuncia la sustitución de esa concepción legislativa por un enfrentamiento entre David y Goliat
Además, considera que esa concepción del mercado acarrea una serie de problemas derivados que acabarían perjudicando a los demás “Davides". "Si tú sacas una ley de hipotecas que favorece mucho a los deudores, saldrán beneficiados los deudores presentes, pero esas ventajas las van a pagar con los deudores futuros, pues se encontrarán con que los bancos no les prestarán dinero… Los principales perjudicados son los 'Davides' porque sus costes van a incrementar costes”, argumenta antes de citar diversos ejemplos de "aparentes" conflictos verticales entre David y Goliat que según él no son tales: “Aparentemente, sí tenemos un David frente a un Goliat, pero qué interés tiene el Goliat de explotar a todos los 'Davides'”.
No digo que no haya abusos”, remarca el economista, insistiendo en que “el mercado puramente libre” tampoco es una opción sensata
"El individuo frente a la gran empresa parece estar en una situación de debilidad, pero hay que tener en cuenta que las grandes empresas están en competencia y es un contratante repetido”, esgrime Arruñada, convencido de que el éxito de una compañía pasa también por la fidelidad y la satisfacción del consumidor. Y asume que los hay más pícaros: “En esto de la información o desinformación, la gente decía que no sabía lo que firmaba o compraba cuando en realidad sí lo sabía”. “No digo que no haya abusos”, remarca, insistiendo en que “el mercado puramente libre” no es una opción sensata, razonable, que es lo que prepone el también colaborador de Vozpópuli.
Competencia frente a la inseguridad jurídica
La solución a esa inseguridad jurídica también pasa, afirma, por "asegurar que las empresas están en competencia, porque la competencia ayuda a que funcione mejor el mercado". También, reclama leyes estables, que no muten, no ya en función de la propia legislación, sino de la interpretación que se haga de la misma. "Disponemos de un sistema regulador al que, cuando no funciona, se le añaden más regulaciones", expone: "Si lo anterior no funcionaba, lo que añadimos es peor… Las leyes son un instrumento de ayuda, pero no la solución”.
Si lo anterior no funcionaba, lo que añadimos es peor… Las leyes son un instrumento de ayuda, pero no la solución”
“Por ley, la Justicia puede entrar en todo, pero hay ciertos casos en los que convendría que se abstuviera, porque no tiene ventaja alguna”, remarca Arruñada, quien a sus alumnos universitarios suele poner de ejemplo un viejo pleito que tuvo El Corte Inglés con un cliente. “Una señora compró una prenda de punto y le salieron bolitas, así es que después de haberlo usado, volvió para que se lo descambiaran”, relata, considerando que aquella mujer actuó como una consumida “oportunista”.
Si permites como empresa que todo el mundo pueda devolver todo, deja de ser viable la política de devoluciones”
Aquella señora decidió litigar contra El Corte Inglés ante su negativa a aceptar la devolución: “Le dieron la razón por el eslogan aquel de ‘si no está satisfecha, le devolvemos su dinero’…”. “El juez decidió hacer cumplir el eslogan de la campaña publicitaria, así es que el eslogan dejó de ser viable y quien salió perjudicado fue el cliente no oportunista al no poder tener acceso a esa garantía de devolución, que es muy valiosa”, insiste: “Como consumidor, si no hay devolución, compararás menos… Pero si permites como empresa que todo el mundo pueda devolver todo, deja de ser viable la política de devoluciones”, paradójicamente.
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