Laura Borràs no citó ni una sola vez a su predecesor en el cargo, Roger Torrent. La nueva presidenta del Parlament habló en su discurso en el pleno constitutivo de la Cámara catalana de recuperar la "dignidad y soberanía" pérdidas, en alusión a la legislatura pasada, donde el dirigente de ERC no quiso desobedecer los requerimientos del Tribunal Constitucional y, en consecuencia, Carles Puigdemont no fue investido a distancia, tal y como pedían desde Junts y la CUP.
El discurso de Borràs ha sentado muy mal en algunos sectores de ERC. Después de haber renunciado a su "vía amplia", que consistía en incorporar a En Comú Podem en puestos de gobernabilidad -ya fuera en la Mesa de la Cámara o en el Ejecutivo-, consideran que la líder de Junts ha enmendado su estrategia. Y todo ello a pocas semanas de que se conforme un nuevo Ejecutivo de coalición entre ambos partidos.
La dirigente de Junts se acordó de Carme Forcadell, expresidenta del Parlament cuando se aprobaron las llamadas 'leyes de desconexión 'del 6 y 7 de septiembre de 2017, y ha querido escenificar que, la nueva legislatura, deberá avanzar hacia la independencia de Cataluña. Marcando "un punto de inflexión", ha dicho. Es decir, superando la inacción de la pasada legislatura.
En ERC ven el olvido premeditado a Torrent como una desautorización en toda regla. Reivindican que, como fuerza ganadora del bloque independentista, su estrategia para avanzar en el plan rupturista debe imponerse a la que defienden desde Waterloo. Y que Borràs ha ido por libre.
La imputación de Borràs
Tanto los republicanos como la CUP culpan a Junts de haber llevado la negociación hasta el último minuto para que no pudieran echarse atrás. El caso de presunta corrupción que arrastra Borràs de su etapa como presidenta de la Institución de las Letras Catalanas suscitaba malestar en los dos partidos.
Aunque la CUP se anticipó a rechazar a Borràs -antes de que fuera la elegida por Junts- y ERC había amagado con que un imputado por corrupción nunca podría ser "candidato de ERC" a unos comicios, la jugada de Borràs ha funcionado. O se aceptaba su nombre o daban una oportunidad al PSC, en segunda vuelta, a hacerse con el órgano rector de la institución.
Su silencio hasta el último momento le ha permitido salir elegida como presidenta del Parlament, ya que ha evitado que se debatiera más extensamente sobre su idoneidad y que los anticapitalistas pudieran promover una campaña contra su nombramiento si se les dejaba margen para ello.
Escenificación antes de inhabilitación
La nueva presidenta de la Cámara autonómica ha quedado fuera del Ejecutivo, pero podrá marcar agenda propia. Sobre todo, cuando deba ir a declarar ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Esto, por un lado, tranquiliza al aparato convergente de Junts, que criticaban que Borràs no tenía el mejor perfil para encargarse de todos los asuntos que dependen de Vicepresidencia.
También para Pere Aragonès es un alivio no tenerla de 'número dos' en el Govern. El futuro presidente de la Generalitat se entiende mejor con otros perfiles, como el de Elsa Artadi o Damià Calvet, que priorizarán la gestión al activismo.
La cuestión que tanto en Junts como en ERC se preguntan es si el compromiso de Borràs expresado en su discurso de este viernes para que "los diputados no tengan más limitación que sus principios democráticos" y de evitar las "injerencias de otros poderes" en la "soberanía" del Parlament podrá llevarse a cabo.
Si finalmente es inhabilitada, su discurso de hoy será solo esto, palabras. Sin la posibilidad de ir acompañadas de una actuación congruente. Los tiempos de la justicia son lentos, pero también el de la actividad parlamentaria. ERC ya ha asumido que no está dispuesto a emprender desobediencias "estériles" y el mandato de Borràs podría tener fecha de caducidad.
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