El debate político sobre la independencia de Cataluña sólo tiene una traducción en lo económico: no habría ganadores sino distintos perdedores a distinta escala. Según los cálculos iniciales, a corto plazo cada catalán se empobrecería unos 7.800 euros y cada español perdería unos 5.000 euros anuales, al menos durante los primeros años del divorcio. Sólo a largo plazo, la perspectiva de recuperación económica podría reportar beneficios a la economía catalana.
Esa conclusión es uno de los dos únicos puntos en común que tienen tanto los análisis centralistas como los nacionalistas. El otro es que, en la actualidad, Cataluña paga más en impuestos de lo que recibe en inversiones del Estado.
Sin embargo, de esa segunda coincidencia han surgido todas las discrepancias. Ese saldo negativo es visto en Madrid como “solidaridad” (todas las regiones ricas pagan más que las pobres en todos los países) mientras que en Barcelona se considera como “déficit fiscal histórico”. Según las balanzas fiscales de la Generalitat, ese déficit asciende a unos 11.000 millones de euros anuales (el equivalente al 5,8% del PIB catalán).
Las cuentas de la independencia a corto plazo
La petición de independencia económicamente implicaría recibir nuevos fondos (los impuestos no se enviarían a España) pero también correr con nuevos gastos (los que ahora asume España así como los derivados de la formación de un nuevo Estado). El saldo final empobrecería tanto a Cataluña como a España a día de hoy.
PARA CATALUÑA: A corto plazo, disponer del 100% del IRPF, IVA, cotizaciones sociales y empresas públicas supondría engordar las arcas públicas catalanas con unos 40.000 millones de euros de nuevos ingresos. Sin embargo, a ese dinero habría que restar dos nuevos gastos que hasta ahora cubre el Estado Central: los relacionados con los llamados servicios públicos básicos (defensa, seguridad ciudadana, instituciones penitenciarias y política exterior, entre otros) y las llamadas políticas de promoción y protección social (pensiones, servicios sociales, Seguridad Social, etc.). Esos gastos ascienden a 39.000 millones.
Aunque en el pasado los beneficios de la independencia puedan haber sido mayores, el saldo a día de hoy es insignificante. Cataluña recibiría apenas 1.000 millones extraordinarios al año si se toman como base las cifras de 2009, cuando el dato del paro era del 15%. Con un paro del 22% en la actualidad y mayores gastos por desempleo, el saldo podría ser incluso negativo, según las cifras de la Fundación CotDem y la Universidad de Barcelona.
A esos análisis, los economistas opuestos a la independencia suman otros costes imprevistos. Si Cataluña no formara parte de la Unión Europea y debiera pagar aranceles para comerciar con España o incluso emitir su propia moneda, el shock económico sería todavía mayor.
El profesor de Economía aplicada, Mikel Buesa, estima que Cataluña (que exporta el 56,4% de sus bienes a España, un 23,9% a otros países de Europa y un 19,7% al resto del mundo, según los datos del Institut d’Estadística de Catalunya, Idescat) perdería acceso a su primer mercado y un comercio equivalente al tamaño de una cuarta parte de su economía (un 26,7% de su PIB). El saldo final significa que la riqueza per cápita de los catalanes saltaría de los 29.457 a los 21.592 euros anuales, con una renta similar –argumenta Buesa—a la de países como Grecia o Eslovenia.
PARA ESPAÑA: A corto plazo la independencia de Cataluña no sería mucho mejor. Para empezar, las regiones más pobres de España perderían esos 11.000 millones de euros anuales de “solidaridad catalana”, un gasto que el Estado Central debería detraer de sus propios recursos.
Pero, además, España perdería uno de sus grandes mercados ya que Cataluña “importa” del resto del país bienes por valor de casi 63.000 millones de euros anuales, según datos de Idescat. Un cierre similar al que experimentaría Cataluña, significaría que España perdería una cuota de mercado de unos 15.000 millones de euros cada año.
El tercer impacto para España sería el del denominado “efecto pobreza” que se deriva de recibir menos fondos y perder cuotas de mercado. La economía española menguaría un cuarto de su tamaño por la combinación de esas dos variables.
El saldo final significa que España, cuya renta per cápita ronda los 24.000 euros al año saltaría primero a los 23.541 sólo por restar a Cataluña (según los cálculos de CotDem y hasta los 19.000 tras sufrir ese “efecto pobreza”.
Las cuentas de la independencia a largo plazo
Tanto para España como para Cataluña, el saldo de la independencia significa un perjuicio en términos económicos a corto plazo. Sin embargo, los defensores de esa vía aseguran que, a largo plazo, ese shock se corregiría. Lo hace el economista Xavier Sala i Martin quien estima que la riqueza catalana podría quintuplicar a la actual si la autonomía se hubiera independizado ya en los 70 y hubiera dedicado esos impuestos perdidos a favorecer el desarrollo de sus infraestructuras y su educación.
El debate económico sólo deja perdedores tras la secesión. Sin embargo, apenas se ha podido escuchar frente al volumen de las consignas políticas a ambos lados de la discusión.
PARA UN DEBATE ECONÓMICO INFORMADO SOBRE LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA, ESTOS SON LOS TRES ESTUDIOS ECONÓMICOS DE REFERENCIA DE LECTURA OBLIGATORIA
- Mikel Blesa “La crisis de la España Fragmentada” Ediciones Encuentro
- Fundació CotDem “Viabilidad de Cataluña como Estado”
- Xavier Sala i Martín “Catalanismo abierto en el siglo XXI: la economía”
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