Es el momento estelar de Carles Puigdemont. Lleva siete años en la sombra, pero al fin sus proclamas de amnistía y autodeterminación han sido escuchadas con una hoja de ruta para Cataluña que ya nadie tenía en cuenta. Una forma de hacer política contra el Estado que ha sido la punta de lanza de Junts desde el 'procés' y que, cabe recordar, le ha mantenido en guerra con ERC hasta el punto de romper su coalición en el Govern de Cataluña el año pasado, tras consultar a su militancia, porque los de Junqueras no asumieron las tres líneas rojas que pedía su socio: la creación de una dirección estratégica del 'procés', coordinar los partidos en Madrid y que en la mesa de diálogo se hable de amnistía y autodeterminación.
Vuelta a primera línea: el golpe más duro a ERC
Ese momento fue clave para Junts, que afianzó su eje radical pivotado por Laura Borràs y Carles Puigdemont al frente de su 'Govern' en paralelo del Consell de la Republica frente a los sectores más afines a la antigua convergencia. Se erigió como el auténtico partido soberanista, aunque su influencia quedaba completamente dinamitada, más aún cuando Junqueras cocinaba la reforma de la sedición con Sánchez y la justicia hacía rendir cuentas a Borràs por el caso de corrupción en el que está involucrada. Ahora las tornas han cambiado. Su reunión esta semana con la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, fue la constatación de una cosa clave: la Mesa de Diálogo era cosa del pasado, con la urgencia de la investidura y el apoyo decisivo de los 7 diputados de Junts, ahora el de Waterloo pilota la negociación para Cataluña. Un golpe durísimo para ERC.
Aunque este cambio de paradigma también es muy arriesgado para Junts, y para Sánchez por supuesto. El PSOE da por sentada una hipotética amnistía, y desde los sectores del secesionismo lo celebran: "Es evidente que la amnistía que se pretende negociar, si prosperara, podría implicar el retorno de Puigdemont a la política catalana sin penas de prisión ni inhabilitación. De hecho, habilitaría a todos los actores principales del 'procés' a volver a la política institucional", afirma el análisis de un portal muy afín a la CUP. Entre los flecos de esta negociación, que vendrán tras la investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo y tras la resaca del 11-S, está precisamente el rol tan sensible que tendrían los huidos por el 1-O si regresan.
La encrucijada de Puigdemont en el 11-S
En estas semanas de arranque del curso político con el día de la sesión de investidura en la agenda, sin embargo, el papel que le toca asumir a Puigdemont está en juego con la Diada ya que se enfrenta a sus propios fantasmas, que denunciaban a toda costa la cultura 'pactista' de ERC con el PSOE. Los sectores más radicales del nacionalismo catalán, precisamente los mayores aliados del tándem Borràs-Puigdemont a lo largo de los últimos años, miran con recelo y prudencia las conversaciones de su 'president' con el Estado.
La posición de la misma Assamblea Nacional Catalana (ANC) es crítica con ese acercamiento e incluso sectores afines a los CDR se oponían a la amnistía: "Alertamos que no dejaremos que se engañe a la opinión pública presentando como positiva que se logre una amnistía negociada. Quieren hacernos creer que ciertas acciones de gracia serán grandes concesiones del Estado, cuando en realidad contribuirían a resolver problemas suyos, del Estado". Y añaden en un comunicado del pasado 4 de septiembre: "Esta estrategia no supondría una revitalizan de la movilización, que era la justificación que los agentes impulsores nos daban. El tiempo nos ha dado la razón, la reivindicación de la amnistía se ha percibido como un elemento más de desactivación del conflicto y, por tanto. de la calle". "Insistimos, el conflicto está abierto y hace falta activarlo, no anestesiarlo".
Este lunes, Día de Cataluña, los aliados de la calle de Puigdemont, los que le validan como portavoz del 'auténtico' independentismo, saldrán a la calle para reivindicar la legitimidad del referéndum del 1-O y denunciar la 'represión' del Estado. Tanto Omnium, como el Consell Per La Republica, Debat Constituient, la Asociació de Municipis per la Independencia, Acció Per La República, CDR, Catalanas Per la Independencia. Los mismos que desacreditaron a Junqueres llamándole 'botifler'* durante la cumbre hispano-francesa en Barcelona con Macron en enero de este año, salen a la calle este 11-S mientras Puigdemont mantiene conversaciones de primer nivel con Moncloa.
Es por eso que el líder de Junts después de esta Diada deberá convencer, aún más todavía, de que el fin de cualquier movimiento es la instauración de la República Catalana. De lo contrario, como ya le ocurrió a ERC, el peor enemigo está en casa y es el que se vuelve en tu contra. Algo parecido ya le ha pasado recientemente a Puigdemont quien, después de las elecciones, decidió disolver la cámara del Consell de la República para su reforma. Recibió un duro comunicado de disidentes, que le criticaron por haberlo hecho de una manera "prepotente y española".
*Botifler es una forma despectiva de llamar traidor a un catalán por sus afinidades con el españolismo y tiene sus raíces en la Guerra de Sucesión española, porque así se les llamaba a los afines a Felipe V.
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