De carácter afable y dilatada experiencia, la hasta este viernes delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera, ha sido en los últimos años la encargada de plasmar en el día a día el deshielo con la Generalitat, en una etapa posterior al artículo 155 marcada por el diálogo, pero en la que también ha tenido que lidiar con episodios de tensión, como las protestas tras la sentencia del Procés.
Cunillera ha comunicado este viernes al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, su voluntad de dejar el cargo, en una carta en la que razona que la situación en Cataluña "ha mejorado considerablemente" desde que tomara posesión en junio de 2018, y que el Ejecutivo central está cumpliendo sus compromisos con la ciudadanía. "He intentado cumplir el encargo recibido, por lo que ha llegado el momento de dejar mi puesto", ha señalado.
Tres años y medio han pasado desde que Teresa Cunillera i Mestres, nacida en Bell-lloc d'Urgell (Lleida) en 1951, relevara al popular Enric Millo al frente de un cargo que tuvo un especial protagonismo político y mediático en pleno conflicto independentista, sobre todo durante la aplicación del artículo 155 de la Constitución por parte del Gobierno de Mariano Rajoy.
La llegada de Cunillera al Palau Montaner -sede de la Delegación en Barcelona- el 15 de junio de 2018 se producía dos semanas después de la investidura como presidente de Pedro Sánchez, quien se marcó como objetivo restablecer las relaciones entre la Moncloa y el Palau de la Generalitat y desinflamar el conflicto soberanista.
Para ese objetivo, Sánchez eligió como rostro del Gobierno en Cataluña a una persona de absoluta fidelidad a él y al líder del PSC, Miquel Iceta: además de ser una de las diputadas que defendió el "no es no" a la investidura de Rajoy, Cunillera formó parte en 2014 del equipo de confianza de Sánchez para coordinar por aquel entonces su candidatura a la Secretaría General del PSOE.
Sánchez la elegió por su trayectoria y experiencia, su conocimiento de los engranajes del Congreso y su influencia en el grupo parlamentario socialista, avalada por sus 23 años como diputada en el Congreso, donde fue vicepresidenta primera y, gracias a su perfil moderado, se ganó el respeto del PSOE y de las bancadas rivales.
Pero la cordialidad que Cunillera exhibe en su portada también esconde en páginas interiores un carácter duro, a veces también hacia sus propios colaboradores más directos, y una personalidad férrea para actuar decididamente en situaciones críticas.
Elegida por Miquel Iceta para la gestora del PSC
Es por ello que Miquel Iceta la eligió para presidir la comisión gestora en el PSC de la agrupación local de Lleida tras la guerra interna entre sus dirigentes; y también por ello el entonces líder del PSC la designó en 2017 para ser la representante de los socialistas catalanes en la comisión gestora del PSOE, con el objetivo de recoser las relaciones entonces prácticamente rotas entre ambos partidos.
Esa dualidad de carácter ha sido clave para convertirse en la delegada que ha escenificado el deshielo con la Generalitat, como cuando apenas pasado un mes de su designación se reunión por primera vez con el entonces president Quim Torra para buscar "acuerdos y colaboración"; o cuando en la Diada del 11 de septiembre de ese mismo 2018 acudió junto a Torra a realizar la ofrenda floral a la tumba de Rafael Casanova en Sant Boi de Llobregat (Barcelona).
Pero también ha tenido que lidiar con escenarios delicados, como la reciente pandemia de coronavirus, o de máxima tensión, como las protestas tras las condenas de cárcel a los líderes independentistas, que desembocaron en disturbios y enfrentamientos entre manifestantes y policía en Cataluña, especialmente en las calles de Barcelona, con lugares como el aeropuerto o la Plaza Urquinaona convertidos en campos de batalla.
También vivió la inhabilitación del propio Torra como presidente por no haber retirado la pancarta sobre los presos y los lazos amarillos del Palau; y fue la encargada de rebajar la tensión con los Mossos d'Esquadra y la Generalitat en 2019, tras un acto de la Guardia Civil en el cuartel de Sant Andreu de la Barca, cuando los representantes de la policía autonómica abandonaron el acto indignados por los discursos.
Foco de críticas de PP y Ciudadanos
Pese a su discreción, Cunillera también ha sido foco de duras críticas de PP y Ciudadanos. En 2018, antes de producirse las condenas del Procés, ella ya se mostró partidaria de indultar a los líderes independentistas, postura que finalmente acabó tomando el propio Ejecutivo de Pedro Sánchez tres años después.
Su última aparición ante los medios fue hace dos días, cuando fue la primera representante del Gobierno en responder de forma clara a las insinuaciones del excomisario José Manuel Villarejo sobre una supuesta vinculación del CNI con los atentados de Barcelona y Cambrils de 2017. De nuevo sacó su versión más directa para criticar las "ganas de liarla" de Villarejo y acusarle de no tener "credibilidad".
Cunillera estudió Peritaje Mercantil y, tras aprobar oposiciones, ingresó en 1973 como funcionaria en la Administración del Estado. En 1975 se incorporó a Convergencia Socialista de Cataluña para pasar tres años más tarde al Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC-PSOE).
Se estrenó a los 31 años como diputada en el Congreso, cuando fue elegida diputada socialista por Lleida en la segunda legislatura que arrancó en 1982. Después, entre 1988 y 1993, durante el Gobierno de Felipe González, fue nombrada directora del Gabinete del ministro de Relaciones con las Cortes y, posteriormente, entre 1993 y 1996 fue asesora en el Gabinete de la Presidencia.
Regresó a la Cámara Baja en 1996 como cabeza de lista por Lleida y fue diputada de forma ininterrumpida durante cinco legislaturas, hasta 2015, una trayectoria en la que llegó a ser vicepresidenta primera del Congreso (2008-2011) y secretaria tercera (2011-2015), y posee Galardonada con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar y de la Encomienda de Isabel la Católica.
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