Cataluña

Elna, el santuario francés de Puigdemont en el que se fraguó el 1-O

Situada a pocos kilómetros de la frontera española, la localidad escogida por el prófugo para confirmar su previsible candidatura a la Generalitat está gobernada por un alcalde apellidado Garcia (así, sin tilde) y en ella se imprimieron siete millones de papeletas destinadas al referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017

Elna, de apenas 7.500 habitantes, se sitúa al este de Occitania, en concreto en el departamento francés de los Pirineos Orientales, que incluye el territorio del Rosellón, la mitificada Catalunya Nord en el imaginario independentista. El departamento galo, donde, como en otras zonas rurales del país, la extrema derecha de Marine Le Pen ha arraigado en las últimas convocatorias electorales, mantiene lazos históricos con Cataluña que el independentismo ha venido renovando hasta convertir algunos de sus lugares en parte de la infraestructura exterior de Carles Puigdemont, antes y después de que abandonara España oculto en el maletero de un coche.

Elna es el principal de ellos, tanto que el expresidente catalán ha escogido el ayuntamiento de la localidad para pronunciar, la tarde de este jueves, una conferencia en la que se espera que confirme su intención de presentarse como candidato de Junts a la presidencia de la Generalitat con vistas a los comicios catalanes del próximo 12 de mayo. De hecho, el alcalde de Elna, Nicolas Garcia, del Partido Comunista Francés, promueve un indisimulado catalanismo que incluye el uso 'oficial' del catalán en un país en que el francés es el único idioma con ese marchamo. De hecho, Garcia ha tenido que responder alguna vez ante los tribunales por su empecinamiento en el empleo de la lengua catalana durante los plenos municipales en el Consistorio.

Un duplicado por si las moscas

La elección de este punto que se asoma a España no es, por tanto, casual: Elna fue el centro logístico de la organización clandestina del referéndum ilegal del 1-O. Desde una imprenta del municipio, propiedad de un hijo de catalanes llamado Bruno Salvador, fueron suministradas siete millones de papeletas destinadas a una consulta que tensionó como pocas veces las costuras del Estado de Derecho. En realidad, la remesa fue un duplicado de las impresas en varios puntos de Cataluña: se trataba de contar con una alternativa en caso de que estas últimas fueran interceptadas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como ya ocurrió a este lado de la frontera semanas antes de la fecha de la convocatoria.

También las urnas utilizadas en aquella infausta pantomima del 1 de octubre de 2017 permanecieron ocultas en un almacén próximo al pueblo.

Caravana de campaña para un prófugo

En los últimos años, el llamado Consell de la República que preside el propio Puigdemont ha celebrado varias de sus reuniones en el municipio y previsiblemente estos parajes de Occitania serán profusamente frecuentados por el presumible candidato durante la campaña electoral del 12-M.

El sesgo en la más pura tradición historiográfica del soberanismo, en la que la parcialidad siempre gana al rigor, quiere identificar Elna como un bastión que resistió hasta la heroicidad las acometidas borbónicas durante el convulso siglo XVIII, para asimilar posteriormente el enclave a un foco libertad en medio de la Francia ocupada por los nazis y, poco antes, situarlo como meta volante para el exilio republicano tras la Guerra Civil española.

Mucho tiempo atrás, en el año 350, Elna, cuyo topónimo deriva de Helena, el nombre de la madre del emperador Constantino, fue la escena de un crimen egregio: el asesinato de otro emperador romano, Constante, por orden del usurpador Magnencio. Sí, un usurpador.

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