Cataluña

ERC da por perdida la Generalitat y se abrirá a una ‘guerra civil’ si baja más de cinco escaños

Sectores de ERC ven inevitable que el partido de Junqueras y Aragonès entre en ebullición con un debate interno para renovar liderazgos

Empresarios afines al separatismo y conocedores de la atmósfera que se vive en la Generalitat, y por tanto en ERC, manejan a priori escenarios muy dispares sobre las elecciones catalanas, pero con una conclusión común bastante extendida: Pere Aragonès tendrá prácticamente imposible reeditar la presidencia del Govern catalán. Más aún, esas fuentes hacen hincapié en los esfuerzos a la desesperada que ha hecho Aragonès en los distintos debates electorales celebrados frente al candidato socialista, Salvador Illa, consciente de que muchos sondeos apuntan a que una parte relevante del voto de ERC se fugará al PSC. Si a eso se une el ‘blanqueamiento’ que la patronal Foment del Treball lleva meses haciendo a Junts, y en especial el acercamiento a Carles Puigdemont, viaje incluido de su cúpula directiva a Francia, la desolación en ERC empieza a ser llamativa, aun cuando ni siquiera se ha votado. 

No es ninguna novedad que el escenario político en Cataluña promete ser laberíntico e incierto. Y que la política de vetos mutuos entre partidos y candidatos puede abocar a la celebración de unas nuevas elecciones en otoño. Sin embargo, sí es novedoso el cálculo que ya hacen desde segmentos empresariales vinculados a ERC: si Esquerra pierde todas las opciones de gobernar, como parece -las únicas alternativas que ofrecen las encuestas con un mínimo de verosimilitud son Carles Puigdemont o Salvador Illa-, y si además pierde más de cinco escaños, sectores de ERC prevén que el partido de Oriol Junqueras y Pere Aragonès entre en ebullición, en un debate interno para renovar liderazgos o, en el peor de los casos, en una ‘guerra civil’ de incierto resultado.

Una 'guerra civil' de incierto resultado

Desde la noche del 23 de julio del año pasado, fecha de las elecciones generales, el líder de Junts huido de la justicia ha acaparado todo el protagonismo negociador, y ha sabido capitalizar con éxito un rearme político de su partido, que estaba sumido en una profunda crisis de liderazgo, y bajo la percepción generalizada de que Puigdemont era ya un ‘outsider’ prácticamente ajeno a la política real, o de que Junts había perdido toda su influencia en la política nacional en favor de ERC, convertido en el socio de referencia de Pedro Sánchez. 

Sin embargo, el resultado de aquellas elecciones resultó demoledor para ERC. Los 874.859 votos y trece escaños que había obtenido en el Congreso en los comicios de 2019 se transformaron en 2023 en siete escaños y 466.020 votos. Un varapalo de magnitud que reflejó la pérdida de muchos votantes que recalaron en el PSC por aquello del “voto útil” que garantizase escaños a Sánchez e impidiese el acceso al poder de Núñez Feijóo. De hecho, el PSC pasó en de 794.666 votos hacía cuatro años a más de 1.200.000. 

ERC está rentabilizando menos su papel como icono del separatismo en beneficio de Puigdemont, y está siendo penalizado como socio de Sánchez por esa doble estrategia de que el PSOE se haya convertido en un partido proclive al soberanismo, y de que ERC se presente continuamente en el Congreso como una suerte de “socio sumiso” incapaz de poner la legislatura de Sánchez en ningún brete. El análisis de ese sector del empresariado es que ERC “ha perdido swing en la calle, ha perdido ‘racialidad’ o potencia separatista, y ha descuidado esa eterna capacidad de liderar el independentismo puro en el Congreso sin que nadie le hiciese sombra. Puigdemont le ha robado el 80% de eso, y el PSC el otro 20”.

Otras vías

El diagnóstico ”laberíntico” que se maneja desde otro ámbito, el de la sociedad civil representada en Societat Civil Catalana, no es muy diferente. Una mayoría constitucionalista es imposible porque el PSC no pactaría con el PP ni con Vox aun en el improbable supuesto de que consiguiesen sumar escaños suficientes. Además, el PSC necesitaría a los Comunes en ese magma extraño, y objetivamente antinatura. Por tanto, lo descartan. A su vez, si Illa gana los comicios y decidiese pactar con Puigdemont -una decisión de Sánchez, que no del candidato socialista-, el líder de Junts exigiría ser presidente de la Generalitat porque no contempla otra alternativa. Y a su vez, si Illa pudiese pactar un tripartito con ERC y los Comunes, Aragonès perdería la presidencia en cualquier caso… y Puigdemont con toda probabilidad dejaría caer a Sánchez. Así lo ha sugerido durante esta campaña.

La alternativa puramente independentista, que se materializaría con la reedición de un Gobierno entre Junts y ERC, y aún suponiendo que quedasen en empate técnico, tampoco se percibe muy viable ni entre parte del empresariado afín al separatismo ni entre la sociedad civil. Ese experimento fracasó en la pasada legislatura, y Junts rompió con Aragonés, que además previsiblemente será castigado por su gestión del día a día más allá de la cuestión puramente identitaria.

La guerra entre Junts y ERC es total, hay demasiadas facturas personales pendientes al cobro, especialmente entre Junqueras y Puigdemont, y si esa fuese la fórmula factible, lo probable sería una repetición electoral. En cualquier caso, el escenario para ERC apunta a ser convulso internamente, con un previsible cuestionamiento de liderazgos, y con ‘cuadros’ del partido que desde hace meses, sin peso ni poder aún, vienen alentando la idea de una renovación profunda, una actualización de sus mensajes, y un distanciamiento de Sánchez, que es en gran medida el causante de su ‘sangría’ de votos. 

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