Alberto Núñez Feijóo se resiste a consolidar el liderazgo de Alejandro Fernández, el más díscolo de sus presidentes territoriales, al frente del PP catalán. Ni siquiera tras el notable resultado cosechado el pasado 12 de mayo –en el que los populares quintuplicaron sus pírricos tres escaños de 2021 y escalaron hasta los 15 diputados en el Parlament de Cataluña, cuarto puesto– el líder de la formación se anima a convocar uno de los pocos congresos autonómicos que le faltan desde que llegó al mascarón de proa del partido, en abril de 2022. "No hay urgencia", dicen en Génova. "Nos da que esto va para largo", asienten desde Urgel, cuartel general de los populares catalanes. "Puede que busquen una tercera vía a Alejandro y Dolors [Montserrat]", desliza a Vozpópuli un dirigente del PP catalán cuya voz se escucha en Génova.
De sobra conocido el poco entusiasmo con el que Feijóo ungió a Alejandro Fernández como candidato tras el sorpresivo adelanto electoral del expresident Pere Aragonès el 13 de marzo, lo cierto es que la dirección nacional del partido fue incapaz de conseguir un candidato de consenso. Dos semanas en las que Feijóo y la vicesecretaria de Organización, Carmen Fúnez, marearon la perdiz hasta terminar en el punto de partida. La dirección nacional, eso sí, tomó las riendas de la candidatura y el control de las listas y designó a Dolors Montserrat como directora de campaña.
Ahora, más de cuatro meses después, investido Salvador Illa (PSC) presidente catalán gracias a la asunción de la "agenda independentista" –como repite el PP una y otra vez–, Alejandro Fernández goza de un renovado aire público y de un ramillete de certezas con las que antes, maltrecho políticamente, no contaba. La primera, la capacidad de reivindicarse como verdadero líder de la oposición a Illa debido, precisamente, a su connivencia con el independentismo. La segunda, el descabezamiento y la falta de norte político de Junts más allá de la independencia, que lo erige como la alternativa de centroderecha más sólida para ese votante no sólo no nacionalista, sino hastiado de un procès cuya llama languidece en la calle. La tercera, que sigue sin haber un candidato de consenso.
Pero en la agenda de Feijóo no hay fecha para el congreso del PP en Cataluña. El gallego se resiste a darle las riendas de la demarcación del partido a un dirigente capaz de chocar públicamente contra Génova. ¿Los motivos? La mencionada "falta de urgencia" y la posibilidad de que se "abran grietas" públicas –argumenta otra fuente de peso en el PP catalán– en un congreso, habida cuenta de las diferencias en el seno de la formación.
"El ambiente tras los buenos resultados es mucho mejor. La línea política se respeta, y eso deja atrás algunos problemas", defienden desde el entorno de Alejandro Fernández. El portavoz popular en el Parlament de Cataluña, además, no tiene "intención ninguna de presionar" y así lo ha ordenado a su entorno directo. No es su propósito airear un cisma. "Hace dos años hubiera estado dispuesto y encantado de hacerlo, incluso en los momentos más complicados, porque siempre ha sabido la opinión aplastante en las bases –no así entre algunos 'capitanes', y él lo asume, aunque ellos también han acabado reconociendo que con un sistema de primarias el resultado era rotundo a su favor–, pero ahora es necesario no entrar en conflictos ni presiones", añaden.
Otra de las fuentes citadas recuerda que, pese a haber celebrado los congresos provinciales en Barcelona y Lérida –donde fueron elegidos presidentes Manu Reyes y Xavi Palau, respectivamente–, Feijóo "sigue arrastrando las gestoras nombradas por Pablo Casado" en Gerona y Tarragona, las dos provincias que todavía aguardan una renovación orgánica tras el golpe de mando dado por exlíder del PP tras los malos resultados de febrero de 2021.
"La teoría del 40-8 de Génova"
No obstante, la interlocución de la dirección nacional del PP con sus cuadros catalanes es constante. Y no sólo porque Feijóo considere Cataluña un territorio clave para sus aspiraciones electorales, sino todavía más. Para el líder del PP, las cuatro provincias catalanas significan la zona cero de su amarga victoria del 23 de julio de 2023. El 40-8 en diputados que PSC (19), Sumar (7), ERC (7) y Junts (otros 7) endosaron a PP (6) y Vox (2) y que, a la postre, fueron determinantes para investir a Pedro Sánchez presidente del Gobierno.
"La teoría del 40-8 de Génova", resalta una de las fuentes consultadas una vez preguntada, a su vez, por un tanteo en el marcador subrayado por un compañero de filas. La obsesión del líder del PP es que un eventual adelanto electoral no pille con el pie cambiado al partido, menos aún, en Cataluña. "Efectivamente, quieren –y nosotros también evidentemente– tener enfocada la maquinaria por si adelantan elecciones a primavera, que no es lo más probable, pero no se puede descartar", siguen desde el entorno de Alejandro Fernández. "Nos quieren activos", resume otro dirigente del PP catalán.
Sin embargo, se trata de un extremo que descartan en el equipo de Feijóo. "La tensión electoral en Cataluña es la misma que en cualquier otra comunidad autónoma", quitan hierro una vez preguntados. Pero las fuentes consultadas en el PP catalán sí subrayan la presión electoral de forma genuina; algo que, desde luego, no aflora con la misma intensidad en el resto de territorios. Y es que el cambio de estrategia de Génova ante la posibilidad de un adelanto electoral es palpable. Al contrario que antes de verano, ni Feijóo ni el resto de miembros del Comité de Dirección alientan la posibilidad de que Sánchez adelante elecciones. Al contrario, ahora el plan pasa por dibujar a un Sánchez atrincherado en el poder para quien adelantar elecciones no sería sino pulsar el botón de eject de la política. "Cuanto más conozcamos de la corrupción que hay en el Gobierno, más se va a bunkerizar", aseguraba la vicesecretaria de Educación del PP, Ester Muñoz, en una entrevista reciente con este periódico.
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