Más allá de que este domingo se ha confirmado, en lo que toca a Carles Puigdemont, que, pese al batacazo independentista, 'Pedro Sánchez ha resucitado a un muerto', el dictamen de las urnas no arroja mayores certezas sólidas, menos respecto a la composición de eventuales pactos postelectorales. Más aún: imposibilita aventurar con un mínimo de garantías quién será el próximo presidente de la Generalitat. Pese a que los escaños recogidos por el socialista Salvador Illa permiten visualizar como primera opción un tripartito PSC-ERC-Comunes, la realidad ha corroborado la tendencia apuntada por la demoscopia a la dificultad de conformar una mayoría parlamentaria suficiente y, en consecuencia, el resultado abre, a partir de este lunes, un nuevo periodo de negociación entre las fuerzas políticas en condiciones de ahormar un proyecto de legislatura razonablemente sólido que disipe, de paso, la amenaza de una temida repetición de los comicios.
El sentido del voto de los electores no garantiza la posibilidad de que la suma de las alianzas 'tripartitas' y hasta 'cuatripartitas' asumidas como naturales (PSC-ERC-Comuns y Junts-ERC-CUP-AC) sean las que finalmente acaben fraguando, pese a que por estas deberían pasar los escenarios de futuro más previsibles.
A la contumacia de los números, se suma, además, la propia disposición anímica de ERC -sin duda el partido que sale con la moral más tocada del envite electoral- a tomar parte en alguna de las combinaciones dirigidas a alcanzar la gobernabilidad mediante la fórmula del pacto.
La única certeza inamovible arrojada por las urnas tiene que ver con Carles Puigdemont: pese al batacazo independentista, Sánchez 'ha resucitado a un muerto'
En este sentido, las aspiraciones del primer secretario de los socialistas catalanes de instalarse como titular del Palau precisan de la colaboración de los republicanos. Lo mismo ocurre respecto al improbable caso de que la vía de la gobernabilidad cristalice en forma de frente independentista: para constituir una mayoría de gobierno de este sesgo, ERC es parte irrenunciable para una ecuación que presenta una complejidad adicional, quién sabe si insalvable: poner de acuerdo formaciones situadas, como la CUP y Alianza Catalana, en las antípodas ideológicas más allá de su nexo común soberanista.
Las urgencias en la interpretación de una noche electoral que deja muchas incógnitas por despejar, asimismo dificultan prever la todavía lejana opción de que, agotada una primera ronda de la investidura, algún partido se abone en segunda vuelta a la abstención para propiciar la elección de presidente autonómico (sobre el papel, Illa o Puigdemont) por mayoría simple.
Tripartito 'a lo Montilla'
Hay opciones de suma que alcanzan el hito parlamentario de los 68 escaños en que queda fijada la mayoría absoluta. Aunque esa combinatoria está condicionada, claro, por la voluntad de decisión de ERC, pese a haberse dejado nada menos que trece escaños respecto a la convocatoria de 2021. Este tripartitito de izquierdas se construiría mediante la suma de los escaños de PSC (42), la propia ERC (20) y los Comunes (6), que retroceden dos diputados en el Parlament respecto a su representación actual, para alcanzar, sobre la campana la mayoría absoluta. Su reedición, que consolidaría el futuro inmediato de los republicanos como garantes de la legislatura de Sánchez con el consiguiente desgaste frente a los que no comulgan con este rol gregario, no precisaría por tanto de una abstención de la CUP (4) que hubiera permitido la elección del futuro presidente por mayoría simple.
El frente 'indepe' no suma
La mayoría de escaños vendría, en otro escenario de alianzas posibles, mediante el pacto de todas las fuerzas independentistas por encima del matiz ideológico de cada una de ellas, siempre, una vez más, condicionado por lo que decida ERC. Pero el bloque Junts-ERC-CUP-AC, con 61 escaños, no suma en absoluto, lo que, en el plano numérico, compromete la investidura por este flanco de Puigdemont al margen de otras complejidades relacionadas con su situación procesal.
Las sumas PSC-ERC, Junts-ERC... y PSC-Junts
Otras combinaciones quedan igualmente lejos de esos 68 diputados, y solo una los supera de largo. Serían los casos en que se fijaran pactos entre PSC-ERC sin ninguna otra incorporación (62); la opción de una alianza exclusiva entre Junts y ERC (55), del todo insuficiente; la misma combinación más el añadido de los 4 escaños de la CUP (59); y la fórmula por la que PSC y Junts decidieran sumar al margen del resto (77), un escenario este último que previsiblemente arrostraría un conflicto por el liderazgo de la alianza y solo podría explicarse de imponerse los intereses de estabilidad de Sánchez como inquilino de La Moncloa, pero que permitiría a Puigdemont seguir condicionándola, esta vez desde la atalaya institucional.
ERC, a reinventarse... y a deshojar la margarita
Opciones y fórmulas imaginativas hay, pese a que a algunas se escapen más que otras a la combinatoria lógica del tacticismo político en un mapa electoral de enorme implicaciones para el conjunto de España. La eventualidad de que partidos como Alianza Catalana (AC) o la propia CUP, cuyo encaje en hipotéticos pactos es complejo, aglutinaran una cantidad de votos por encima de las estimaciones no se han concretado en las urnas en ningún caso, lo que puede ser tenido como un teórico factor de estabilidad en medio de tanta incertidumbre.
El correctivo para ERC, eso sí, ha sido tan lacerante como se esperaba. Y, pese a ello, todo queda en manos de la pulsión negociadora de unos republicanos que deberán reinventarse mientras deshojan la margarita de la gobernabilidad de Cataluña.
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