La fallida aplicación de la amnistía -apenas solo un centenar de un millar de independentistas han sido beneficiados- y, sobre todo, la investidura del socialista Salvador Illa como presidente de la Generalitat, han precipitado los acontecimientos en el seno de Junts. Tras su segunda huida de España, Carles Puigdemont ha adelantado varios meses la celebración del congreso previsto de la formación. El cónclave se celebrará el 26 y el 27 de octubre con un doble objetivo: impedir que pueda consolidarse un proceso de debate interno en torno al liderazgo del propio Puigdemont, que está siendo puesto en cuestión por sectores del partido más ‘posibilistas’ y partidarios de no forzar amenazas constantes a Pedro Sánchez; y en segundo lugar, replantear su ofensiva contra ERC, que pese a negarse a entrar por el momento en el Gobierno de Illa, no es descartable que pueda hacerlo avanzada la legislatura y una vez resuelta su ‘guerra civil’ tras el congreso de noviembre, en el que Oriol Junqueras aspira a revalidar su liderazgo.
En este contexto, Puigdemont ha ordenado a dos de sus peones de máxima confianza, Jordi Turull y Josep Rull, diseñar una estrategia para frenar a cualquier otro posible candidato que pudiera tener la tentación de medrar contra su propio liderazgo, consciente de que en el seno de Junts ya hay aspirantes que tratan de aunar fuerzas políticas e influencias mediáticas y empresariales para desactivarlo. Puigdemont ha revelado en los últimos días que no tiene la menor intención de regresar a España para ser encarcelado, y ha optado por esperar a que el discurrir del tiempo y la resolución de los diferentes recursos judiciales planteados permitan que su caso llegue al Tribunal Constitucional, con la certeza de que será amparado y amnistiado. Solo en ese supuesto Puigdemont regresaría a España con garantías de que su orden de detención quedaría desactivada. Y cuando eso ocurra, según sus expectativas, debe seguir manteniendo el liderazgo del partido.
Fuentes del entorno de Junts sitúan a Jaume Giró como una de las personalidades que “se deja querer”, y que está maniobrando en la sombra para convencer a otros dirigentes de que Puigdemont está ‘amortizado’ y de que Cataluña ha entrado en una nueva etapa ajena al ‘procés’ que Junts debe gestionar de manera más constructiva, aprovechando la profunda grieta de credibilidad electoral abierta en ERC. Y todo ese proceso pasaría por tender puentes a Pedro Sánchez y asentar una estrategia de futuro que antes o después daría sus frutos para el regreso del partido heredero de la antigua Convergencia a la Generalitat.
Igualmente sitúan “con ambición personal y expectativas” a Laura Borràs, aunque cuenta internamente con más detractores que partidarios. Sobre Borràs, Puigdemont ya ha ofrecido numerosos indicios de no confiar plenamente en ella. La precipitación de los acontecimientos en Junts va en paralelo al proceso de ejecución de la amnistía para Puigdemont, quien ha puesto en marcha una ofensiva jurídica en toda regla contra el magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena para intentar apartarlo como único escollo contra su “rehabilitación política total”. Puigdemont cuenta con que el Supremo rechazará sus recursos y con que el Constitucional, presidido por Cándido Conde-Pumpido, terminará revocando esas decisiones y lo rehabilitará de todos sus delitos. Es el compromiso expresado públicamente por el Gobierno, algunos de cuyos ministros han presionado este agosto a los magistrados del Alto Tribunal para que amnistíen a Puigdemont ya, sin esperar a que el TC tenga que pronunciarse. El silencio del Gobierno respecto a su segunda fuga, hace dos semanas, es elocuente en este sentido. Tanto, como la presión ejercida por Félix Bolaños u Óscar Puente con declaraciones críticas con el Supremo que han causado indignación en el seno del Tribunal.
Regreso de Puigdemont a España en octubre
La pretensión de Puigdemont es regresar a España definitivamente en octubre. Para esa fecha calcula -o confía- en que el TC habrá resuelto ya su situación procesal. Y a partir de ahí, amnistiado y revalidado como líder de Junts, estar en posición de poner el contador a cero de su marcaje a Pedro Sánchez sin comprometer definitivamente su legislatura. De momento, Puigdemont se ha limitado a amagar sin golpear definitivamente. Es cierto que Junts ha frustrado al PSOE la aprobación de una decena de propuestas de leyes y decretos en el Congreso, y que no parece dispuesto a aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Pero también lo es que a lo largo de todo este año, en ningún momento ha puesto en riesgo real la viabilidad de la legislatura de Sánchez.
En Junts tienen el objetivo de combatir la percepción de que ERC se ha apuntado un tanto con el ‘pacto fiscal’ exclusivo del ‘cupo a la catalana’, y una parte del sector afín a Puigdemont no descarta tumbarlo en el Congreso si llegase a tramitarse en los próximos meses, cuando Sánchez haya conseguido superar el escollo que representa la frontal oposición de los ‘barones’ socialistas más combativos, como García-Page, Lambán o Barbón.
Puigdemont tiene la pretensión de atrincherarse en Junts sin dejar caer a Sánchez aplicando la teoría del ‘palo y la zanahoria’ por dos motivos: primero, porque forzar la salida de Sánchez de La Moncloa o la convocatoria de elecciones generales supondría un riesgo añadido para Junts, en la medida en que un hipotético gobierno del PP le sería mucho más desfavorable de lo que es el del PSOE. Y segundo, porque parte de sus bases no aceptarían una ‘política suicida’ respecto al PSOE, ahora que un sector del partido pretende resucitar el espíritu de la antigua Convergencia y renunciar a criterios de unilateralidad rupturista buscando otros métodos de presión para conseguir logros soberanistas.
Este sector de Junts sostiene la teoría de que la hipotética celebración de una consulta “pactada con el Estado”, a la que piensa que el PSOE está dispuesto con Illa al frente de la Generalitat, no puede ser un logro que se arrogue ERC. Y toda esta operación, sin Sánchez en La Moncloa y con Puigdemont entre Bélgica y Francia, no es factible. En este sentido, Puigdemont considera relevante el papel de Rull y Turull en el diseño de esa hoja de ruta para dominar los tiempos, erradicar cualquier alternativa de poder interno en Junts, mantener bajo control al PSOE y, sobre todo, contar con bazas para seguir condicionando la política nacional ahora que no puede hacerlo en la Generalitat. Actualmente hay en marcha una veintena de propuestas legislativas en marcha, impulsadas por el Gobierno, cuya aprobación definitiva dependerá de los votos de Junts, entre otros partidos. Esa es la llave que pretende seguir controlando Puigdemont para administrar su estrategia.
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