“Guerra híbrida”. Ese es el término empleado por el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre, para definir las supuestas injerencias de Rusia en Cataluña. Así consta en el auto en el que abre una pieza separada de la causa y en el que imputa, entre otros, al expresidente autonómico Artur Mas y la exconsejera de Presidencia Elsa Artadi, además de solicitar al Tribunal Supremo que investigue a Carles Puigdemont. En el escrito, al que ha tenido acceso Vozpópuli, se detallan los objetivos de desestabilización pretendida por Rusia en el seno de la Unión Europea mediante estas maniobras que -apunta el juez- se desarrollan en la “zona gris”.
El auto supone la apertura de una pieza separada sobre la investigación de la injerencia de Rusia en el procés de Cataluña por los supuestos delitos de traición y malversación. El juez Aguirre también imputa en la causa a Víctor Terradellas, Jordi Sardá, Natalia Boronat, Zeus Borrell, Miquel Casals, Carles Porta, Aleksander Dmitrenko, Josep Lluís Alay y Gonzalo Boye.
Tras hacer una breve descripción de la evolución de los diferentes escenarios bélicos en occidente a lo largo de la historia, el juez Aguirre destaca la irrupción del concepto de “guerra híbrida” en el siglo XXI. Entre sus características básicas, según el magistrado, se presenta la irrupción de los actores no-estatales que operan de forma descentralizada, con la novedad del uso de armamento y tecnología militar avanzada que no eran comunes en las milicias o guerrillas tradicionales.
El juez Aguirre asevera que la guerra híbrida consiste en lograr resultados influyendo directamente en la sociedad mediante su desmoralización: “Es una táctica sin duda efectiva y mucho más sencilla para los países atacantes, ya que la inversión tanto económica como humana es menor que en la guerra militar tradicional”, apunta en el auto, mediante el uso de actuaciones coordinadas para influir en la toma de decisiones de los Estados, haciendo uso de medios políticos, económicos, militares, civiles e información y que pueden ser realizadas tanto por actores estatales como no estatales.
Quienes ejecutan mecanismos de la guerra híbrida recurrirían -siempre siguiendo el auto judicial- a la propaganda, la manipulación de las comunicaciones, los bloqueos económicos y la utilización del entorno digital de internet y el ciberespacio, donde considera que no existe una legislación internacional férrea.
Al mismo tiempo aborda el concepto de “zona gris” para determinar la frontera entre paz y guerra y describir el marco de actuación del enemigo híbrido: “El término describe un estado de tensión alternativo a la guerra, operando en una etapa de paz formal”. Y añade: “El conflicto en la zona gris está centrado en la sociedad civil. Su coste, por tanto, recae directamente sobre la población. Opera en todo caso en el límite de la legalidad internacional. El protagonista es generalmente un Estado de principal importancia en el plano internacional (una potencia) o un actor no estatal de similar influencia”.
Injerencias en Occidente
Tras definir estos conceptos, el juez Aguirre abunda en la asiduidad con la que Rusia recurre a la “guerra híbrida” para lograr sus “injerencias” en el plano internacional: “Es el caso de Rusia que, con los ataques a los estados democráticos, busca exacerbar sus problemas y debilidades y con ello socavar los valores y la democracia occidentales, mediante acciones subversivas y la desestabilización de sus gobiernos”.
Poco después incide en que la mayoría de campañas desplegadas por Rusia en Occidente en los últimos años se han vertebrado a través de tres ejes: los medios de comunicación estatales, la
actuación de “trolls y bots” en redes sociales y la influencia directa en políticos y decisores públicos, aprovechando mecanismos financieros y de afinidad ideológica.
Rusia habría estrechado vínculos con partidos de extrema derecha en Europa, como Alternative für Deutschland (AfD) (Alemania), Lega Nord italiana (Italia), Rassemblement National (Francia), Freiheitliche Partei Österreichs (Austria), Fidesz y Jobbik (Hungría) y Partido del Brexit (Reino Unido), que comparten su escepticismo hacia la UE.
En relación a los partidos de extrema izquierda, apunta el juez, ya tendrían asumida “una doctrina antimilitarista, apoyarían cualquier campaña contra la OTAN e igualmente se sentirían identificados con la búsqueda de un mundo multipolar y fuera de la hegemonía de Estados Unidos que defiende Rusia”.
Rusia en Cataluña
A renglón seguido, el juez destaca precedentes de injerencias rusas mediante la “guerra híbrida”, como lo fueron sus actuaciones en Crimea (Ucrania), en 2014, y en Montenegro, creando un clima de crispación que propiciase un golpe de Estado que evitase su adhesión a la OTAN.
El juez considera que a lo largo de la investigación se ha considerado probado la “utilización de actores políticos” en Cataluña, involucrando a personas del “más alto nivel del Gobierno de la Generalitat […] incluido su presidente”: “Ello habría facilitado y reforzado considerablemente el proceso de injerencia rusa”.
“Así -prosigue el auto-, se ha podido acreditar que estas personas mantuvieron contactos con individuos cercanos a los servicios de inteligencia rusos y al gobierno de la Federación de Rusia, e igualmente, se ha podido conocer las mutuas exigencias para llegar a un acuerdo común que beneficiara a ambas partes”.
En el marco de estas maniobras, Rusia habría recurrido a campañas de desinformación para manipular a la opinión pública. “Para la política rusa, el procés era una herramienta perfecta que le podría ayudar a avanzar en sus objetivos estratégicos contra Occidente”, asegura el juez.
Y añade: “A diferencia de otras injerencias en procesos electorales, Rusia contó en Cataluña con la cooperación de un elemento subversivo interno, que buscaba ansiosamente el apoyo de una potencia que le ayudase a pagar su deuda y lo prestase apoyo político en el momento clave de segregarse del estado español, y que manejaba la esfera comunicativa con notable pericia, por lo que Rusia únicamente tenía que dar difusión y amplificar el relato generado por el propio movimiento independentista catalán”.
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