Pedro Sánchez libra una batalla contra su enemigo íntimo. El presidente del Gobierno se juega este domingo su legislatura. Las elecciones catalanas marcarán el fututo de sus próximos años al frente de Moncloa. Y su gran adversario es Carles Puigdemont, el mismo que le ha permitido seguir al frente de los mandos del país previo pago de una ley de amnistía que aún no está aprobada y que promete marcar el devenir de la política española durante los próximos meses.
El anhelo del líder socialista es que el expresidente catalán salga derrotado. Es la única forma que tiene de mantener cierta autonomía. Si el socialista Salvador Illa no puede gobernar, el fracaso será estrepitoso, porque pondrá en duda la estrategia del PSOE en Cataluña de los últimos años. La política de apaciguamiento se puede demostrar un fallo. "Significaría que los catalanes no quieren pasar página", explica una alta fuente del Ejecutivo. Y eso lo saben también en Ferraz, que lleva las últimas semanas viendo cómo Junts se acerca en las encuestas hasta el punto de poner incluso en peligro la victoria del PSC.
La gran partida de Sánchez es Cataluña. El presidente lleva tiempo girando sobre la cuestión catalana, porque sabe que es una de las piedras que sustentan su mandato. Los independentistas catalanes alimentan mientras su plan. Le quieren a los mandos del país, porque piensan que solo él puede darles lo que quieren: un camino hacia la autodeterminación. Pero al mismo tiempo recelan del estratega que ya ha puesto al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero a rescatar el mantra del reconocimiento de la cuestión nacional, como en el Estatuto de 2006. En el cuartel general de Junts, en Waterloo, temen que Sánchez, de alguna forma u otra, les engañe. En cierta manera tanto el líder del PSOE como el secesionismo han atado su futuro al otro.
En el PSOE asumen que han alimentado en exceso la figura de Puigdemont. Tanto en Moncloa como en la planta noble de Ferraz son plenamente conscientes de que sin la aparición del expresidente catalán en la ecuación de a gobernabilidad del país, Junts no tendría ahora opción alguna. Es más, barruntan que solo por su candidatura los posconvergentes están a punto de alcanzar al PSC, el gran favorito de todas las casa de encuestas para hacerse con la victoria este 12-M.
En Moncloa y en Ferraz están nerviosos. Una nueva mayoría independentismo constituiría un jaque mate a la política que en los últimos años ha implicado una serie de decisiones polémicas para el Gobierno: los indultos a los dirigentes del procés encarcelados; la rebaja del delito de malversación; el borrado del delito de sedición y la articulación de una ley de amnistía para el resto de independentistas pendientes aún de juicio, como el propio expresidente Puigdemont. Además de la compra del relato de una justicia conspiranoica con intereses políticos que practica 'lawfare'.
El radar demoscópico del Ejecutivo sigue dejando a Sánchez con las mismas dudas. Parece que su ínterin reflexivo con amago fingido de dimisión no ha movilizado voto para los socialistas catalanes. Todo parece indicar que Junts, ERC y la CUP -los tres partidos secesionistas- no lograrán los 68 escaños que dan la mayoría absoluta en la Cámara catalana. "Pero hay que verlo", explica una fuente del núcleo de confianza del presidente del Gobierno, que zanja: "Si somos primera fuerza como todo apunta y ellos no suman, ellos [los independentistas] no pueden reprocharnos nada".
El secretario general de los socialistas lo fía todo a una victoria de Salvador Illa lo suficientemente amplia como para poder apartar al independentismo del Palacio de la Generalitat por primera vez en 13 años, desde que el socialista José Montilla abandonó el poder. La llegada del PSC al gobierno autonómico implicaría grandes beneficios para Sánchez, embarcado en un proceso de negociación con el independentismo en Madrid que le está acarreando grandes costes.
En el PSOE saben que la amnistía y la negociación directa con Puigdemont ha alimentado la figura del expresidente catalán. Se trata del efecto de su política en Cataluña. Altos cargos del partido consultados reconocen que el expresidente catalán ha ganado "notoriedad" gracias a la atención que le brindan los socialistas por ser un socio indispensable en esta legislatura. El giro del PSOE hacia Waterloo ha removido el tablero en Cataluña, donde ERC y Junts viven en un empate técnico que oscila unos días hacia Oriol Junqueras y otros hacia el expresidente catalán prófugo de la Justicia.
La amnistía, en efecto, ha servido para potenciar la pelea entre los independentistas. El asunto está reñido porque los sondeos sitúan a los de Carles Puigdemont por delante de ERC, el partido que gobierna en estos momentos Cataluña. El efecto 'Puigdmeont' ha hecho su trabajo para movilizar a los parroquianos independentistas y ha levantado las expectativas electorales de los posconvergentes, que no tenían un candidato claro más allá del prófugo de la justicia. Esa es la lectura que hacen en el núcleo duro de Sánchez. "Si no se presentara, no tendrían esos resultados", zanjan. Los catalanes hablan este domingo.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación