De unos pocos miles de personas, 9.000 en 2010 según los datos más elevados, a 1,8 millones en 2014, para alcanzar el millón o los 200.000, según el quien determine el conteo, el pasado año. La Diada de este 2019 se presenta como el inicio de un nuevo ciclo, una nueva etapa dentro un independentismo más dividido que nunca y fracturado.
Este 11-S servirá como los preliminares de cara a una respuesta a la sentencia del 1-O, pero sin conocerse aún en qué consistirá debido a las claras y notables diferencias y posturas enfrentadas entre JxCat y ERC. La ANC se ha encargado de presionar a las formaciones para aparcar sus diferencias, pero se ha encontrado con el rechazo de los políticos a encontrar puntos de consenso.
Para la concentración de este año hay cerca de 300.000 inscritos, una sonora caída del 31,8% respecto a la Diada del pasado año. También hay menos autobuses, un pinchazo que la ANC trata de minimizar y quitar hierro, asegurando que las personas no se están inscribiendo pero vendrán a la concentración. "Ocurre todos los años", señalan.
Ni ERC ni JxCat, pese a sus intentos de esconder una guerra abierta, han mostrado un ápice de autocrítica, culpando al otro o al Estado de la actual situación, a las puertas de una sentencia, sea "dura o blanda", que aún no tiene una respuesta unitaria. Para este año, la ANC se ha reivindicado en el objetivo, que no es otro que el de la independencia. Todo sin que ningún partido, ni ERC ni JxCat lo hayan descartado. Quim Torra, del núcleo duro del separatismo, ha encendido a los suyos con la arenga del "lo volveremos a hacer" y "confrontación", también esgrime este argumento Carles Puigdemont, mientras que ERC prefiere mantener un compás de espera. Sin frases que puedan usarse después en la hemeroteca.
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Desde JxCat y desde la propia cúpula de la Generalitat se compara a Cataluña con Hong Kong, como ya se hiciera en el pasado con los ciudadanos de otras razas y etnias minoritarias desprotegidas en otros países, como Suráfrica. Las arengas tuvieron sus efectos y consecuencias. El aliento a los sectores más radicalizados fue el caldo de cultivo de una campaña contra los juzgados durante finales del pasado año y principios de este, con una oleada de violencia contra políticos y asociaciones contrarias a la independencia. Aún resuena con fuerza el "apretad" de Torra a los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR).
Tras meses de deliberaciones, reuniones en Waterloo y en Ginebra, los independentistas no logran un acuerdo de mínimos para dar una ansiada respuesta unitaria. El enfrentamiento pasa por la convocatoria de elecciones, como piden desde ERC, o movilizaciones masivas en la calle, como propone la ANC sin concretar siguientes pasos a cortes de carreteras y hasta una huelga, como piden los sectores más radicalizados.
Ya hay sondeos que apuntan que el independentismo no podrá reeditar su mayoría en el Parlamento autonómico, dando alas a una posible coalición constitucionalista
Con la guerra abierta, ya hay sondeos que apuntan que el independentismo no podrá reeditar su mayoría en el Parlamento autonómico, dando alas a una posible coalición constitucionalista. Tanto el huido a Bélgica como Torra inciden en la necesidad de hacer más fuertes las instituciones, y apuntan que unas elecciones anticipadas no lograría ese objetivo, más cuando hay miedo a perder el poder.
Puigdemont insiste a Torra en su idea de ser investido como presidente de la Generalitat, pero para ello tendría que superar las trabas y requisitos exigidos, como el de residir en España. Y tiene un problema, porque el pasaporte tiene fecha de caducidad, por lo que está obligado a renovarlo. Con el lío interno en el seno de JxCat por este motivo, la formación ha decidido centrar sus ataques en ERC, por no permitir en su día la investidura de Puigdemont. El presidente del Parlamento, Roger Torrent, se negó en rotundo.
"Es una opción que no hay que descartar nunca". Así se ha referido Junqueras para pedir elecciones autonómicas a Torra. "¿Desde cuándo el ejercicio democrático del derecho a voto debilita las instituciones de un país?", preguntaba directamente a Puigdemont, quien había asegurado que unos nuevos comicios podrían hacer caer las instituciones. Los de ERC consideran que alcanzar el poder permitiría de nuevo tender puentes para conseguir un nuevo referéndum, esta vez pactado con el Estado.
2010
El primer año en el que se convocó una concentración de independentistas fue en 2010. El acto estaba convocado por solo tres de las numerosas y diferentes posiciones del independentismo. La quema simbólica de una Constitución fue el acto central de aquella concentración. Tan solo acudieron tres de los partidos que entonces pedían la separación con el resto de España.
Reagrupament, formación basada en el independentismo romántico y sentimentalista, liderada entonces por Joan Carretero. Este partido centra su discurso en conseguir la independencia, independientemente de las consecuencias económicas y políticas. Romper con el resto de España sin más. El futuro de esa hipotética Cataluña se construirá una vez se consiga. Es el discurso que apela al corazón, sin más razones, y muy difícil de combatir a nivel de argumentario. Apenas consiguieron 39.834 votos en 2010.
En esa concentración, Solidaridad por la Independencia, el partido creado por el expresidente del FC Barcelona Joan Laporta conseguía un buen resultado. En sus primeros comicios obtuvieron cuatro diputados en el Parlament tras cosechar 102.921 apoyos en las urnas, todo un hito para un partido de reciente constitución. En la parte final de la manifestación se situaba ERC, con 219.173 votos sacados de las urnas y diez diputados, liderado por Joan Puigcercós. Los republicanos se posicionaron con un lema inequívoco: independencia.
Pero eran pocos, en 2010 apenas había independentistas, más cuando CiU aterrizaba de nuevo en la Generalitat, con Artur Mas a la cabeza. "No iniciaré un proceso de independencia dividiendo en dos mitades a Cataluña", decía por entonces el aspirante a presidir la Generalitat. El catalanismo moderado y el afán de un mayor gobierno autonómico tomaban entonces las riendas. Aún no habían salido casos de corrupción ni tampoco Mas aceptaba la independencia. Se jugaba a la "geometría variable" en el Parlament, CiU conseguía los apoyos de PSC o de PP, indistintamente, durante los dos años siguientes para sacar adelante los Presupuestos. Ciudadanos, con dos comicios a sus espaldas, igualaba entonces su resultado de 2006, con tres diputados y 106.154 votos.
2011
La Diada de 2011 fue más de lo mismo. Los radicales de Arran, los cachorros de la CUP, continuaban con la habitual quema de fotos del Rey y banderas de España. En la concentración separatista, había 10.000 personas, convocadas entonces por los mismos grupos, y ERC cerrando la retaguardia con Puigcercós y Oriol Junqueras. A esta manifestación se unieron la CUP, Endavant y Maulets bajo una pancarta con la frase: "Por los derechos sociales y nacionales. Independencia y socialismo. Países Catalanes". El independentismo aún no estaba unido.
Eran dos años donde Òmnium Cultural y el catalanismo tomaba las calles por la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía propuesto por el Gobierno de José Montilla (PSC). La excusa perfecta para atraer al catalanismo moderado y radical bajo un mismo paraguas.
2012
En 2012, el independentismo se moviliza. "Catalunya, nou Estat de Europa" fue el lema utilizado para convocar a entre dos millones -según los convocantes-, 1,5 millones -cifras oficiales de Mossos- y entre 800.000 y 600.000 -según Policía Nacional y Guardia Civil-. ¿Cómo era posible congregar a entre 200 y 100 veces más que tan solo dos años atrás? ¿De dónde salían tantos independentistas cuando en las elecciones apenas tenían presencia? Dos preguntas que cobran ahora, en 2019, más sentido.
El éxito de aquel 11-S se debió al nacimiento seis meses antes de la Asamblea Nacional Catalana. Sin tiempo que perder, comenzó congregando a 7.000 personas en su acto fundacional, una muestra de fuerza. El número era similar al que convocaban los partidos y asociaciones para el día clave. Entre los asistentes se encontraban representantes del núcleo duro de CDC, Pere Macias o Josep Rull; también de Unió, con el exalcalde de Vic Josep Maria Vila d'Abadal. Oriol Junqueras repetía presencia, mientras que Alfons López Tena (Solidaritat) fue quien representó a la formación de Laporta. También estaba Òmnium Cultural, con la ahora fallecida Muriel Casals e incluso el secretario general de la UGT de Cataluña y ahora cabeza del sindicato en toda España, Josep Maria Álvarez. Aquel acto no fue un intento más. Se trataba del inicio del movimiento independentista como única voz entre las formaciones catalanistas. Ni dirigentes del PSC ni del PPC acudieron al acto.
Artur Mas consigue la investidura con el apoyo de ERC bajo la condición de realizar un referéndum "legal" tras "adaptar los marcos legales". Comienza así una radicalización en el seno de CiU, más cuando Unió se opone a la entrada de ERC en el Ejecutivo, hecho que no se consuma hasta el año siguiente.
2013
El movimiento independentista prosigue cosechando una buena asistencia a la manifestación del 11-S de 2013. Una cadena humana cruza todo el litoral catalán bajo el lema "Vía catalana hacia la independencia", con la congregación de 1,6 millones de participantes, cuatro veces más de los 400.000 contabilizados por la Policía Nacional. Otros estudios independientes cifraron la asistencia entre los 900.000 y un 1,3 millones de personas. ERC ya estaba en el Gobierno con un pacto con CiU para hacer un referéndum en 2014, coincidiendo con el 300 aniversario de la guerra de sucesión.
2014
En 2014, la Diada se realizó con una gran V, entre las barcelonesas Diagonal y Gran Vía, las dos arterias más importantes de Barcelona. Tras la performance, el Gobierno, entonces en manos de Mariano Rajoy, rebajó la cifra a entre 475.000 y 520.000 personas, pese a ser la mayor movilización independentista hasta la fecha. Los estudios independientes, basados en modelos, fotos y vídeos e imágenes áreas cifraban la participación a entre 800.000 y un millón. Fue la concentración más multitudinaria, con 1,8 millones de personas agrupadas bajo el lema "V" de votar. Faltaban apenas dos meses para el referéndum del 9-N, convocado por Mas.
2015
En 2015, la participación, según los afines al independentismo, se reduce a 1,4 millones, mientras las fuentes policiales. Los estudios independientes se situaban entre los 850.000 y 1,2 millones de personas. "Via lliure a la República Catalana" fue el lema utilizado en esa manifestación. La convocante fue la plataforma 'Ara es l'hora', formada por la ANC y Òmium Cultural.
Se pretendía que fuera la movilización "más determinante" y la última para conseguir la independencia. La perfomance de ese año consistió en teñir de blanco la calle Meridiana de Barcelona, con una ola de colores que evocarían los entonces diez ejes de la nueva República. Esta ola llegó al Parlament, con un recorrido de cinco kilómetros.
2016
En 2016, el independentismo muestra sus primeros síntomas de cansancio. Por primera vez no se supera el millón de manifestantes, tras realizarse un referéndum tan solo dos años antes. Aquel 11-S se convocaron cinco concentraciones en distintas ciudades. La ANC cifraron la presencia de personas en un millón, pero la Generalitat rebaja la cifra a 800.000 personas, mientras que la Policía Nacional bajó la participación a 370.000. Pese a la caída, se aseguraba que el separatismo tenía ganas de continuar con su reivindicación y no mostraba signos de agotamiento. Hasta los estudios independientes cifraban casi un 40% menos de asistentes ese año, hasta un total de 625.000 personas.
2017
En 2017, con la antigua CDC en busca de un líder y Carles Puigdemont en lo más alto de la Generalitat junto a Oriol Junqueras, con un Parlament controlado por Carme Forcadell, expresidenta de la ANC. Los independentistas se preparaban para el referéndum del 1-O. Ya estaban aprobadas las leyes de desconexión, la voladura de todo puente con la democracia. La Guardia Urbana cifró en un millón el número de asistentes. Para la Delegación del Gobierno, la cifra era de un tercio, apenas 350.000 personas.
La reivindicación se centraba en los pasos a dar tras el referéndum, como si ya se conociera el resultado. Así, se exigía a Puigdemont y Junqueras implementar la República catalana y no volver de nuevo a las viejas peticiones de la Generalitat al Estado, como un mayor autonomismo. Se perdía por completo el 'seny', se cruzaron líneas rojas. Se rompió todo diálogo incluso el que se podría haber construido si no se hubieran traspasado todos los límites.
2018
En 2018, con los líderes independentistas en prisión, la Guardia Urbana cifró de nuevo en un millón la cifra de asistentes, mientras el Gobierno no dio cifras de asistentes por primera vez, evitando así una nueva guerra de cifras, tal y como había ocurrido durante los cinco años anteriores. Sociedad Civil Catalana (SCC) realizó un estudio para indicar que los asistentes fueron como mucho 200.000. La ANC promovió una ola sonora a lo largo y ancho de la Diagonal. La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, había exigido al Govern "rigor, honestidad y determinación" para alcanzar la independencia, y afirmó que para llegar a ese punto no es suficiente la movilización ciudadana.
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