En octubre de 2017, en pleno estallido del proceso catalán, el entonces periodista y ahora portavoz del PP catalán Nacho Martín Blanco y el político y escritor Juan López Alegre publicaron una tribuna en El País de notable repercusión titulada TV3: Adiós al circo del odio. En ella, anunciaban su retirada de los debates del canal autonómico para no servir como coartada a su presunta pluralidad, y denunciaban su sesgo secesionista de tintes hispanófobos.
Algunos casos especialmente recordados de aquellos días son cuando la colaboradora Empar Molinar quemó ante las cámaras un ejemplar de la Constitución española, un reportero saltó sobre el capó de un coche vandalizado de la Guardia Civil durante al asedio al Departamento de Economía o, en un informativo, se presentó a Carles Sastre —terrorista condenado por el asesinato del empresario Josep Maria Bultó— como un “gran reserva del independentismo”. Por su parte, Catalunya Ràdio no le andó a la zaga, preguntando a los oyentes si estaban dispuestos a impedir físicamente que se juzgase a Artur Mas o pidiéndoles que informasen de los movimientos de la Guardia civil antes del 1-O —información que luego se difundió en antena—.
Aunque con menos virulencia, ese “circo del odio” sigue representándose en TV3. No en vano, la expresión “Puta España” se ha convertido en fetiche para varios de sus presentadores en los últimos años. Sus impulsores no fueron otros que los cómicos de vocación transgresora —si bien siempre en una misma dirección— Jair Domínguez y Peyu—, primero en Bricoheroes y más tarde en El Búnquer de Catalunya Ràdio —merecedor de un Ondas el año pasado—. Ambos solían coronar sus chistes con el exabrupto de marrras, en un guiño dirigido a su target nacionalista.
Más tarde, retomó la tradición el humorista Joel Díaz, que cada noche arrancaba su late night Zona Franca gritando la expresión hispanófoba, si bien alterando el orden de las palabras: “Putas noches y buena España”. Ante la lluvia de quejas, el Consejo Audiovisual Catalán (CAC) —organismo que vela por la neutralidad de los medios públicos catalanes pero controlado por el nacionalismo— avaló la expresión por el “contexto”. Por su parte, el director del ente, Sigfrid Gras, aunque en un principio defendió el denuesto enmarcándolo en la “libertad de expresión”, en enero de 2023 prometió que no volvería a emplearse.
Sin embargo, el pasado 3 de septiembre los presentadores de El Búnquer burlaron el veto emitiendo un audio de whatsapp enviado por un oyente que incluía el exabrupto a modo de despedida. Los responsables del espacio pudieron editar o prescindir del mensaje, pero no lo hicieron —estratagema que ya han usado con anterioridad—.
Asimismo, desde que Gras prometió desideologizar el canal, se han emitido sketches en los que presentaba a los alumnos catalanes que se expresan en castellano como maleducados y autoritarios o a los andaluces como incultos y fanáticos religiosos por su devoción por la Virgen del Rocío. También han sido frecuentes los insultos a los constitucionalistas en los espacios de humor político, como cuando Toni Soler en Està passant —una suerte de El Intermedio separatista— se dirigió a los críticos de la amnistía espetándoles: “Os hemos dado bien por el culo”.
Por lo demás, el sesgo secesionista sigue fuertemente presente en sus informativos y tertulias. El mismo CAC admitía el pasado abril en un informe sobre pluralidad en los medios que en el programa de debate Més 324 —uno de los más populares— se invitaba a seis contertulios independentistas por uno no nacionalista. En este sentido, el PP exigió este miércoles explicaciones al PSC por la “cobertura masiva” de la Diada, demandándole que TV3 deje de ser un altavoz secesionista para convertirse en una “televisión para todos”.
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