"Se sienten más valientes si lo dicen a través de una pantalla porque no se están enfrentando directamente a una persona y viendo cómo le duele". Así describe el ciberacoso María, una alumna de segundo de la ESO. "A parte, en redes sociales es peor, porque lo ve todo el mundo y pueden sumarse a esa opinión. Una palabra se puede llegar a olvidar, pero una cosa que está escrita en internet, nunca desaparece", añade su compañero Jorge.
Si el acoso en las aulas es ya de por sí traumático, las nuevas tecnologías han agravado el problema, porque las víctimas no puedan escapar del hostigamiento de sus verdugos ni siquiera cuando vuelven a casa. Las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea como WhatsApp han abierto un mundo completamente nuevo, donde se suben imágenes comprometidas, se suplanta la identidad y se envían mensajes amenazantes a la víctima.
“En el ciberacoso, el acosador y la víctima son habitualmente compañeros de colegio o instituto y se relacionan en la vida física”, explican Maite Garaigordobil y Vanesa Martínez-Valderrey en su libro Cyberprogram 2.0. Programa de intervención para prevenir y reducir el ciberbullying (Pirámide).
Estas investigadoras de la Universidad del País Vasco subrayan que, a través de internet, la percepción del daño por parte del acosador queda en cierta manera diluida, ya que no se dan situaciones cara a cara. Además, esto confiere una cierta sensación de impunidad por el anonimato que otorga la Red. “En algunas ocasiones, el ciberacoso es una forma de extensión del bullying. En otros casos, el acoso se inicia en la Red y pasa luego a la vida real, y, otras veces, comienza y sigue como ciberbullying”, remarcan.
Los centros deben investigar
Si bien la mayor parte de estas situaciones se producen fuera del horario escolar, "los centros están legalmente obligados a conocer de situaciones que puedan estar afectando negativamente a sus alumnos, aunque estas no se desarrollen dentro de sus muros", matiza el psicólogo José Antonio Luengo. Pero si detectar el acoso es ya de por sí complejo, identificar las conductas de ciberacoso se convierte en una verdadera batalla para los responsables de los centros.
"La única manera de conocerlo es que te lo cuenten, porque tú no tienes acceso a las redes sociales", añade Luengo. Habitualmente, la información llega a través de los padres, del propio alumno, o de compañeros y hermanos. Es entonces cuando se debe comenzar una investigación y activar el protocolo de intervención. "Valorando pruebas, investigando, se construye un background para aclarar lo que está pasando y poder repararlo", explica este psicólogo, que forma parte del Equipo de Apoyo contra el acoso escolar puesto en marcha por la Comunidad de Madrid.
"Los niños no deben abrir cuentas en las redes sociales si son menores de catorce años"
Lo cierto es que, a diferencia del acoso escolar tradicional, la víctima no puede escapar físicamente y las audiencias dejan de ser las del aula o el centro escolar y se multiplican. La Policía Nacional puso en marcha hace diez años el Plan Director, mediante el que los agentes imparten charlas a los alumnos de toda España para tratar de prevenir el la violencia en las aulas. “Uno de los consejos que les damos a los chavales sobre el uso de las redes sociales es que no deben utilizarlas si son menores de catorce años”, explica su Coordinadora General Adjunta. Pero eso parece una verdadera quimera.
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