Todos hablan del mismo término. Y cada partido lo manosea más o menos según la parte de España en que concurra con sus candidaturas y el poder que allí posea o ansíe. Es el gran mantra de toda campaña que se precie. Es la palabra mágica que PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos, UPyD o IU utilizan tanto estos días que hasta pierde su sentido. Se trata, como habrán adivinado, del "cambio". La acción y efecto de cambiar. Un verbo cuyas dos primeras acepciones en el DRAE son: "dejar una cosa o situación para tomar otra" y "convertir o mudar algo en otra cosa, frecuentemente su contraria".
Este domingo, sin ir más lejos, la ganadora de las últimas elecciones andaluzas, Susana Díaz, acudió a Castilla-La Mancha, donde su amigo Emiliano García-Page utiliza el lema "vamos a cambiarla". Otra mujer poderosa, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, paseó por Zaragoza en un vehículo que pedía "cambiar Zaragoza". Al mismo tiempo en las calles de Madrid voluntarios o miembros de Ciudadanos, Ahora Madrid-Podemos y Unión, Progreso y Democracia (UPyD) repartían propaganda en la que se apela directamente al "cambio" tanto en la capital como en el resto de España. Y, como ya se ha contado aquí, los partidos emergentes que dirigen Pablo Iglesias y Albert Rivera se refieren al cambio en sus spots de campaña.
La utilización del reclamo del "cambio" ni es nueva ni es sorprendente. Y parece dudoso que sea realmente útil para convencer al electorado. En tiempos confusos y cambiantes para la política española, no ayuda demasiado al personal que todos a la vez hablen de cambiar las cosas. Sobre todo porque pocos, muy pocos dicen con claridad cómo pretenden llenar de contenido esta promesa tan frecuente como vacua. Además, las costumbres de los partidos provocan que muchos electores solo recuerden la tercera acepción del verbo que aparece en el DRAE: "dar o tomar algo por otra cosa que se considera del mismo o análogo valor".
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