La Audiencia provincial de Cáceres ha condenado a cuatro años y seis meses de prisión a Constantin Dumitru y Priscila Guevara, los dos acusados de robar 45 botellas de vino del hotel-restaurante Atrio de la capital cacereña.
A los condenados, como autores responsables de un delito de robo con fuerza en establecimiento abierto al público de especial gravedad, les impone además una indemnización conjunta y solidaria de 753.454 euros, ha informado este lunes el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura en un comunicado.
Dumitru proclamó el pasado 1 de marzo su inocencia en el juicio y preguntó que si él era el ladrón, dónde estaban las botellas. El ahora condenado se acogió a su derecho a la última palabra en el juicio que se celebró en la Audiencia Provincial de Cáceres, cuya sentencia finalmente les ha condenado a él y a su compañera, Priscila Guevara, a cuatro años y seis meses de cárel. La otra acusada guardó silencio ante el tribunal.
A juicio de la abogada de ambos, se vulneraron los derechos fundamentales de sus defendidos durante el proceso, desde la detención el pasado verano, mientras que las pruebas presentadas por la Policía son “actos de fe ciega”. En su opinión, no aportan “evidencias legales”, y pidió la nulidad de las pruebas periciales y que se desechasen los testigos.
¿Dónde están las botellas me pregunto yo? Si yo soy el ladrón, quisiera saber dónde están”, afirmó Dumitri.
Tanto la fiscal como la aseguradora mantuvieron sus peticiones de condena de cárcel, de 4,5 y 5 años, respectivamente, en sus conclusiones definitivas. La acusación pública rebajó la indemnización a 753.454 euros para la aseguradora, lo tasado por la interesada.
Robo en Atrio
“¿Dónde están las botellas me pregunto yo? Si yo soy el ladrón, quisiera saber dónde están”, afirmó Dumitri. El acusado aseguró que no había pruebas y expuso las "incongruencias" del relato sobre si el robo había sido por encargo o quisieron intercambiar las botellas por un coche.
“Me vuela la cabeza pensar que un hotel cinco estrellas y dos Michelín, que tiene una bodega de tanto nivel, de tanto vino, con botellas históricas, que no tengan cámara dentro", ha declarado.
"No debemos estar aquí hablando de qué ha pasado ahí dentro o no -ha agregado-; un seguro de casa inmediatamente te dice que pongas cámara aquí y aquí para poder, el día que te roben, devolverte lo que te están robando”.
Su abogada ha tratado de desmontar las pruebas de los peritos que también comparecieron, comenzando por los restos de ADN de los dos acusados hallados en el retrete de la habitación 107 de Atrio, que, para Córdoba, no les sitúan en el lugar.
Sobre la identificación facial, recordó que no llegó a hacerse con las imágenes de las cámaras de seguridad por no tener calidad suficiente para “emitir ningún juicio”, como afirmaron las responsables de la Policía científica. “No caben 45 botellas en dos bolsas de deportes y con cuatro toallas, ni por espacio ni por la ligereza con las que las porta ese hombre”, apuntó la letrada de la defensa respecto a lo que se ve en las imágenes de seguridad.
También cuestionó que el tasador contratado por la aseguradora fuera experto en vinos, tal como él afirmó, que valoró los sustraídos en 753.454,45 euros, según el informe realizado en febrero de 2022 y aportado ahora, sin las facturas de las botellas, compradas hacia el año 2000 por Atrio.
Cómo se accedió a la bodega
Sobre el relato de la acusación, ha asegurado que existen dudas de cómo se accedió a la bodega, sin cámaras en su interior, solo en la sala de catas anexa, pues “no existe la grabación de cuando entra” la persona que se ve en las imágenes, por lo que “podría haber estado abierta” la puerta, señaló.
La letrada recordó que así se la encontró el sumiller al día siguiente, por lo que ya no se hablaría de un robo con fuerza sino de un hurto. Además, expresó que “casualmente” unos amigos de los dueños ocupaban la habitación 106, cuya llave fue utilizada antes que la maestra para intentar abrir la bodega, según el relato del Ministerio Público.
Por su parte, la fiscal del caso puntualizó que, aunque no existía una “prueba directa”, la prueba indiciaria “acredita que los acusados son autores del delito”, pues se ha demostrado, a su juicio, que los ladrones se alojaron en la 107 y estos eran los acusados.
Así, les atribuye la autoría de un delito de robo con fuerza con dos agravantes relacionadas con el valor monetario y el valor histórico de las 45 botellas de vino.
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