Pedro Sánchez, que será investido este domingo como secretario general del PSOE, no ha querido dar la imagen de que inicia su carrera como un líder del partido tutelado por Susana Díaz y la federación andaluza, a los que debe el cargo. Eso explica que no haya colocado a ninguno de sus representantes en la secretaría de Organización, considerada hasta ahora como el segundo puesto en importancia dentro del organigrama socialista, y haya optado para esta responsabilidad por un amigo suyo de toda confianza, el riojano César Luena. Es un joven diputado del que todo el mundo destaca su bonhomía y carácter conciliador. A él le tocará bregar con los barones en una etapa difícil centrada en los preparativos de las elecciones locales y autonómicas de mayo. Hay quien no le ve con la autoridad suficiente como para desempeñar el cargo.
Susana Díaz presidirá una ejecutiva bis, desde donde supervisará a todos los barones
Pero, más allá de las apariencias, el mando de Luena estará condicionado por dos circunstancias que conviene tener en cuenta. La primera, que en la propia ejecutiva federal van a instalarse algunos de los responsables regionales más importantes: la catalana Carmen Chacón, que se hará cargo de la secretaría de Internacional, el valenciano Ximo Puig, el castellano manchego Emiliano García-Page, el vasco Patxi López y posiblemente el madrileño Tomás Gómez como vocal. La segunda, que la presidenta andaluza, Susana Díaz, presidirá una ejecutiva bis, como es el nuevo Consejo Federal, en el que tomarán asiento los 19 barones y el núcleo duro de la dirección. Además, una veterana política andaluza, Micaela Navarro, ocupará la presidencia del partido, por primera vez en sus 35 años de historia, y otro representante de la federación, Antonio Prada, entrará también a formar parte de la ejecutiva, como responsable de la política territorial. Son antenas muy potentes las colocadas por una organización que aporta casi el 25% de la militancia y el mismo porcentaje de los delegados que desde este sábado acuden al congreso extraordinario socialista.
La presidenta andaluza ha querido dejarse abierto su posible salto al cartel electoral
Algunos de estos delegados opinan que la negativa de Susana Díaz a sentarse en la presidencia del PSOE no obedece tanto a su temor a acumular demasiado poder sino a su interés en dejarse el camino despejado para dar el salto al cartel electoral en caso de que el liderazgo de Pedro Sánchez no llegara a asentarse antes de la convocatoria de las próximas elecciones generales. El puesto de presidente del PSOE, ocupado durante casi dos décadas por Ramón Rubial, luego por Manuel Chaves y, en los últimos años, por José Antonio Griñán, ha sido considerado siempre dentro del partido como un destino simbólico, en todo caso un puesto no ejecutivo que perdió sus referencias históricas tras el fallecimiento de Rubial.
El resto de la ejecutiva, a falta de retoques finales en las vocalías, está ya bastante cerrada: a Manuel de la Rocha Vázquez, hijo del dirigente de Izquierda Socialista del mismo nombre, le ha sido ofrecida la secretaría de Economía, a la diputada Maria Luz Rodríguez, estrecha colaboradora de Pedro Sánchez, la de Empleo y a la catalana Meritxell Batet, que apoyó a Eduardo Madina, la de Estudios y Programas. Batet forma parte, pues, de la cuota que Pedro Sánchez necesitaba para demostrar que ha habido esfuerzo integrador.