Dos de las mujeres con más poder en Madrid, Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno, y Ana Botella, alcaldesa, mantuvieron este lunes una "discreta" comida después de los últimos encontronazos que ambas han tenido con motivo de la propuesta de Botella de pedir que se prohíban o trasladen las manifestaciones que colapsan el centro de la ciudad.
La disculpa ha sido estas últimas divergencias, pero la realidad es que ambas no han tenido buenas relaciones desde que ocupan sus responsabilidades y han querido reunirse para hablar e intentar terminar con esta situación cuando se acercan las elecciones europeas. La delegada del Gobierno, se ha sentido atacada de manera paralela por el Ayuntamiento y la Comunidad a causa de las manifestaciones. "Las protestas no se pueden prohibir, pero los gobiernos local y regional piden restricciones que son jurídicamente insostenibles", decían la pasada semana fuentes de la Delegación.
Cada vez que Cifuentes, u otros delegados del Gobierno, ha querido restringir este derecho se ha encontrado con un fallo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid en el que se aceptaban las protestas de los convocantes y exigía se no se prohibiera ni modificara el recorrido de la manifestación.
Por su parte, Ana Botella lleva semanas en una campaña para intentar recuperar imagen entre los madrileños. Protagoniza dos actos municipales a la semana y ha tenido entrevistas en radio y una buena presencia mediática. Se cansa de decir que trabaja por Madrid y que no quiere saber nada de la carrera electoral.
Botella ve a Cifuentes como una posible rival electoral y esa circunstancia ha provocado, según incluso gentes del PP, distanciamiento entre las responsables de la Seguridad y la ciudad de Madrid.
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