La campaña de Pedro Sánchez ha arrancado en el debate del estado de la nación con una batería de medidas desgranadas a lo largo de 90 minutos –“un brainstorming” de ministros, según el PNV- y con un denominador común: arrebatar la bandera de la defensa de las clases trabajadoras a Yolanda Díaz con un incremento del gasto público y el hachazo fiscal a energéticas y bancos, como reclamaban desde hace meses desde Unidas Podemos.
El presidente del Gobierno asistía a su primer debate del estado de la nación tras la histórica derrota en Andalucía, con 10 puntos menos de confianza en su persona que cuando arrancó esta legislatura y con las encuestas enterrándole por debajo de los 100 e, incluso, de los 90 escaños. Con estas credenciales, y quien conozca al inspirador del ‘Manual de Resistencia’ (que lo haya escrito es otro cantar) todos esperaban el contraataque del boxeador acorralado. Y, ciertamente, ha repartido millones a diestro y siniestro. Pero la que peor los ha encajado, por sus gestos, ha sido Yolanda Díaz.
Reconociendo que “en los próximos meses la economía española va a crecer menos de lo previsto”, Sánchez no ha asumido el más mínimo ápice de culpa en la crisis: Putin, Rusia y la guerra son los únicos responsables. A Feijóo le ha tildado de “curandero” y el líder del PP ha preferido no comparecer para valorar la intervención de Sánchez: “que se peguen ellos”, ha debido pensar. Siempre es mejor que un boxeador sonado persiga sombras.
Las banderas de Yolanda Díaz
Becas, abono transporte gratis, viviendas pero, sobre todo, hachazo fiscal a los beneficios de las energéticas y de los bancos –impuesto éste que ya defendió personalmente Pablo Iglesias en el Congreso en noviembre de 2018 bajo el eufemismo de "recargo de solidaridad a la Banca"-. Estas medidas fueron jaleadas en el hemiciclo con gritos en la bancada socialista mientras Yolanda Díaz permanecía impasible una y otra vez entre Nadia Calviño y Teresa Ribera, que no paraban de aplaudir a su líder. En la Bolsa, los bancos y las energéticas se hundían. Si alguien cree que esos impuestos no los acabaremos pagando los consumidores…
Pedro Sánchez enarbolaba para sí las banderas sociales que Díaz lleva levantando en su recién nacido proyecto ‘Sumar’, el proyecto “de la verdadera izquierda” –decían- de “las cosas chulas”. Hasta hoy, debió pensar Sánchez, cansado de que le identifiquen con la crisis mientras su vicepresidenta levita por los problemas, la inflación y la crisis como si ella no formara parte del mismo proyecto.
Al parecer –y pese a que luego en el patio dijera que sí- la vicepresidenta Díaz no conocía el detalle de los anuncios de Sánchez. Su gestualidad en la bancada le delataba: “¿Qué no he aplaudido? Mejor escuchar”, se justificaba de manera apresurada Yolanda Díaz. El presidente, con pólvora del rey, acababa de presentar toda una batería de “cosas chulas” que le dejan a ella sin argumentario para aglutinar a la izquierda en torno a su proyecto.
Los morados, felices pero no tanto
En Podemos, Ione Belarra estaba más feliz que Yolanda Díaz: las medidas responden al “cambio de rumbo” que pedían los morados… y si de paso, la vicepresidenta se siente atacada por Sánchez, miel sobre hojuelas. Pero los morados no pueden obviar que el presidente también les ha repartido estopa: Sánchez ha esgrimido el apoyo a Ucrania como parte esencial de su política. “No hay equidistancia entre Putin y Ucrania”, les ha recordado, y ha prometido seguir ayudando militarmente a Kiev porque “estamos en el lado correcto de la historia”. Al presidente no se le olvida su futuro europeísta y atlantista.
“A por todas” es el lema de Sánchez en modo candidato para intentar, como sea, resistir al frente del Gobierno. Es Sánchez contra los poderosos, Sánchez con los jóvenes, Sánchez contra los bancos, Sánchez ‘a por todas’…
La euforia en Moncloa y en la parte socialista del Gobierno es -frente a Díaz- evidente. Bajo el eslogan “A por todas” difunden las 14 medidas explicadas por Sánchez. “A por todas” es el lema de Sánchez en modo candidato para intentar, como sea, resistir al frente del Gobierno. Hasta Gabriel Rufián parece descolocado por la lluvia de millones porque ninguna es específica para Cataluña. Es Sánchez contra los poderosos, Sánchez con los jóvenes, Sánchez contra los bancos, Sánchez ‘a por todas’…
El líder del PSOE ha pasado este martes al contraataque como el boxeador que sabe que tiene que ganar sus últimos asaltos por KO, con un golpe directo, porque a los puntos lleva perdida claramente la pelea y no para de sangrar. Así se lo cantan las cartulinas que semanalmente desvelan las encuestas.
Lo malo es que, en el rincón, no tiene rival: Feijóo está fuera del ring y permanece en la tribuna, asistiendo a un combate en el que el inquilino de Moncloa parece haber dirigido más golpes contra sus propios socios –arrebatándoles los argumentos que durante meses le han echado en cara- que contra la sombra del líder de la oposición que ni siquiera ha valorado su intervención. Feijóo está feliz de no ser diputado. Prefiere ver cómo otros se pelean por conquistar la izquierda del ring.
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