España ha sido siempre el país de los embalses. O de los pantanos, como decían nuestros abuelos. Un país que durante la dictadura franquista invirtió en infraestructuras de este estilo para almacenar el agua de una nación aquejada regularmente de sequías. Sin embargo, el exceso de estos pantanos, sumado a la emergencia climática que reina en el mundo más la sequía que habita en buena parte de España durante todo el año, ha dado con los embalses en el punto de mira de la opinión pública por su utilidad real para frenar este fenómeno tan acuciante.
Sin embargo, ha sido la decisión del Gobierno de derribar la presa del embalse de Valdecaballeros (Badajoz), la que ha desatado el debate hidrográfico en España. Pese a los mitos, el pantano no fue construido como parte del Plan Badajoz que vio la luz en el régimen. Todo lo contrario, surgió en 1984 con la necesidad de refrigerar la central nuclear, una que nunca llegó a funcionar. Fue el propio Felipe González el que decretó una moratoria que supuso la paralización de las obras de los reactores I y II. Afortunadamente, se le pudo dar otro uso, el de abastecer de agua a poblaciones de la zona.
Todo esto va camino de pasar a los libros de historia de España, ya que desde el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico se decretó su demolición. La reacción por parte de los afectados no tardó en llegar. El presidente de Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, mostró su firme oposición a la resolución del Gobierno. En un comunicado emitido el pasado mes de marzo, Vara trasladó al Ejecutivo central su "firmísima oposición" a dicha demolición, por lo que va a presentar un recurso "para intentar evitar que se produzca".
Con las características climáticas de España, que se acentúan con la falta de lluvias, la crisis climática que tenemos encima y el exceso (según algunos) de embalses, abre un escenario para el futuro inmediato de la gestión de las aguas en España. ¿Conviene construir más pantanos que recojan las aguas o es una medida del todo anticuada que no ayuda al problema real que tenemos encima? Los expertos se dividen en dos grandes corrientes de opinión.
Embalses, ¿solución o parche del pasado?
Como en todos los asuntos de gran envergadura nacional, y en la tónica de la cultura ibérica, no existe una postura firme ni una tesis abraza por todos para hacer frente al problema de la sequía y el uso de los pantanos. Mientras unos apuestan por construir más infraestructuras de este estilo que recojan el agua tras grandes periodos de sequía, evitando así que se pierda, por ejemplo, en el mar, otros prefieren ahorrar este dinero y usarlo en políticas como la reducción de agua.
En esta primera idea se mueve Carlos Granell, secretario general del Comité General de Grandes Presas, quien considera que "hacen falta 50 presas nuevas para afrontar un porvenir con menos lluvia". Además, otro de los puntos que se consideran clave en este planteamiento son los trasvases. Este argumentario flaquea si nos damos cuenta de que la capacidad de almacenar agua en España es excesiva, precisamente, porque el agua disponible es inferior a la mencionada capacidad.
Más allá del gasto que supone mantener y construir estas infraestructuras, los mil embalses de nuestro país han supuesto, en algunas regiones, la desaparición de valles, campos de cultivo o poblaciones, las cuales se han visto obligadas a reubicarse en otro emplazamiento. Amén de alterar los caudales, flujo de sedimentos, migración de peces y la propia temperatura del agua.
También es importante mencionar el efecto llamada que hacen estos embalses, pues generan una demanda a veces innecesaria en la población por el hecho de saber que pueden tenerla. En resumen, si nos atenemos a este planteamiento anti embalses, significan una grave pérdida de la biodiversidad patria.
Unas de las funciones más relevantes que tienen los embalses es la de frenar la devastación que puede tener en la población los periodos de lluvia torrenciales, pero esta labor será infructuosa si están llenos, ya que el agua desbordaría la capacidad del mismo.
Pese a todo, el principal uso de estos pantanos es almacenar agua que sirve para generar energía hidroeléctrica, lo que requiere ingentes cantidades del elemento base, privando así de agua para consumo directo humano. Esto no quita, ni mucho menos, que los embalses existentes sean de gran utilidad, pero antes de hacer frente a una inversión de este calibre, convendría medir los riesgos y beneficios que conlleva.
Por tanto, antes de tomar decisiones como la llevada a cabo por el ministerio de Teresa Ribera, lo primero sería sentar las bases de un plan hidrológico real, enfrentando posturas y analizando pros y contras de cada supuesto. Especialmente en tiempos de sequía y necesidad como los que vivimos en todo el mundo, pero sobre todo en España.
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