Cuatro de la tarde. Los asistentes al curso de recuperación del carnet de conducir -conocido por la DGT como de sensibilización reeducación- comienzan a llegar a la autoescuela en metro para asistir, un día más, a las clases, imprescindibles para poder volver a circular tras la pérdida total de puntos o una infracción penal. Un trámite de carácter obligatorio que implica superar un curso de 24 horas para volver a circular en carretera una vez terminado el tiempo de suspensión.
Desde el minuto uno, es fácil observar que no se trata de un curso normal y corriente: el Ministerio del Interior se asegura de que los alumnos no falten mediante un sistema de fichaje fotográfico que se realiza a la entrada y salida del aula, también en los descansos, con el objetivo de asegurarse de que nadie se salta las clases o que encuentre a alguien que asista por él. La puntualidad es una exigencia: llegar tarde o faltar un día implica el suspenso y tener que repetirlo desde el comienzo.
Una vez en la clase, algunos de los asistentes se presentan y comparten sus dramas personales: desde el camionero que perdió el carnet -y el puesto de trabajo- después de ser cazado con exceso de velocidad, sin cinturón y hablando por el móvil, hasta una joven que fue sorprendida por la Policía Municipal de Madrid con varias cervezas de más mientras volvía a casa en su moto. "Yo dí 2,40 en el test de alcoholemia, eso estaba roto", apunta otro entre carcajadas de los demás, que en realidad, se ríen por no pensar. Otros, sin embargo, se mantienen callados, en su pupitre, sin mediar palabra con los que serán sus compañeros durante unas cuantas horas.
El silencio tenso lo interrumpe la profesora principal, que, para sorpresa de todos, trata de rebajar los ánimos. "No estoy aquí para juzgaros, así que no quiero que contéis por lo que estáis aquí", señala a la clase. Como reconoce en privado, con ello busca tratar a todos por igual. Al fin y al cabo, a estos cursos asiste toda clase de personas: desde aquellos que perdieron el carnet tras acumular sanciones con retirada de puntos hasta gente que, tras cometer un delito de conducción temeraria que acabó en tragedia, se jacta de ello de manera execrable. Con esa norma de contención, se evita disgustos y malas caras.
El curso somete a los alumnos a emociones fuertes: desde ver ejemplos de accidentes de tráfico graves –aquellos que puede provocar de manera sencilla alguien que vaya pasado de alcohol- hasta recibir la visita de una víctima de accidente de tráfico, ya sea alguien que cometió una imprudencia y sufrió lesiones irreversibles o todo lo contrario, una persona inocente que sufrió el comportamiento inconsciente de un tercero. Si en las clases suele haber buen ambiente, es en esas fases el curso en las que cada uno pelea contra sus propios demonios.
El curso resulta, de manera sorpresiva, ameno y busca, además de repasar los conceptos básicos de circulación, concienciar de las consecuencias de tener una mala conducta. Tras el castigo -la retirada del carnet-, el curso busca reformar a estos conductores para que regresen a la carretera de manera responsable. De esta manera, se genera el círculo completo que permite al conductor volver a conducir.
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