Siete años después del comienzo de la crisis, España crece y recupera parte del PIB perdido, sí, pero se está muy lejos aún de poder hablar de cambio de ciclo, fin de la crisis o inicio de una edad dorada. “Yo no me atrevería a hablar de círculo virtuoso de la economía, sobre todo porque para entrar en él tiene que haber cierta recuperación de dos factores clave: la inversión productiva y la productividad”, explica a Vozpópuli Raymond Torres, director de estudios internacionales de la OIT. “Pero en estas variables no ha habido tal recuperación, y son la clave para adaptarse a un mundo que está cambiando permanentemente”.
El pasado viernes, el presidente del Gobierno Mariano Rajoy afirmó que estábamos “entrando en un círculo virtuoso” que se va caracterizar por una combinación de más crecimiento, más empleo, más ingresos y menos impuestos. “La recuperación está ahí”, afirmó.
Si no hay inversión hoy, difícilmente habrá empleo mañana
“Encuentro difícil hablar de ese círculo virtuoso del que habla Rajoy en un panorama con empleos por un día o una semana difíciles de justificar desde el punto de vista de las necesidades de la economía”, asegura Torres. Para que arranque ese dominó de más crecimiento, más creación de empleo y arcas públicas más saneadas, insiste, es condición necesaria la recuperación de la inversión, sobre todo privada, y la productividad. Si no hay inversión hoy, difícilmente habrá empleo mañana.
La inversión productiva se sitúa en menos del 18 por ciento del PIB, según la propia OIT. “Sigue siendo insuficiente para mantener los futuros beneficios que pueda traer consigo la salida de la crisis”, afirma la organización. "La débil posición crediticia de las empresas españolas ha afectado negativamente a su capacidad para invertir". Sólo en los tres primeros años de la crisis esta tasa de inversión cayó del 28.8% al 15.2%, la tercera mayor contracción de la zona euro tras Grecia y Portugal. "Las empresas españolas han reducido las inversiones a largo plazo y productivas, como las destinadas a investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), favoreciendo las inversiones a corto plazo [...] Esta situación ha llevado a una espiral negativa de tasas más bajas de inversión a largo plazo, a reducciones en el crecimiento a largo plazo y a una menor creación de empleo"
España está a la cola, junto a Portugal en variación de la llamada Formación Bruta de Capital Fijo como porcentaje del PIB, uno de los dos componentes principales de la inversión de cualquier país, que incluye compra de viviendas, edificios y construcciones, maquinaria y bienes de equipo, armamento o recursos biológicos, entre otros. Parte de estas caídas, pero no todas, son típicas de la explosión de una burbuja inmobiliaria, porque el dato incluye el ladrillo.
Y luego está el espejismo de pensar que la subida del PIB equivale al inicio de un crecimiento sostenible.
España crece por encima del 3% interanual. Este hecho es aplaudido en general por todos los actores internacionales, incluida la OIT, entre otras cosas porque la otra opción es peor. El “demonio está en los matices”, sin embargo. Para empezar: ¿Cuánto crecería sin esa especie de “Santísima Trinidad de la Economía” que supone un euro y un petróleo bajo, y unas políticas expansivas del BCE? A este argumento Moncloa responde casi siempre con el contraejemplo extremo, el de por qué no crece Grecia a ese ritmo, aunque signifique compararse con el último de la clase.
Pero además esta aceleración es propia de países que han caído con fuerza. En ese sentido, la OIT recuerda: “Hoy, el volumen de la economía española es menor que en 2007, y el ingreso medio de los españoles ha disminuido un 8 por ciento”, según el informe “España, crecimiento con empleo”.
El mayor PIB de España se alcanzó en 2008, con 1.116.207 millones de euros. El año pasado estábamos aún a casi 58.000 millones de esa cifra. La gráfica de hundimiento y posterior recuperación de los productos nacionales muestra el largo camino que le queda a España por recorrer y explica parte de los acelerones de los últimos meses.
Desde la OIT reconocen que “está claro es que la economía española ha mejorado, con uno de los crecimientos más altos. Esto incluye una mejoría en el índice de desempleo que aplaudimos”, argumenta Torres. Pero hay todavía muchas variables que torcer para que se pueda consolidar esa recuperación de forma más sostenible. ¿Cuál va a ser el nuevo modelo económico? ¿Con qué se va a sustituir el empleo que generaban las 800.000 viviendas anuales construidas en la burbuja? ¿Qué se plantea? “El desafío es saber si se va a recuperar una base productiva similar a la anterior a la crisis, esto es, sector inmobiliario y baja productividad, pero aún más deteriorado y con salarios más bajos y precariedad; o si se va a orientar el país hacia una nueva pauta de crecimiento económico”, concluye Torres.
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