Cuatro actores rendidos a su director. Y no son nombres cualquiera: Kate Winslet, Jodie Foster, Christoph Waltz y John C. Reilly. Pero tampoco un director cualquier: Roman Polanski. Todos juntos han creado "Un dios salvaje", una película que demuestra que lo simple es muchas veces lo más complejo.
Basada en la obra de teatro de la francesa Yasmina Reza -que ha colaborado con Polanski en el guión-, "Carnage" llega mañana a los cines españoles. Un filme que Polanski preparó en su tiempo de detención domiciliaria en Suiza, mientras esperaba a una decisión de la Justicia helvética sobre la petición de extradición solicitada por Estados Unidos, donde está acusado de haber mantenido relaciones sexuales con una menor hace 33 años.
Rechazada la extradición y liberado después de 21 meses de detención y arresto domiciliario, Polanski se centró en realizar "Carnage", que llega precedido de tanta expectación como buenas críticas y con una admiración profunda a su director por parte de los protagonistas.
"El resultado superó de lejos mis expectativas. (Polanski) es único, tiene una visión muy especial. Es director desde hace 60 años, hizo su primera película con 18 y ahora tiene 78 años. Es imposible que alguien como él esté equivocado en nada".
Así de rotundo se mostraba Christoph Waltz en una entrevista con Efe en el pasado Festival de Venecia, en el que se estrenó la película y en el que comenzó a cosechar los primeros y unánimes aplausos.
Waltz -ganador del Óscar en 2010 al mejor actor secundario por "Malditos bastardos"- aseguró que no tuvo que pensar si participaba en el filme.
"Él decidió que yo podía interpretar en esa película y yo no tuve nada que decir (....). Si él decide que tú eres el adecuado para una de esas películas es un honor, no es algo sobre lo que necesite pensar. Polanski es Polanski".
Una reacción parecida a la que tuvo inicialmente Kate Winslet.
La británica -Óscar en 2009 por "El lector"- cuenta muy expresivamente lo que pensó cuando recibió la llamada del director franco-polaco. "Piensas, es Roman Polanski. ¡Oh, Dios mío!", señala a Efe.
"Es el sueño de cualquier actriz trabajar con alguien como Roman", afirma convencida Winslet antes de reconocer que sin embargo decidió participar en la película por una combinación de elementos.
Una guión que le encantó -"creo que es absolutamente hilarante"-, que podía entender desde su faceta de madre -"he experimentado ese tipo de insignificantes intrigas de patio de recreo"- y que trata de un asunto que realmente le divierte.
Una historia reducida a cuatro personajes entre cuatro paredes. Dos parejas que se reúnen para discutir sobre la pelea que han mantenido sus hijos, de 11 años, y sobre las decisiones o castigos a adoptar. Parece simple pero no lo es.
De la más exquisita educación a un enfrentamiento vulgar, las dos parejas evolucionan en tiempo real ante la mirada del espectador. Y lo hacen en el salón de una casa, un espacio claustrofóbico que ayuda a delimitar la acción y a centrar la atención e unas soberbias actuaciones.
El principal desafío para Winslet fue mostrar en ese espacio de tiempo y lugar "el significativo viaje emocional" de su personaje. Algo por lo que pasan los cuatro protagonistas pero de una manera especial la Nancy a la que ella da vida.
"Nancy empieza extremadamente recta y al final vomita, está borracha, grita, nada de lo que hubieras esperado de ese personaje", relata divertida la actriz.
Porque si algo queda claro es que los cuatro actores tuvieron una relación más que amistosa durante el rodaje, sin las fricciones que se podían esperar de cuatro estrellas de sus características.
"El espacio era muy importante. Una única habitación con cuatro personas y con el peligro de romper los nervios del otro", explica Waltz. "Pero lo sabíamos antes de empezar. El hecho de que fuera un espacio pequeño para el rodaje no significa que el espacio para nuestra imaginación y nuestra colaboración no fuera adecuado, justamente lo contrario".
Al principio, relata por su parte John C. Reilly, "todos estábamos encantados con el apartamento. Usábamos el baño para descansar mientras los demás trabajaban. Pero cuando pasaron dos semanas estábamos como en una jaula de oro".
Pero eso no interfirió en la relación con sus colegas. Y el clima creado por Polanski ayudó mucho al buen desarrollo del rodaje.
"Trabajo con gente que es muy abierta pero que asume su responsabilidad", explica Reilly, que recuerda cómo Polanski les decía: "He hecho esto durante 60 años, confiad en mí". "Estábamos en muy buenas manos", afirma este actor, nominado al Óscar por su trabajo en "Chicago" (2002).
Todos ellos hablan maravillas de Polanski y de Foster, la única del cuarteto protagonista que acudió a la presentación de Venecia. Y defienden a capa y espada un trabajo que se defiende por sí mismo y que demuestra una vez más que el cine no vive sólo de efectos especiales y tres dimensiones
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