España

La declaración inédita de un dirigente de ETA revela la participación de la cúpula en la masacre de Rolando

Dignidad y Justicia, en el marco de las investigaciones de jefes de ETA que sigue en la Audiencia Nacional, accede a la declaración del dirigente ‘Ezkerra’

Quince kilos de Goma-2 y mil tuercas a modo de metralla; la bomba colocada por ETA en la madrileña cafetería Rolando, en la céntrica calle Correo, sacudió los cimientos del establecimiento y se llevó por delante la vida de 13 personas, hiriendo a otras setenta. Cascotes, una nube de polvo y cuerpos semienterrados. Una masacre que precipitó una de las primeras crisis internas de la banda terrorista y de la que ahora, coincidiendo con su quincuagésimo aniversario, se conocen nuevos detalles a través de la declaración en sede policial de uno de sus dirigentes.

El contexto es fundamental para comprender qué llevó a ETA a perpetrar semejante masacre, aunque después tratara de desentenderse del atentado. España respiraba los últimos años del franquismo y la banda terrorista, con la intención de granjearse la connivencia y el favor de los sectores aperturistas y de la comunidad internacional, puso el foco en objetivos relacionados con el régimen.

El mayor golpe de efecto llegó con el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco, llamado a suceder a Francisco Franco; un crimen que tuvo una enorme repercusión internacional y con el que ETA, que hasta entonces atentaba principalmente en País Vasco y Navarra, demostraba que tenía capacidad para asestar sus golpes en cualquier punto de España, incluida la capital.

Enardecidos por el asesinato de Carrero Blanco, ETA preparó un segundo atentado de envergadura en Madrid, aprovechando que contaba con ciertas infraestructuras y una red de apoyo -de la que formaba parte la novelista Genoveva Forest- que urdieron en los prolegómenos del magnicidio. Así pusieron el foco en la cafetería Rolando, en la calle Correo, muy cerca de la Puerta del Sol, que frecuentaban policías y funcionarios.

El 13 de septiembre de 1974, poco antes de las 14 horas, estalló la bomba que dos miembros de ETA, una pareja de origen vasco-francés, depositaron en el comedor oculta en un maletín.

Las consecuencias fueron catastróficas. Y, a nivel interno, también evidenció la crisis total en la que estaba sumida la banda terrorista, dividiéndose entre ETA Político-Militar y el frente militar, que se denominó ETA Militar.

Tras una discusión interna, la dirección de la organización decidió, además, no reivindicar el atentado. La mayoría de las víctimas no fueron policías, sino civiles, y suscitó el rechazo casi unánime de todos los estamentos políticos y sociales. La banda trataría de responsabilizar a la extrema derecha y no asumiría el ataque como propio hasta décadas después.

La declaración de 'Ezkerra'

Cincuenta años más tarde -el próximo viernes, día 13, será el aniversario- se conocen nuevos detalles sobre el atentado. Las revelaciones llegan a partir de la declaración policial que uno de los dirigentes de ETA brindó en dependencias policiales en septiembre de 1975, tras ser detenido. Se trata de Iñaki Múgica Arregi, alias Ezkerra, que en esas fechas ocupaba labores de dirección junto a Domingo Iturbe Abasolo, Txomin, José Manuel Pagoaga, Peixoto, y Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera. Cabe recordar que en 1977 se firmaría la ley de amnistía, que supondría ‘borrón y cuenta nueva’ en los crímenes perpetrados por los terroristas, por lo que esta declaración apenas tendría recorrido.

Dignidad y Justicia, en el marco de las investigaciones de jefes de ETA que se siguen en la Audiencia Nacional, abunda en el modus operandi de la banda desde sus comienzos en todos sus atentados. Entre ellos, el atentado de la calle Correos. En concreto, Daniel Portero ha accedido a la declaración donde Ezkerra revela la participación directa de la cúpula en la decisión de atentar contra la cafetería Rolando.

En ella, Ezkerra afirma que varios miembros de la organización -a saber, José María Arruabarrena, Tanque, Juan Manuel Galarraga Mendizábál, Zaldibi o Pocholo, y Faustino Estanislao Villanueva Herrera, Chapu-, viajaron en julio de 1974 a Madrid para enseñarle a otro compinche, Antonio Durán Velasco, la técnica de construcción de las “cárceles del pueblo”, también llamados ‘zulos’; el propio Tanque habría aprendido cómo hacerlo en un viaje reciente a Uruguay. La citada Genoveva Forest participó de forma activa en este encuentro.

A renglón seguido, Ezkerra indicó que en este mismo viaje la dirección de la rama militar de ETA, de la que formaba parte junto a Txomin y Peixoto, le pidió a Tanque que reuniera información sobre una cafetería ubicada en un lateral de la Dirección General de Seguridad, que ya tenían localizada en viajes anteriores a la capital durante su preparación del magnicidio de Carrero Blanco.

Una afirmación que evidencia la participación directa de la cúpula directa en el planeamiento de la masacre de Rolando. Tanque cumplió las órdenes, pero nunca llegaría a trasladarle el informe a sus superiores: poco después, sería detenido en una operación a las afueras de San Sebastián.

Pero la cúpula de ETA no desistió en su empeño. Ante la falta de noticias de Tanque, decidió enviar a una pareja de origen vasco-francés, Bernard Oyarzábal y su novia Marichu Cristóbal, a obtener la información que necesitaban para el atentado. Éstos se trasladaron en coche hasta Madrid, comprobaron la información y regresaron a San Juan de Luz (Francia).

Atentado en la cafetería Rolando.

Oyarzábal y Cristóbal no tardaron en presentar su informe a la dirección de la banda. No sólo confirmaron que Rolando era frecuentado por policías, sino que además detallaron un croquis del establecimiento y el lugar que consideraban idóneo para colocar los explosivos: los servicios.

La dirección volvió a tomar las riendas del planeamiento del atentado, sopesó toda la información recibida y decidió que la bomba debía colocarse en un lugar aún más expuesto; el comedor. A renglón seguido instó a la pareja vasco-francesa a que hiciese estallar la bomba en el momento que considerasen más oportuno.

Oyarzábal y Cristóbal se trasladaron hasta Madrid, previa parada en Irún, con la carga explosiva y el aparato de relojería que debía servir como detonador. El etarra Isidro María Garalde Bedialauneta, alias Mamarru, les instruyó en el manejo del artefacto. En la capital se reunieron, en la plaza de Cibeles, con Genoveva Forest, que les brindaba una red de apoyo mientras ultimaban los detalles del atentado.

La cúpula de ETA

Ezkerra aseguró en su declaración policial que se enteró del atentado de la cafetería Rolando a través de los medios de comunicación. Y que poco después mantuvo una conversación con Genoveva Forest en la que ésta le preguntaba si ETA no iba a reivindicar el atentado.

El dirigente de ETA también detalla las tensiones internas que supuso el debate sobre la reivindicación. Inicialmente estaba previsto que Isidro María Garalde Bedialauneta, alias Mamarru, y Josu Urruticoechea Bengoechea -al que más tarde se conocería como Josu Ternera- viajasen a Bruselas para dar una rueda de prensa y asumir el atentado. Finalmente se desestimó esta opción, tratando de responsabilizar a la extrema derecha de la masacre.

La declaración de Ezkerra evidencia la forma de actuar de ETA, con una cúpula que siempre tenía la última palabra en la comisión de los atentados. Una tesis que sostiene las querellas impulsadas los últimos años ante la Audiencia Nacional por otros atentados, como el de Miguel Ángel Blanco, Santa Pola, el juez José Francisco de Querol, la Terminal 4 de Barajas, el asesinato de dos policías en Sangüesa (Navarra), la comisaría de la Ertzaintza de Ondarroa (Vizcaya) o el de Jesús María Pedrosa Urquiza.

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