Nació en Rosario (Argentina) hace 44 años. Comparte, por tanto, cuna con el Che Guevara y Lionel Messi. No significaría nada de no ser porque los muchos seguidores de Pablo Echenique en las redes se han ocupado de destacar ese paisanaje hasta a llegar a definir esa ciudad como "un lugar mágico". Pero ya se sabe que las redes están, entre otras muchas cosas, para exagerar y exponer consideraciones de una objetividad dudosa. También se encargó él mismo de plasmar esa circunstancia en una autobiografía, 'Memorias de un piloto de combate', en las que muestra cintura para tomarse a sí mismo a broma y convertir sus propias limitaciones físicas en una baza a efectos de imagen pública.
Ahora, el portavoz de Podemos deja la política víctima de la integración de Podemos en Sumar y, en última instancia, del sello implacable de una Yolanda Díaz que nunca contó con este físico con plaza de científico titular en el CSIC, a la que piensa reincorporarse. También sería válido tomar la consideración al contrario: Echenique se va al verse abandonado por la política.
El asistente que cobraba 'en negro'
Su figura será recordada por sus controversias virtuales; en realidad, su actividad se ha desarrollado más en Twitter que en el Congreso. A la red se ha aplicado con denuedo, con una voluntad incansable de epatar hasta provocación. Una suerte de virtualidad sin virtuosismo con efectos poco eficaces en el mundo real, pero que le han convertido para siempre en un personaje popular. Reconocible.
En el interín de su aventura política, fraguada desde Zaragoza adonde se trasladó con su familia cuando tenía 13 años desde su país de origen, afloraron no pocos episodios que pusieron de relieve su incoherencia. Por ejemplo, aquel que le supuso una condena a pagar algo más de 11.000 euros tras comprobarse que no había dado de alta a su asistente doméstico en la Seguridad Social.
En el capítulo de los haberes, su papel como negociador en la conformación de un Gobierno de coalición con el PSOE, en noviembre de 2019, acaso sea el principal servicio que rindió al partido que iba a asaltar los cielos y hoy, con su marcha, certifica (un poco más) su defunción.
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