Noche cerrada en Madrid. Un silencio sepulcral se adueña de cada rincón de la ciudad, ahora sepultada por la nieve. Filomena ha causado estragos y los vecinos hacen lo posible para resistir las inclemencias en sus casas. De pronto se escucha un zumbido. Es el ruido del motor de un vehículo Aníbal del Ejército de Tierra. Crujen las ramas bajo sus ruedas y se abre paso entre la inmensidad blanca. La vida de una persona depende del éxito de su misión.
A bordo del vehículo militar viaja la cabo primero Paula Escrivá, de 37 años. Cumple con una de las misiones más desconocidas que afronta el Ejército en medio del temporal. Su unidad, integrada en la Agrupación de Apoyo Logístico número 11, se encarga de trasladar a pacientes a los que les urge una diálisis hasta sus hospitales de referencia. Personas que, atrapadas bajo el tsunami blanco, temen que el implacable paso de las horas sea fatídico si no reciben su tratamiento.
El de Paula Escrivá es un testimonio más de entre los 500 efectivos que el Ejército de Tierra ha desplegado estos días para hacer frente a los envites del temporal; 1.500 si se suman a todos los militares de los diferentes cuerpos que cumplen con diversas misiones durante estas jornadas. Pero esta cabo primero es la protagonista de una fotografía que estos días está circulando por Internet -la que abre este texto- en la que se le ve agarrando a un hombre de avanzada edad, bastón en mano, caminando entre la nieve y el hielo. Él es uno de esos pacientes que requerían atención impostergable.
Del coronavirus a 'Filomena'
Un año atípico para esta cabo primero. Su agrupación presta apoyo a otras unidades y ramas de las Fuerzas Armadas en ejercicios, maniobras y misiones internacionales. Son la retaguardia en la que se apoyan los ejércitos para cumplir con sus operaciones, dentro y fuera de España. Pero en los últimos meses han asumido desempeños poco frecuentes, como el traslado de comida a Cáritas durante la pandemia del coronavirus o el traslado de las ansiadas vacunas que ya se distribuyen por todo territorio nacional, entre otros.
Nos ubicamos en el pasado sábado, día 9 de enero. El teniente coronel Dimas, jefe del grupo de mantenimiento de la agrupación logística con base en Colmenar Viejo (San Pedro), moviliza a todos los jefes de las unidades y requiere que todo el personal disponible se presente lo antes posible en el acuartelamiento. Los hay que no lo consiguen debido a las ya implacables consecuencias del temporal, pero los que están en la base y los que viven en el propio Colmenar pronto se ponen a disposición de sus superiores.
Paula es una de ellas. Tiene dos hijos, pero “los que estamos en el Ejército sabemos que los imprevistos pueden ocurrir y siempre tenemos que estar dispuestos”, afirma en conversación con Vozpópuli. Hace unas llamadas, los deja en buenas manos y se presenta en la base. Por delante, varios días exigentes. “Nos comunicaron que teníamos que llevar a pacientes que necesitaban la diálisis. Algunos de los encargados de los vehículos no podían llegar, así que les llamamos y preparamos todo como pudimos”. Se refiere a los vehículos todoterreno del modelo Aníbal -equipado con cadenas- y las ambulancias militares. Y en marcha.
El traslado de pacientes
Primero, la llamada de rigor: “Hola, soy la cabo primero Paula Escrivá, del Ejército de Tierra, le llamo para decirle que vamos a llevarle al hospital...”. Sorpresa y alivio a partes iguales entre la mayoría de los contactos. Otros, los menos, rechazan la ayuda. Alegan que es muy tarde, que están cansados y prefieren quedarse en sus casas. ¿Qué se hace en esos casos? “Con tacto les decimos que es imprescindible y que vamos a ir quieran o no”.
Los vehículos del Ejército se abren paso entre la nieve. En el caso de la fotografía viral, Paula y su equipo se trasladan desde Colmenar Viejo hasta el madrileño barrio de El Pilar. Las condiciones no pueden ser más adversas. Ya es de noche y sigue nevando. Árboles caídos y vehículos cruzados impiden el paso por las calles. “¡Pueden ir por la siguiente, que es de sentido contrario!”, grita un ciudadanos. Y poco a poco avanzan entre las inclemencias hasta llegar a su destino.
“Los vehículos y los conductores han respondido muy bien”, afirma con cierto orgullo Paula Escrivá. Hasta donde no llegaban los todoterreno lo hacen ellos mismos a pie. Como el caso de un paciente que va en silla de ruedas, ya atascado en medio de la nieve. Un grupo de ciudadanos les ayuda y cumplen con su objetivo de llegar a los vehículos.
La jornada del sábado se prolonga hasta las 4 de la mañana. El domingo, a las 7,30, de nuevo en la base a retomar el traslado de pacientes. Una actividad que han mantenido durante los días posteriores.
"Que la gente no salga"
Con las lecciones aprendidas, la cabo primero lanza un mensaje a la población: “Que no salgan de sus casas a no ser que sea imprescindible”. A las dificultades que afrontan los militares por ramas y coches cruzados hay que añadir el tránsito de ciudadanos con esquís, tablas de snowboard o haciendo muñecos y guerras de nieve: “Nuestros vehículos moviéndose en esos medios son también peligrosos para la gente que está fuera”.
Las previsiones más optimistas apuntan a que las calles de Madrid podrán estar relativamente despejadas a finales de semana, aunque Paula Escrivá, tras varias jornadas combatiendo las consecuencias de Filomena, advierte: “Cuanto menos movimiento haya en las calles, menos tardaremos en despejarlas para volver a la normalidad”.
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