España

Las elecciones del franquismo que defiende Ortega Smith: así se votaba durante la dictadura

El secretario general de Vox ha protagonizado una polémica por verter unas declaraciones sobre los comicios convocados por Francisco Franco con unas palabras que encierran una verdad a medias

Para Javier Ortega Smith, no cabe duda: durante el franquismo “había elecciones” y “las ganaba siempre el régimen”: “Otra cosa es que fueran democráticas o no”. El secretario general de Vox ha defendido esta semana con esas palabras la existencia de comicios durante la dictadura en un polémico rifirrafe con el presentador de La Noche en 24 Horas, Xabier Fortes, tras arremeter contra quienes quieren “reescribir” la Historia al hablar de la II República en términos de “democracia, paz y orden”. 

Lo cierto es que sí, durante el franquismo se celebraron diversos comicios, aunque estos en ningún caso puedan considerarse democráticos. Para Miguel Ángel del Arco, historiador de la Universidad de Granada, “hay cuestiones que están clarísimas”: “En el franquismo, el poder no emana del pueblo, no había separación de poderes ni un separación Iglesia-Estado, no hay alternancia en el poder ni partidos políticos, y hasta el año 66 hubo censura previa y desde entonces censura a posteriori”. “En ese contexto, que haya referéndums da exactamente igual”, sentencia en declaraciones a Vozpópuli: "Lo cojas por donde lo cojas, no tiene ni pies ni cabeza".

Solo una parte de los españoles pudo dar su opinión, pues quienes tenían antecedentes judiciales o habían sido afines a la República durante la Guerra Civil estaban excluidos del censo electoral, descontando además a todos los exiliados que en ningún momento tuvieron la oportunidad de expresarse. Únicamente podían votar -para elegir a diputados y concejales- los cabezas de familia, es decir, aquellos hombres que estuvieran casados y superaran la mayoría de edad fijada entonces en los 21 años. Solo conforme avanzó la dictadura pudieron sumarse mujeres, aunque solo las que hubieran contraído matrimonio.

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Con esas condiciones, sin libertades públicas ni sufragio universal, en España hubo diversos procesos electorales amparados por la dictadura. El régimen franquista convocó dos referéndums para tratar de homologarse con las democracias de su entorno y dar una apariencia de legalidad: en 1944 -para aprobar la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado- y en 1966 -para impulsar Ley Orgánica del Estado-, ambas a proposición del propio Francisco Franco. Tras la muerte del dictador, el Estado convocó otro referéndum que le permitió pasar "de la ley a la ley a través de la ley" al ratificar la Ley de Reforma Política que dio paso al periodo democrático.

Un censo de "cabezas de familia"

También se celebraron dos elecciones de procuradores a Cortes -1967 y 1971- y ocho elecciones municipales, en las que ni siquiera era posible elegir a la mayoría de los concejales. Los alcaldes y los presidentes de las diputaciones eran elegidos por el propio franquismo, tal y como establecía la Ley de Bases del Régimen Local, que fue posteriormente modificada para incluir parcialmente a las mujeres entre las electoras y las elegibles: “Dos representantes de la familia por cada provincia, elegidos por quienes figuren en el Censo Electoral de las Cabezas de Familia y por las mujeres casadas”.

Tanto en las elecciones a Cortes como en las municipales, solo los cabezas de familia podían elegir a uno de cada tres representantes

Los comicios municipales servían únicamente para designar a uno de cada tres ediles; en cualquier caso, era el gobernador el que tenía la última palabra sobre los nombramientos, que iban preceptivamente acompañados de los informes elaborados por los propios regidores y la Guardia Civil. Ese “tercio familiar” también se aplicó para las comicios a las Cortes franquistas, que fueron constituidas en 1942. Un cuarto de siglo después de su creación, la dictadura permitió que una tercera parte de los diputados -procuradores- fueran elegidos directamente por las familias, que junto al municipio y el sindicato, componían las “entidades naturales” que a ojos del franquismo expresaban la voluntad popular. 

El referéndum más importante para Franco

El franquismo se perpetuó sin la necesidad de ampararse en una legitimidad de la que carecía, aunque hizo alarde de aquellos comicios para tratar de conferirse una condición democrática. “España se ha votado a sí misma”, celebraba el NO-DO tras el referéndum de 1966 con el único eslogan de “Franco sí” para refrendar la Ley Orgánica de Sucesión. Pero ni siquiera el propio régimen, pese a su tendencia al aperturismo para mejorar su imagen en el exterior, asumía la validez del sistema representativo conferido por las instituciones franquistas. 

Aún en 1963, el periódico ‘Arriba’, rotativo de cabecera del régimen, sostenía que “el pueblo sabe que su destino no se juega en unas citas electorales”. Fue un axioma desde los primeros compases de la dictadura. Ya en 1944, con motivo de la celebración de las primeras elecciones sindicales, el gobernador civil de Málaga, Emilio Lamo de Espinosa, reconoció que la dictadura se había instaurado “por el esfuerzo de una guerra” y que “sólo una acción de sentido igual pero contrario” podía “dar al traste” con su “continuidad política”, tal y como recoge Diario Sur. 

Una participación imposible

Pese a saberse en disposición de mantener su poder y restar importancia a los comicios, la participación en los mismos fue una de las grandes obsesiones del régimen franquista. Necesitaba darse aires de legitimidad y no valía con un “sí” mayoritario: la victoria tenía que ser aplastante. Por ello, controló los censos y las mesas y promovió activamente el voto, no solo desde las instituciones del Estado, sino también mediante la Iglesia, que respaldó abiertamente al dictador desde el primer referéndum de 1947, alentando a los católicos a estar “en paz y gracia de Dios” apoyando la continuidad del caudillo al refrendar su permanencia en el poder que él mismo se había otorgado.

La participación en las elecciones de 1947 rozó el 100% y estuvo por encima del 90% en el referéndum de 1967, no solo por el interés de la ciudadanía en la trascendencia de los comicios, sino sobre todo porque el voto era obligatorio, y se contemplaban sanciones económicas para aquellos que eludieron su deber de participar.

Sin embargo, pese al afán del franquismo, la sociedad española fue inclinándose paulatinamente por la abstención. En una de las últimas elecciones del régimen, los comicios municipales de 1973, la participación cayó hasta el 48,5% mientras se disparan las denuncias de irregularidades que llevaron a la anulación de los resultados de decenas de colegios electorales, prueba de la desafección hacia el sistema electoral franquista y los cambios que ya en ese momento estaban fraguándose en España.

Franco, Stalin, Hitler y otros dictadores que votaron

La contradictoria imagen de un dictador votando -su propia permanencia en el poder- no es exclusiva de España. En el entorno europeo, es posible encontrar otros ejemplos similares. Porque democracia no es sinónimo de votar, los grandes tiranos del siglo XX han depositado papeletas en urnas. Desde Stalin hasta Adolf Hitler votó para apoyar la anexión de Austria al III Reich en un referéndum celebrado en 1938, ya en plena dictadura nazi.

Porque democracia no es sinónimo de votar, los grandes tiranos del siglo XX han depositado papeletas en urnas

En Portugal, un envejecido Salazar depositó su papeleta en los comicios para elegir presidente de la República. Y de Mussolini, a pesar de que no hay constancia fotográfica de su participación en unas elecciones, existe una imagen mítica de su rostro en el centro de una pancarta -en el Palazio Braschi de Roma- repleta de síes para alentar el voto a favor de la lista única de los 400 hombres que conformaron el Gran Consiglio del Fascismo en el año 1934.

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