España

En manos de un PSOE moribundo

Enfrentados los candidatos, los vencedores están siendo Rajoy e Iglesias, mientras que Rivera no acaba de encontrar la fórmula y Sánchez deambula en su propio entierro de la sardina.

Estamos en plena democracia mediática, banal y sentimental. Los proyectos, la gestión y las acciones políticas quedan constreñidas en un mensaje mediático (léase televisivo). Sin tele, nada existe. La comunicación política se ha convertido en el fundamento de cualquier proyecto político, en el eje sobre el que trabajan los asesores y gestores de imagen pública: si no vende, no se dice, o no vale. No es teoría: leímos hace poco que Girauta acusó a Évole de manipular el debate Rivera-Iglesias al quitar el aire acondicionado porque provocó en el candidato de Ciudadanos sendos mapamundis en las axilas. Este es el nivel.

Enfrentados los cuatro candidatos construidos por su maquinaria partidista, los vencedores están siendo Rajoy e Iglesias –aunque por distintos motivos-, mientras que Rivera no acaba de encontrar la fórmula, y Sánchez deambula en su propio entierro de la sardina.

Rajoy aprovecha sus virtudes, como la experiencia, y oculta sus defectos poniendo dirigentes jóvenes en su entorno

¿Por qué Rajoy lo lleva bien?

El candidato encarna perfectamente el proyecto del PP: moderación, buena gestión, serenidad, y conocimiento. Esta coincidencia entre candidato y proyecto renta en las urnas. Rajoy aprovecha sus virtudes, como la experiencia, al punto de que llamó “becarios” a los otros candidatos, y oculta sus defectos, la falta de renovación, poniendo dirigentes jóvenes en su entorno. La conjugación del personaje y el proyecto permite al PP consolidar el núcleo duro de sus votantes, albergar la esperanza de convencer a los abstencionistas e indecisos que son considerados “electores cívicos”, y desmotivar al adversario.

La denuncia de la corrupción usada contra Rajoy ya no renta políticamente. El argumento está quemado. Pero tampoco funciona la estrategia del miedo, por lo que el candidato del PP ya no la usa; máxime si los chicos comunistas de Alberto Garzón se bastan para sacar al “fantasma que recorre Europa”, y llenar los actos de Podemos de banderas rojas y republicanas. No hace falta que el PP alerte sobre el ascenso del comunismo: ya están ahí los de Izquierda Unida para demostrarlo. No obstante, el miedo no es sustituido por la ilusión, sino por la moderación y la buena gestión, armas buenas para un administrador de fincas o una gestoría, pero insuficientes en estos tiempos. En el PP no son capaces de correr riesgos políticos y lanzarse a la batalla de las reformas. Se conforman con sacar más de 123 escaños. Luego diré por qué.

Los socialistas saben que el PSOE se muere, pero nadie quiere reconocerlo

La rosa fúnebre de Sánchez

Sánchez no tiene remedio. La campaña que han hecho en twitter –“Pregunta a Pedro”- fue un cachondeo, el puerta a puerta no convenció a nadie, la presencia televisiva está mal enfocada –risa forzada, ideas confusas, rabia contenida-. Los socialistas saben que el PSOE se muere, pero nadie quiere reconocerlo. Pronto, en cuanto se produzca la debacle del 26-J, los más avispados abandonarán el barco. ¿Cuál es la solución de Sánchez? Adoptar el papel de partido bisagra y decir que dará su apoyo a la opción que reforme el régimen del 78 siguiendo los modelos democráticos europeos, con un contenido social. No se desligaría del socialdemócrata Estado del Bienestar y daría utilidad al voto. Pero no lo hará porque es incapaz de asumir su nueva situación: la de partido bisagra. Es el cuento de la rana y el escorpión. ¿Qué más decir? Que acabará deshecho entre la abstención, los que se vayan a otros partidos, incluido el PP, y la ruptura del puzle que hoy es el PSOE para la supervivencia individual de los barones regionales. Eso sí: si el PSOE queda tercero el 26-J, tendrán que hacer a Sánchez “la autocrítica”; es decir, cesarlo, porque la inquina entre Rajoy y el líder socialista es tal que será imposible el acuerdo, e iremos a unas terceras elecciones que nadie quiere.

Iglesias no ha podido desprenderse de su imagen agresiva, prepotente

La mona vestida de seda

Iglesias ha estado entre algodones las dos últimas semanas para nada. No ha podido desprenderse de su imagen agresiva, prepotente, de odio calculado, perdonavidas y salvapatrias, con esa vocecita de línea caliente que susurra al oído socialista: “Pedro, el adversario es Rajoy”. El proyecto para dulcificar la imagen de Iglesias ha fracasado, entre otras cosas porque encaja perfectamente con lo que es Unidos Podemos: el deseo desmedido de Poder, envuelto en populismo socialista, para vengarse de los “poderosos”, ajustar cuentas, y dar la vuelta al orden social. Lo duro, y triste, es que es un proyecto así, inédito en un país europeo serio desde 1945, se coma al votante y militante del PSOE. Habrá “sorpasso”, claro, porque además ha sido el único que ha dicho con quién quiere pactar tras el 26-J. Sin embargo, Unidos Podemos tiene un techo electoral. No va a ganar porque hay un elector de izquierdas, numeroso, que prefiere quedarse en casa o votar a otro, antes que dar su voto a quien le desprecia.

Rivera se empeña en el “Rajoy, no”, en la campaña negativa con el PP

La bisagra irrelevante

Rivera se empeña en el “Rajoy, no”, en la campaña negativa con el PP, pero omite cualquier alusión a la corrupción en el PSOE, el partido más corrupto de la historia de España. Nada dijo de eso en el debate. Esta descompensación desvirtúa su campaña positiva, “la regeneración”, si es que queda algo de ella después del pacto ordinario de gobierno que hizo con Sánchez.

La alusión a la corrupción ya no renta, ni el uso de Venezuela, sino decir con quién se va a pactar, que es el motivo por el que se repiten las elecciones. Es más; si el PP saca más de 123 escaños se verá legitimado para formar gobierno, C’s no podrá negarse, y toda esta campaña del “Rajoy, no” obligará a Rivera a desdecirse. A no ser, claro, que el PSOE sea el que pacte con el PP, y C’s quede como algo irrelevante.

Ciudadanos debería hacer una campaña positiva, de reformas en profundidad, criticar la corrupción en ambos partidos, denunciar a Podemos sacando la gestión municipal –no Grecia, que está lejos-, y sacando más a Inés Arrimadas, el mejor recambio para un Rivera que necesita ventilación. Esas contradicciones e imprecisiones, la falta de credibilidad en la imagen del líder por el doble tratamiento en los casos de corrupción, y el cansino hiperliderazgo de Rivera, hacen que C’s se haya estancado en las encuestas. Todo indica que quedará por debajo de 40 escaños, lo que le restara legitimidad y fuerza a la hora de negociar, si es que es necesario. 

Conclusión: el muerto

Estamos en manos de un PSOE moribundo. Si el PP saca unos 125, Unidos Podemos en torno a 80, y C’s unos 35, es el PSOE, con 75, quien tiene la llave de la gobernabilidad, ya sea con su colaboración o abstención. Solo caben un gobierno constitucionalista o uno populista rupturista. El primero podría ser contando PP+C’s con abstención del PSOE, o PP+PSOE, con mayoría aplastante. El segundo sería UP+PSOE con auxilio de los independentistas catalanes de ERC y DiL, que sumarán entre 15 y 20. Si hay terceras elecciones, será responsabilidad del PSOE.

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