Si hay alguien que entiende bien el nacionalismo y el separatismo es Fernando Savater. A sus 74 años se ha reforzado como una de las voces contra quienes tratan de romper las estructuras de Estado a raíz de la medida de gracia que ha aprobado el Gobierno a favor de los presos del procés.
Una concesión que considera “de imbéciles” y que premia a “los malos”, a quienes tratan de romper las reglas.
Votante recurrente del PSOE, publicó una columna en el diario El País en la que declaró públicamente que apoyaría al PP en las elecciones a la comunidad. Su opinión causó un revuelo tan arrollador como la posterior victoria de Díaz Ayuso.
Desencantado por los lazos del actual Gobierno con los grupos separatistas contra los que él siempre ha cargado, apunta que cuanto más veía un discurso contrario a la presidenta, más se convencía de que debía votarla.
En su libro ‘Mira por dónde’ expresa que “el nacionalista se comporta tan fanfarronamente en lo colectivo como no toleraríamos que nadie hiciera en lo privado”. ¿Es posible que se haya plantado esta semilla en Madrid? Zanja de inmediato el debate: “No tiene ningún sentido”.
Pregunta. ¿Qué es para usted la concordia?
Respuesta. La concordia es una forma de vida en común en la armonía y en la alegría de estar juntos.
P. ¿Alguna vez la ha conocido?
R. Es más fácil conocerla en pequeño que en grande. Es decir, es deseable y relativamente fácil la concordia en una pareja que se ama, en una familia pequeña que se reúne, a veces una fiesta de Navidad, pero según se va ampliando, la concordia se va haciendo más difícil. Y en ese caso no hay que confiar tanto en los sentimientos, sino en las normas y pautas que se comparten. Se nos mandó amar al prójimo. Este no siempre es demasiado amable, pero siempre es respetable, sobre todo cuando hay unas normas que nos marcan cómo relacionarnos con él.
P. En política, ¿vivimos una situación de concordia?
R. Vivimos en una situación de evidente discordia. Porque las leyes fundamentales de nuestro país están siendo sacudidas y violadas por los movimientos separatistas, como en Cataluña. El separatismo viene del siglo XIX, con el carlismo, y es una de las pestes que padece nuestro país desde hace casi doscientos años. La novedad es que ahora cuenta con el apoyo del Gobierno, que se ha puesto a favor de los que están amenazando la propia estructura del país.
El separatismo es una de las pestes que padece nuestro país desde hace doscientos años. La novedad es que ahora cuenta con el apoyo del Gobierno
P. ¿Los indultos son de izquierdas o de derechas?
R. Los indultos son de imbéciles porque no van a conseguir lo que pretenden y arriesgan cosas muy valiosas que luego no van a saber recuperar. Están rompiendo un tejido que no se va a poder recomponer fácilmente. En este momento no hay nada más reaccionario en nuestro país que el separatismo: cuanto más nacionalista es un grupo, más reaccionario. En cambio, las personas que mantienen la unidad y los derechos libres e iguales de la ciudadanía son los únicos progresistas que hay.
P. En política, parece que hay una corriente que trata de clasificar a la sociedad entre los buenos y malos, justos y castigadores. ¿Lo entiende también así?
R. Son las leyes las que establecen quiénes son “los buenos”. Son los que hacen lo que se ha acordado y lo que mantiene el país, los que se paran cuando el semáforo está en rojo o pasan cuando está en verde. Es decir, las normas de convivencia son las buenas y las que las violan son los malos. Y los peores de los malos son aquellos que ocupan un puesto público, que están recibiendo sueldos del Estado por cumplir una función pública y que pervierten esa función, volviéndola en contra del Estado que les está manteniendo y de la convivencia del grupo en general.
P. ¿Los indultos son malos y el Gobierno, por concederlo, también?
R. Los indultos son una equivocación y una perversión de la función del Gobierno. Lo que tiene que hacer es defender la unidad del país y la libertad e igualdad de todos los españoles. Los indultos establecen un principio de diferencia: hay gente que delinque y que se enorgullece de hacerlo, que dice que seguirá haciéndolo. Y, que a pesar de ello, recibe un indulto. Imagínese que los violadores de ‘La Manada’ dijeran que no se arrepienten, que están contentísimos con lo que han hecho, que lo volverán a hacer en cuanto puedan. Y que, en nombre de la magnanimidad y la concordia, el Estado les concediera el indulto. Este caso es igual.
Imagínese que los violadores de ‘La Manada’ dijeran que no se arrepienten y que lo volverán a hacer. Y que, en nombre de la concordia, el Estado les indulta.
P. La manifestación de Colón. PP, Vox y Cs, juntos pero no revueltos. ¿Prefiere aquella foto del año 2019 o se queda con esta?
R. La de este año no era una manifestación de grupos políticos, sino de ciudadanos que querían influir en ellos para demostrar que estaban en contra de los indultos. Lo que pasa es que los medios de comunicación solo se fijan en los políticos. La manifestación anterior que sí era de partidos que quisieron mostrar un frente en contra de lo que proponía el Gobierno con el apoyo de grupos separatistas.
P. Su columna en El País, en la que admitió que votaría a Ayuso, dio bastante que hablar. ¿En qué momento se lanzó a escribirla? ¿Le ha dado algún dolor de cabeza posterior?
R. La hice y no me pareció algo tan extraordinario. Se acercaba la votación, mi columna iba a aparecer en vísperas del día del voto y simplemente expliqué la idea de estar prisioneros de una ideología de izquierdas o derechas. En democracia se mezclan principios liberales, socialdemócratas y se excluyen los totalitarismos como el fascismo o el comunismo. En Madrid hemos visto que una persona encarna unos valores liberales, que lo ha hecho bien y ha sorteado las dificultades de la pandemia (dentro los errores que se cometen siempre). Y me parecía propio que, en esta ocasión, incluso personas que nunca habíamos votado al PP, podíamos decidirnos por Isabel Díaz Ayuso. En cuanto veía un discurso contrario, inmediatamente me convencían de que debía votarla.
P. Usted conoce muy de cerca los nacionalismos. ¿Cree que se ha podido crear una semilla de nacionalismo madrileño o que pueda crearse a futuro?
R. No tiene ningún sentido. Todas las ciudades y grupos quieren ventajas económicas, ocurre incluso en los lugares más pequeños, en Villanueva de Arriba, Villanueva de Abajo. Pero el nacionalismo es otra cosa: lo que tiene de malo fundamentalmente es el separatismo, el querer expulsar a los que no piensan de una manera. La unidad del Estado de Derecho es lo fundamental para defender los valores de los ciudadanos y tratar de romper eso en nombre del territorio es un separatismo inadmisible. El nacionalismo ha llegado casi a su extremo grotesco en la reunión del Liceo del otro día, cuando una especie de chalado gritó: “¡Viva la Tierra!”. Eso es el nacionalismo, poner la Tierra y lo que ha nacido de ella por encima de los ciudadanos libres e iguales.
P. En el País Vasco, el apoyo al independentismo ha caído a mínimos de toda la serie, desde 1995. Solo apoyarían la separación el 21%. ¿Qué ha ocurrido? ¿Se puede pensar que cuando desde las instituciones dejan de azuzar, decae el interés?
R. Creo que, desgraciadamente, las autoridades del País Vasco siguen siendo nacionalistas y siguen fomentando una mentalidad de "nosotros somos especiales". Pero la lección de la violencia ha sido dolorosa y hoy se prefiere que esos mismos violentos, que ahora van con piel de cordero, no pasen a mayores. Que se mantenga esta relación en la que incluso los propios violentos pretendan que se olvide su pasado y se les admita como políticos normales. Sin llegar al extremo que tienen en Cataluña hoy, el mensaje de excepcionalidad y diferencia todavía funciona en el País Vasco.
P. ¿Cómo ve a Cataluña de aquí a diez años?
R. No tengo bola de cristal ni vocación de vidente. Cuando daba clases trataba de decir a los alumnos que las personas libres nunca nos preguntamos qué va a pasar, sino qué vamos a hacer. El problema no es decir: “¿Qué va a pasar en Cataluña?”. Porque pasará lo que dejemos que pase. Si no se toman las medidas necesarias, pasará lo peor, es decir, veremos a Puigdemont y a la CUP quedándose con la Cataluña de todos. Lo que hace falta es tomar las medidas para evitar que ocurra. Vamos a preguntarnos qué vamos a hacer frente a la Cataluña separatista, y no qué va a pasar si dejamos que se separe.
Vamos a preguntarnos qué vamos a hacer frente a la Cataluña separatista, y no qué va a pasar si dejamos que se separe
P. ¿Qué significa la transferencia de la gestión de las prisiones al País Vasco?
R. Desconfiamos si esa gestión se hace de manera objetiva y equilibrada o se va a hacer en favor de los presos. Hemos visto a algunos representantes de los presos terroristas hablar con las autoridades para decir cómo tienen que tratarlos. Y en Cataluña hemos visto también que a esas personas se les trata de manera distinta a los demás reclusos. No hay más remedio que verlo con cierto recelo. El hecho de que las prisiones estuvieran gestionadas por el País Vasco podría ser otra forma de disposición administrativa sin más, pero hay miedo a que esa gestión se transforme en una especie de beatificación de los terroristas que están en la cárcel.
P. El único momento en el que hemos visto unidos a los partidos mayoritarios, PP y PSOE, ha sido en los años negros de nuestro país. Qué tiene que pasar para volver a verles manifestándose por alguna causa común: ni la crisis, ni la pandemia mundial…
R. No lo sé. Me encantaría tener la llave mágica para que eso funcionara. Desgraciadamente el Partido Socialista, al cual muchos hemos votado en otras épocas porque hemos considerado que podría significar una unidad de centro en España, se ha convertido en un aliado de fuerzas instigadoras. Y los partidos de la oposición deberían unirse más allá de cualquier detalle mínimo. En Europa hay posiciones diferentes respecto a aspectos económicos, liberales o de costumbres y, sin embargo, se intenta mantener una unidad europea por encima de estas discrepancias. En España, los partidos que discrepan del Gobierno y de los separatismos deberían unirse y hacer frente común contra esos males, que son los verdaderos peligros de nuestro país. Ningún otro problema que tiene el país lo es como el separatismo en Cataluña o en el País Vasco.
Hoy, desde luego, por razones progresistas, es imposible votar al PSOE
P. ¿Volvería a votar al PSOE?
R. Si fuera otro PSOE, sí. A este PSOE, desde luego, no, porque no se parece y es muy difícil confiar en él. Si cambiara, si viéramos unas personas como otros líderes del PSOE que hablan también en contra de los indultos, podrían recuperar el voto de muchas personas que confiamos en ellos. Hoy, desde luego, por razones progresistas, es imposible votar al PSOE.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación