La crisis de Crimea estalló cuando el general Fernando Alejandre Martínez (Madrid, 1956) estaba destinado en un puesto de responsabilidad en la OTAN. Por entonces advirtieron que las intenciones de Rusia no iban a quedarse en la anexión del territorio y en los levantamientos de Lugansk y Donetsk. Ocho años después estalla una nueva guerra, aún con mayor ferocidad, después de que Vladimir Putin haya lanzado sus tropas sobre suelo ucraniano. “Seguro que Putin tiene un objetivo claro… pero nosotros no sabemos lo que quiere”, reflexiona ahora el militar, en conversación con Vozpópuli, al mismo tiempo que lamenta la “lentitud” de la comunidad internacional para afrontar una crisis como la actual.
Su estancia en el cuartel de la OTAN en Casteau, al sur de Bélgica, es una página más en su libro Rey servido y patria honrada [Ediciones Deusto], que se pondrá a la venta el próximo 2 de marzo. Al general en la reserva no le gusta hablar de “memorias”, más bien de “legado”. Y a lo largo de las 430 páginas que conforman la obra discurre por la situación que atraviesan las Fuerzas Armadas y la Defensa en España: desde las amenazas exteriores hasta las interiores; desde las dificultades presupuestarias hasta la situación salarial de sus efectivos.
Fue Jefe del Estado Mayor de la Defensa entre 2017 y 2020, primero con María Dolores de Cospedal y después con Margarita Robles, quien propuso su cese: “Fue la crónica de un cese anunciado”, indica el general. Sus anécdotas hablan de los desentendidos que surgieron a partir de los atentados de Cataluña de 2017, cuando se impidió la intervención militar en apoyo a las Fuerzas de Seguridad del Estado como se hiciera en los atentados del 11-M. También de las campañas de desinformación auspiciadas desde Rusia en el referéndum ilegal del 1-O, en 2017.
Y, por supuesto, habla del “flanco sur”, de Marruecos y Argelia, de la situación de Ceuta y Melilla, del papel que debería jugar España en el Sahel, cóctel de inestabilidades entre el terrorismo y el crimen organizado. Pero la actualidad obliga a que las primeras reflexiones se centren en la guerra que en estos días ha estallado en Europa.
Pregunta. En el libro habla de su paso por los Supreme Headquarters Allied Powers Europe, un cuartel general de la OTAN que acoge el mando de las fuerzas de la Alianza. Se ubica en Casteau, en el sur de Bélgica. Usted estaba allí cuando estalló la crisis de Crimea de 2014. ¿Hay paralelismos entre lo que ocurrió entonces con lo que ahora se vive en Ucrania?
Respuesta. No es que se puedan establecer paralelismos, es que es una fase del mismo conflicto. Aquello fue el comienzo y todo el mundo en el cuartel general de la OTAN en Casteau sabíamos que aquello no había acabado con la insurrección de Lugansk y Donetsk o con la anexión de Crimea a Rusia. Aquello era un primer paso y ahora estamos viendo el segundo. Rusia juega con el factor tiempo. Ha elegido el momento más oportuno para lanzar la operación. Crimea jamás volverá a ser Ucrania.
P. ¿A qué se refiere con el momento idóneo?
R. Siempre hablamos de los dos pilares de la Alianza: el transatlántico, que incluye a Estados Unidos y Canadá, y el europeo. Cuando el pilar europeo no es suficientemente fuerte, cuando el trasatlántico no mira con el suficiente cuidado a la situación de Europa del este -porque tenga otras cosas que hacer o esté harto de que el pilar europeo no decida asumir el riesgo-, evidentemente es el momento oportuno, en términos militares, de llevar a cabo la acción. Además hemos enviado señales. Durante la guerra de Siria, la comunidad occidental decidió mirar a otro lado, mientras que Rusia no lo hizo. Y en Afganistán: la retirada es una señal estupenda para que Rusia supiera que, ahora, iba a haber mucha reunión, alguna sanción económica, alguna sanción diplomática… pero poco más.
P. ¿Hasta dónde va a llegar la situación de Ucrania? Es una guerra convencional con tintes híbridos, pero, ¿qué pretende exactamente Putin?
R. Seguro que Putin tiene un objetivo claro, pero nosotros no sabemos lo que quiere. Cuando Rusia ha decidido cómo, dónde y cuándo lanzarse es porque saben con precisión lo que quieren hacer. No sabemos si pretende declarar la independencia de las dos repúblicas [de Lugansk y Donetsk] y meterlas bajo el paraguas ruso, quizá abriendo un corredor entre Donetsk y Crimea, y que la acción sobre la zona de Kiev sea un aviso a navegantes. O quizá ha decidido cambiar al gobierno ucranio. El único que lo sabe es Putin.
P. Desde la anterior crisis de Crimea hasta ahora… ¿Cree que han fallado la Unión Europea y la OTAN para que Ucrania esté tan sola en su defensa militar?
R. Creo que entre todos hemos fallado un poco. Somos muy buenos hablando, pero muy lentos decidiendo. Evidentemente estoy convencido de que mis antiguos compañeros en Casteau sabían que, antes o después, iba a ocurrir esto. Si no hemos reaccionado es porque no hemos querido, porque no hemos sabido, porque no hemos sido capaces de superar nuestros pequeños enfrentamientos entre un bloque y otro, y así nos encontramos donde nos encontramos. Hablo tanto a nivel de la Unión Europea como de la OTAN.
P. Desde España le sorprenderá que ciertas esferas políticas se manifiesten contra el envío de tropas a Ucrania cuando no hay un camino jurídico para hacerlo, en tanto que Ucrania no es un país aliado de la OTAN.
R. Claro que me sorprende. Si las operaciones que hizo ayer Rusia fuesen sobre Letonia ahora mismo estaríamos preparando las mochilas, en aplicación del tratado que nos vincula. Pero no lo hay en Ucrania. No hay un automatismo de la defensa.
Marruecos, Argelia y el Sahel
P. ¿De quién debe defenderse España? En su libro reflexiona sobre la posición de España ante sus vecinos del sur, Marruecos y Argelia.
R. No creo que sean una amenaza directa, pero hay que mirar a nuestro vecindario. El nuestro tiene países aliados y otros que no. Debemos mirar a la puerta de atrás de nuestra casa y ese es el norte de África. Marruecos y Argelia, pero también Mali, Mauritania, Senegal. Debemos estar preocupados y preparados. España debería tener mucha mayor influencia en nuestros vecinos del sur. La tienen Francia y Estados Unidos, pero no nosotros, que son nuestros vecinos directos. Y esa tendría que ser nuestra primera prioridad. No es tanto una amenaza como un riesgo, y debería ser una preocupación.
Además de eso tenemos que tener en cuenta que hay un amenaza que no es nacional, pero sí que es a los aliados. No es fácil para un general español explicar la necesidad de tener carros de combate españoles en Letonia. Eso hubo que explicarlo, al final se consiguió aprobar y enviar una sección. Supongo que los que dudaban sobre la conveniencia de este despliegue, desde ayer por la mañana se preguntarán ahora por qué dudaban. Sabíamos que la situación en el este de Europa es muy volátil, especialmente desde 2014.
P. ¿España tiene la capacidad de mirar al mismo tiempo al este de Europa y al sur, hacia el Sahel?
R. Hay una responsabilidad nacional y todo lo que sea mirar hacia el sur es bueno para la Alianza Atlántica. Pero también tenemos que ser un buen aliado, tomarnos en serio las amenazas que otros países aliados sufren. Ucrania no es país aliado, es asociado, pero sí que lo son otros países de la región.
P. Miremos hacia el sur. Hay mucha inquietud por el futuro de Mali, tras la anunciada retirada de Francia. ¿Se queda España en una posición frágil con su despliegue sobre la región?
R. Pero no es España, no nos llevemos a engaños. España no está desplegada en Mali, es la Unión Europea.
P. Sí, pero España mantiene a más de medio millar de efectivos, el grueso de las tropas de la Unión Europea.
R. Eso es. Hemos desplegado en Mali a raíz de una llamada de un país de la Unión Europea y ahora ese país ha decidido otro camino. Creo que la Unión Europea debe ser capaz de mantener perfectamente la operación en Mali. Pero debo decir que dejé de estar al tanto de la situación en Mali hace dos años largos y ahora no sé cuál es el detalle exacto de la misión, y no quiero decir algo de lo que me pueda arrepentir.
P. Sigamos mirando hacia el sur, pero un poco más al norte. En el libro dice que el reconocimiento de Estados Unidos de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara no contribuyó precisamente a los intereses españoles.
R. El simple hecho de que Estados Unidos haya visto la necesidad -que es perfectamente justificable- de estrechar lazos con Marruecos nos pone en una situación un tanto incómoda, porque nosotros no invertimos lo suficiente en nuestro vecino del sur. Nosotros deberíamos tener un vinculo fortísimo con el país del sur y lamentablemente es un país de la francofonía. Tenemos un vecino que está más atento a lo que ocurre en París que en Madrid. Es cuanto menos curioso. Y no hemos decidido nunca tomar el protagonismo que requiere la situación en el sur.
P. Cuando estaba redactando el libro estalló la crisis de Ceuta, después de que miles de personas entraran en la ciudad por vías irregulares. Tanto en Ceuta como en Melilla, que Marruecos reivindica, hay una fuerte presencia de las Fuerzas Armadas.
R. Ahí tenemos un espacio en común. Somos el único país de Europa que tiene una frontera terrestre con un país africano. Además, es un punto en que la renta per capita se desploma de un lado al otro de la frontera como en ningún otro lado del planeta. Deberíamos hacer un esfuerzo para saber qué ocurre en nuestro flanco sur y tener las mejores relaciones posibles. Desde Marruecos siempre flota la reivindicación sobre dos ciudades que son totalmente españolas y, como usted ha dicho, defendidas.
P. Es difícil imaginar un ataque convencional sobre ambas ciudades autónomas para obtener su soberanía, pero ahora hay otras amenazas híbridas.
R. Exacto. Nunca he creído que vaya a haber una columna de carros marroquíes desde Nador rumbo a nuestras ciudades. Pero hay una amenaza híbrida de la que, de alguna forma, no hemos visto nada más que la puntita del iceberg. Me refiero a lo que pasó hace poco menos de un año en Ceuta. Y eso puede ocurrir cualquier día. Esa situación, lamentablemente, nos obliga a estar preparados y adiestrarnos contra ese combate híbrido.
Amenazas interiores y la desinformación
P. No podemos olvidar que la naturaleza de las Fuerzas Armadas es la defensa de España, de sus intereses y aliados.
R. La Defensa es una herramienta estupenda, organizada y funciona en breve tiempo, pero parece que lo que más nos gusta es verla hacer lo que deberían hacer otros. No pasa nada por que actuemos en caso de emergencia, pero no es nuestra verdadera misión.
P. En el libro también habla de amenazas interiores.
R. Sí lo hago, porque creo que debo hacerlo. Tenemos ejemplos recientes. Hay acciones que han ocurrido en España y que tenían su raíz en la nación que acaba de invadir Ucrania. O, por lo menos, que procedía de un edificio ubicado en esa nación. Sabemos que hace más de 4 años, en octubre de 2017, había mucho interés de ese país en concreto de provocar cuanto menos la confusión de lo que ocurría en España.
P. Se refiere a campañas de desinformación.
R. Sí, como las que estamos viendo estos días. Hay imágenes que muestran tropas avanzando y que en realidad estaban en Siberia. Pero todo eso forma parte de campañas de desinformación. Funcionan igual en una invasión que hace unos años en un intento de subversión del orden constitucional en España.
P. Habla de lo que ocurrió en Cataluña.
R. Los hechos de octubre de 2017 tuvieron su antecedente, claro, diáfano y marcado, en unos atentados terroristas en las Ramblas de Barcelona un mes y 14 días antes.
P. Qué anécdota cuenta en el libro. Habla de una situación complicada en términos de seguridad y también políticos, cuando se decidió que las Fuerzas Armadas no interviniesen como lo hicieron en el 11-M para no herir sensibilidades en Cataluña. Pero la ministra María Dolores de Cospedal le instó a preparar un plan de contingencia por si acaso fuese necesario.
R. Como ella mismo dijo en una entrevista, flaco favor hubiéramos hecho las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa si no hubiésemos tenido previsto un plan de contingencia. En ese sentido cuento esa anécdota: la ministra nos dio una autorización e hicimos planeamiento que contemplaba cualquier tipo de posibilidad, habida y por haber.
P. Además de las sensibilidades que pudiera haber en Cataluña, usted reflexiona sobre una sociedad española “buenista y pacifista”, que no “pacífica”.
R. La última vez que fuimos invadidos fue en 1808. Desde entonces no hemos tenido un enemigo exterior, pero sí internos. Liberales enfrentados a carlistas, nacionales y republicanos... Nos hemos defendido en todas las circunstancias posibles, pero no de un enemigo exterior. Y eso da una falsa sensación de seguridad. Nos hemos convertido en una sociedad en la que todos somos buenos -a ojos de Dios, entiendo- y somos mas pacifistas que pacíficos. Todo el mundo quiere ser pacífico y benéfico y lo que sea, pero tenemos que ser conscientes de que la guerra existe, y quienes hasta ayer lo dudaban quizá ahora lo tienen mas claro: la guerra y el mal existen. Unas veces son tanques rusos, otras veces son terroristas.
La situación de las Fuerzas Armadas
P. Por eso a usted no le gusta el término “misiones de mantenimiento de la paz”.
R. Fue un subterfugio para buscar explicación a las intervenciones fuera de España. Que conste que en esto no picamos solos. Lo de peacekeeping operations es un termino que acuñó la ONU. Los que mantienen la paz son el Estado, las naciones. Los militares saben hacer la guerra, con mayor o menor intensidad. Si en un momento determinado el enemigo sube sus intenciones, también habrá que subir nuestro nivel de escalada. Y eso hemos hecho toda la vida. Tuve el privilegio de estar en Irak en 1991. Nadie contó nunca lo que hicimos realmente. Todos querían que fuésemos a repartir mantas a niños kurdos. Estaba muy bien y lo hicimos. Dimos de comer y atendimos en ambulatorios a niños y mujeres. Pero lo que realmente hacíamos era poner mala cara a la gente que quería cruzar la carretera y enseñar nuestro armamento. Eso es lo que hacemos. Tratar de convencer a la gente de que las Fuerzas Armadas están para las emergencias o para hacer la paz está muy bien, pero lo que saben hacer es la guerra.
P. Estar preparados también requiere una adaptación constante de las Fuerzas Armadas, tanto ante las amenazas cambiantes como en términos de material.
R. Claro, la situación varía. Nada es igual a 1991 y el combate nunca será igual a como fue. Tendrá características comunes, pero es diferente. Y tenemos que empezar a pensar en la necesidad de cambiar el modo de ver el combate. En el Ejército del Aire hay que hablar de drones y UAVs [aeronaves no tripuladas]. En la Armada, de las capacidades que necesitamos. También pasa con el Ejército de Tierra. No podemos limitarnos a sacar del dossier el vehículo de combate que habíamos elegido en 2009 y que jamás llegamos a construir. Hay que buscar soluciones de futuro y hay que ser rigurosos con el planeamiento y la financiación, que es lo que nos esta matando en las Fuerzas Armadas. Hay muy buenas ideas pero muy poco dinero. Estamos todavía pagando plazos de la renovación de material que se hizo en el 2000, llevamos 22 años de retrasos.
P. La Ley de Financiación de Defensa evitaría estar sometidos a la volatilidad política, de que el ministro de Defensa consiga convencer al presidente de hacer unas determinadas inversiones.
R. Normalmente lo consigue, pero cuando cambia el Gobierno nada de lo que se escribió se mantiene, que es el verdadero drama. No hay una ley de financiación que vincule a todo el espectro político. Se reclama con más insistencia cuanto más lejos se está del Gobierno. Yo he sido JEMAD con dos gobiernos diferentes. Los que estaban a favor pasaron a estar en contra, y al revés. Los que sufren son las Fuerzas Armadas y por eso necesitamos una Ley de Financiación. Por poner un ejemplo, que yo soy terrícola [del Ejército de Tierra]: el vehículo 8x8 se planteó a mediados de la primera década del siglo XXI. Llevamos 17 años de retraso, no hemos visto todavía ese vehículo y cada vez es más difícil y caro porque tiene que adaptarse a unas circunstancias que van variando.
P. Habla de cuestiones de material, pero también del personal.
R. Es muy sencillo. Mientras sea más rentable para un miembro de las Fuerzas Armadas cualquier puesto en la policía local del pueblo más cercano, será imposible que mi profesión sea valorada, respetada y atractiva. Si es que no es atractiva. Ver a suboficiales del Ejército que intentan ingresar en un cuerpo de policía local es dramático. En las encuestas, la profesión militar está muy valorada. Pero no bien pagada. El capitán que pilota un F-18 gana menos que un sargento de la Guardia Civil. Eso no puede ser, con todos los respetos al guardia civil.
Su trayectoria como JEMAD
P. En su libro habla del JEMAD que no fue porque se marchó antes de lo que correspondía, tras ser cesado en enero de 2020.
R. ¿Si hubiera estado más tiempo habría hecho más cosas? No lo tengo muy claro, quiero pensar que sí.
P. Qué le causo más sorpresa, ¿que le nombraran JEMAD o que le cesaran?
R. La ‘A’. Recuerde que estaba en Holanda como segundo comandante de un cuartel general conjunto de la OTAN y jamás creí que nadie se fuera a fijar en mí para eso. La ministra Cospedal me llamó y me dijo que quería que fuese JEMAD. Vine encantado porque era un reto espectacular. Lo otro [en referencia al cese], como cuento en el libro, se veía venir. Mi cese era la crónica de una muerte anunciada.
P. No es habitual que un JEMAD escriba unas memorias sobre su trayectoria, desde la Academia hasta dirigir el Estado Mayor de la Defensa. Y menos que lo haga tan rápido [su cese se produjo el 15 de enero de 2020].
R. En realidad no he querido escribir unas memorias. He querido adornar mi visión personal y particular sobre la Defensa de España con anécdotas de mi vida, poniendo todo en contexto. Intenté hacer eso y le fui añadiendo pequeños golpes con experiencias y cosas que han ido ocurriendo.
P. De hecho, usted no les llama ‘memorias’, sino ‘legado’.
R. Sí, porque me gustaría dejarlo para que se pueda leer en el futuro. Los militares tendemos a escribir poco. Empecé a escribirlo nada más pasar a la reserva. Pasé casi seis meses juntando papeles, documentos e ideas. En noviembre del 2020 decidí ponerme a escribir y estuve casi un año. Terminé el 5 de septiembre, en Burgos. Cuando me lo han dado a corregir no he introducido nada nuevo a pesar de que el editor me lo propuso, pero no me parecía honrado hacerlo, aunque hayan pasado muchas cosas nuevas. Evidentemente no sabía que Rusia iba a invadir Ucrania esta misma semana, por poner un ejemplo.
Es un legado porque me gustaría que lo leyeran tanto militares como civiles. Entiendo que hay una brecha entre la sociedad española y sus Fuerzas Armadas. No nos comprendemos bien, probablemente en ninguna de las dos direcciones. Me gustaría que el libro contribuyera a cerrar esa brecha. Que el lector piense que no somos tan raros. Lo que no se comprende es imposible de respetar, y mucho menos querer.
P. ¿Quién tiene la culpa de que se haya abierto esa brecha?
R. No es tanto que se haya vuelto a abrir como que se mantenga abierta desde hace mucho. No hay forma de cerrarla. Los militares no somos capaces de abrirnos a la sociedad y la sociedad no quiere saber de nosotros. Supongo que algunas cosas han cambiado, porque había gente que no quería ni oír hablar de Defensa y esta misma semana pedían la intervención en Ucrania.
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