España, gracias a la gestión de la pandemia por parte de nuestros políticos y al afán de este Gobierno por desmontar a toda prisa el andamiaje levantado en el régimen del 78 –empezando por la monarquía constitucional y terminando, de momento, por el poder judicial- ha pasado en poco más de ocho meses de jugar en la Champions de Europa (como presumía Zapatero, el precursor del desmontaje) a pegarse codazos con húngaros y polacos por salir de los puestos de cola de los países sobre los que se pone en duda sus estándares democráticos.
Un repaso a lo que la prensa internacional ha dicho en las últimas semanas sobre España y sus políticos haría temblar los cimientos de cualquier sociedad con un mínimo de autoestima. “Están sucediendo cosas tremendas en la quinta economía europea más grande”, avisaba el pasado domingo Fiedrich Leopold Sell –profesor de economía de la Universidad Bundeswehr de Munich- en el rotativo más influyente de Suiza. En una tribuna titulada “¿Es España un ‘estado fallido’ y cómo debería tratar la UE a ese miembro?”, el profesor alertaba sobre la “crisis constitucional”, “la ignominiosa partida de Juan Carlos I y su huida”, el “curso irreconciliable de secesión del separatismo catalán” facilitado por “el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que se ha abierto al chantaje en el parlamento” con ERC.
Los españoles votan a sus partidos con una lealtad solo equiparable a la que sienten por su equipo de fútbol. La ideología y el partidismo tienen más peso en las urnas que la preparación, la honestidad o experiencia” (NYT)
A este cóctel venenoso, el científico del Instituto de Investigación Económica de Halle y vicepresidente de estudios de la Academia de Negocios y Administración de Múnich añade que "Sánchez no tiene mayoría en las Cortes y depende repetidamente de la aprobación o tolerancia de los partidos nacionalistas", y pone la guinda una pandemia “que golpea en España como en ningún otro lugar de Europa”. Y termina: "En lugar de cooperar, los gobiernos regional y central se culpan mutuamente".
El profesor avisa: "Solo los españoles pueden liberarse de esta precaria situación. Pero eso llevará tiempo. Y necesita personalidades en los negocios y la política con una columna vertebral. España todavía no es un "Estado fallido", pero no está lejos de serlo. Razón suficiente para que Europa finalmente despierte", concluye.
La "venenosa clase política"
Este artículo fue el aldabonazo, pero ni mucho menos el único que nos clasifica ya a los españoles como un riesgo para la UE, los parias de la tierra. Días después, el Frankfurter alemán, el diario conservador más importante de la locomotora europea, titulaba “España ha vuelto a perder el control”, donde dice que la pandemia ha dejado en evidencia la gestión del Gobierno de Sánchez, cuyo “liderazgo no ha estado a la altura de la crisis” y se dedica a “luchar contra la derecha” como si aún estuviera en campaña.
Otro clavo en el ataúd de la imagen de España lo había puesto a principios de mes The Economist, quien señalaba a “la venenosa clase política” como la principal culpable de que España se haya convertido “en el punto negro del coronavirus” en Europa, repartiendo responsabilidades entre “el triunfalismo de Sánchez” que “entregó el control de la pandemia a las regiones y se fue de vacaciones” y la imprevisión de Gobiernos regionales como el de Isabel Díaz Ayuso”.
Pero el semanario va más allá –y aquí es donde se atisba el riesgo de que además de los parias de la tierra europea, los españoles acabemos siendo una famélica legión por la ruina que se nos viene encima-. The Economist avisa que todo este desastre al que nos ha abocado nuestra clase política no saldrá gratis. La crispación política y los ataques “a la monarquía y al poder judicial” pueden acabar comprometiendo las ayudas de la UE. Reprocha a España que confíe en unas ayudas que no está claro que puedan llegar en el próximo año, y recuerda que la contrapartida más probable pueden ser reformas estructurales como las del mercado laboral, las pensiones, la educación y la formación: "Todo ello necesita de un consenso político que es escaso".
Y así ha sucedido esta semana con el toque de atención de la Comisión Europea por el asalto al CGPJ que pretenden Sánchez e Iglesias. Nos vigilan de cerca y Polonia ya pregunta si también nos van a aplicar la salvaguarda que se reserva a los Estados no democráticos y que pone en riesgo la entrega de ayudas. Probablemente, no haya una campaña más efectiva para alejar las inversiones que tanto necesita para la etapa postpandemia.
Otro grupo de expertos
¿Y qué hace el Gobierno mientras la imagen de España se arrastra por los rotativos más influyentes de Europa? Filtra en su periódico de cabecera la creación de otra comisión de expertos, la enésima genialidad de Iván Redondo –que los diplomáticos españoles ya tildan de “puro humo”- “para potenciar la imagen de España”.
El grupo estará adscrito a ese ente llamado España Global que debe encargarse “de la imagen y la reputación de España” y “mejorar la percepción de nuestro país en el exterior y entre los propios españoles”.
Mientras los principales periódicos de Europa nos tildan de “estado fallido” el Gobierno propone otro grupo de expertos adscrito a España Global cuyo secretario de Estado (114.999 euros al año) andaba reuniéndose... con el alcalde de Valladolid
Pues bien, mientras esta semana nos tildaban de “estado fallido” y de “estar fuera de control”, el responsable de España Global, Manuel Muñiz, andaba publicitando en sus redes sociales su importante cita... con el alcalde de Valladolid, el socialista Óscar Puente. Eso sí, Muñiz tiene las espaldas bien cubiertas: según el portal de Transparencia, cobra 114.999 euros como secretario de Estado. Él nunca formará parte de la famélica legión.
Incompetencia de los políticos
El New York Times, el pasado día 24, aseguraba que “nada ha facilitado la propagación del virus tanto como” la propia incompetencia de nuestros políticos, que “no cumplieron su parte del trato”. Y que saben “que los españoles votan a sus partidos con una lealtad solo equiparable a la que sienten por su equipo de fútbol. La ideología y el partidismo tienen más peso en las urnas que la preparación, la honestidad o experiencia”. Ya somos los parias de Europa, pronto seremos también la famélica legión. Es tiempo de exigir un cambio porque, como sentencia el NYT, “el precio de no tener a los mejores al volante es demasiado alto”.
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