La dimisión de Esperanza Aguirre como presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid supone el adió a la política de una de las personalidades de la vida pública española que ha combinado un profundo discurso liberal con un éxito electoral evidente. La idea de un Gobierno limitado a garantizar las reglas del juego, mantener la disciplina presupuestaria y sostener el marco institucional de una economía abierta convirtió a Madrid en una región dinámica, abierta al mundo y en un éxito paradigmático de las ideas liberales profesadas por la Presidenta Aguirre. Siempre fue una militante feroz de la libertad individual y de la lucha feroz de las ideas, respetando al adversario, pero combatiéndole con implacable civilidad si consideraba que estaba errado.
Lo mejor de Aguirre era su frescura política e intelectual, su capacidad de desafiar la corrección política sin importarle sus costes y ese desparpajo entre popular, que no populista, e ilustrado que la permitía ser un interlocutor de amplias capas de la sociedad madrileña. Mi maestro Pedro Schwartz siempre dijo que era la Thatcher española y se quedó a medias. Se transformó en una espacie de conciencia liberal de la derecha española y su influencia, aunque no lo parezca, fue muy superior a lo que a simple vista ha parecido. Era esa inquieta y pegajosa abeja que con un punzón de ironía marcaba el curso de un debate, la Casandra de los desastres previsibles por abandonar la coherencia ideológica, la desliz implacable de los principios.
El único “pero” a su gestión es que no siempre la consistencia y ortodoxia de su dircurso se vio acompañado por lo mismo en el terreno práctico. Mantuvo el gasto público y los impuestos en la Comunidad de Madrid bajo control pero no quiso, no pudo o no se atrevió a poner en marcha un plan de liberalización y privatización de empresas y servicios públicos como era posible y su ideario la aconsejaba en la CAM. Este es un hecho innegable y, desde luego, recusable tras la herencia estatista y financieramente lamentable de Ruíz Gallardón en la autonomía madrileña, Esta es la principal falta de Aguirre, pero resulta insignificante a la vista de su legado de ética política.
Desde una óptica liberal, Aguirre fue el principal referente de esos principios en el centro-derecha español. Contra viento y marea, contra la corriente siempre defendió los mismos principios, la libertad indidual, la capacidad creadora del hombre libre en un entorno de imperio de la ley. Este mensaje doctrinal es su principal legado, una apuesta insobornable por el espíritu creador de la libertad frente a todo poder social o político. En una España de pacto y componenda, esa aroma ideológico de Espe es un viento de aire fresco. De hecho es el espíritu que debía presidir la acción del Gobierno. Esperanza, adiós y hasta siempre, recuerdos de Hayek y de Friedman... eso sí, acompañados de los de Pedro Schwartz y tus viejos amigos de la tropa liberal.