La presunta corrupción policial que desde hace años acompaña al excomisario José Villarejo ha terminado por tirar abajo la puerta del gabinete de ministros que presidía Mariano Rajoy. Ha sido por la operación Kitchen, un encargo para arrebatar al extesorero del PP Luis Bárcenas información comprometedora del partido. El juez que investiga las actividades del polémico mando ha imputado por estos hechos al entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, quizá el miembro más leal a la figura de Rajoy en aquel Gobierno.
La fidelidad infranqueable al líder fue el principal activo político de Fernández Díaz y su pasaporte a un ministerio tan sensible como el de Interior, que Rajoy dirigió por un breve espacio de tiempo durante el mandato de José María Aznar. Era un sillón especialmente caliente tras décadas de lucha contra el terrorismo de ETA al que Fernández Díaz llegó con poca experiencia en el ámbito de la seguridad más allá de un pasado remoto como gobernador civil de Barcelona que no alcanzó a dos años durante la década de los ochenta.
En Interior, en cambio, permaneció cinco años, sobreviviendo a no pocas polémicas y siendo uno de los ministros más longevos de la democracia en esa cartera. Fuentes conocedoras de la figura de Fernández Díaz ponen en duda que hiciese algo como la operación Kitchen sin el conocimiento de la persona que se lo había dado todo en política. Ahora esa lealtad se pondrá a prueba cuando el exministro tenga que declarar por estos hechos ante el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón. Lo hará como investigado, es decir, sin obligación de decir de verdad.
En su libro de memorias negó la existencia de una policía patriótica dedicada a investigar a rivales políticos. Esas negaciones se volvieron en su contra al menos cuando en declaraciones a Vozpópuli afirmó desconocer la existencia de una operación. Lo dijo el año pasado, cuando las pesquisas ya apuntaban directamente a su número dos, el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez. También investigado en la causa, su exsubordinado entendió aquellas palabras como un intento de ponerse de perfil y juró que no sería el “mártir” de una causa que no era la suya. “Si yo voy a declarar también irá Fernández Díaz y probablemente Mariano Rajoy”, dejó dicho por escrito.
"La operación se hizo con éxito"
De las palabras pasó a los hechos cuando acudió a un notario para dejar constancia de la existencia de una serie de mensajes que le atribuye al ministro y que dan a entender que tenía un profundo conocimiento del espionaje al entorno de Bárcenas. “Chófer B: Sergio Javier Ríos Esgueva (ahora hace esa función con la mujer). Es importante" o “la operación se hizo con éxito”, son algunos de esos mensajes sobre el operativo o el chófer que infiltraron en la familia del extesorero a cambio de fondos reservados y una plaza en la Policía.
Estos hechos se investigan dentro de una pieza separada de la macrocausa sobre Villarejo. Buena parte de esta investigación se basa en las conversaciones que el propio excomisario captaba con su inseparable grabadora. Lo cierto es que el nombre de Fernández Díaz no es uno de los más habituales en las charlas del clan policial. La pieza Kitchen ha permanecido bajo secreto de sumario hasta hace pocos días. Del contenido de ese sumario se extrae que otro de los presuntos vínculos entre los comisarios y Rajoy es un abogado llamado Javier Iglesias, apodado como el Largo.
Al menos en un informe de Asuntos Internos de la Policía Nacional emitido en octubre de 2018 se dice que la operación Kitchen "habría tenido un resultado positivo y estaría coordinada por el entonces secretario de Estado de Seguridad (con conocimiento del "Asturiano" y del "Largo)". “El Asturiano” era el mote con el que la trama se refería a Mariano Rajoy.
El pago era ganar "influencia"
En el auto en el que el juez cita a declarar como investigado a Fernández Díaz sostiene que “se evidencia la existencia de un encargo efectuado al comisario José Manuel Villarejo al parecer por personas vinculadas al Ministerio del Interior, encaminado a la obtención de información”. El juez destaca en su escrito las particularidades de esta investigación respecto a las otras que afectan al caso. En Kitchen, el encargo no es a CENYT, la lucrativa empresa de Villarejo, sino a él mismo por su condición de comisario. En este caso la retribución no era dinero, sino “influencia frente a quienes le encargaron la actuación”.
Y ese pago solo se lo podían dar sus superiores. Sin embargo, la imputación de Fernández responde a elementos diferentes a una mera escala de mando en el Ministerio. Prueba de ello es que al menos de momento no está investigado el director general de aquella Policía, Ignacio Cosidó. La Fiscalía anticorrupción tampoco lo ha solicitado y su nombre no aparece en ninguna ecuación que explique el presunto espionaje al extesorero del PP. El ministerio público sí pidió en cambio la imputación de la ex secretaria general del PP María Dolores de Cospedal, pero el juez ha aplazado su decisión sobre ella.
El magistrado hace suyo el relato de la Fiscalía anticorrupción que sitúa al comisario de la Comisaría General de Información Enrique García Castaño como receptor de información incautada a Bárcenas en un taller de restauración de su mujer. Y añade el auto que “todos esos hechos se habrían producido con el conocimiento de Eugenio Pino”. Se trata del director adjunto operativo de la Policía, también investigado en la causa. De él dependían todos los mandos policiales encausados en esta pieza y trataba de manera directa con Fernández Díaz saltándose muchas veces la figura de Cosidó.
El juez también ha citado a declarar a varios testigos de la esfera personal del ministro y del secretario de Estado. En el caso de este último, se trata de personas que habían desempeñado funciones en el Ministerio en el pasado y que aparecen en conversaciones captadas al ex cargo de Interior. En ellas se desahoga, reconoce que su problema fue ser demasiado leal a sus jefes y da muestras de que Fernández Díaz sabe más de lo que dijo en aquellas declaraciones a Vozpópuli: “Estuvimos en una piscina de tiburones”.
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