La otrora temida banda terrorista ETA hoy no llegaría ni a la categoría de famélico escuadrón. Apenas es un puñado de militantes dispersados por el mundo que malviven en paupérrimas condiciones huyendo del acoso de las fuerzas de seguridad. También es 280 presos en las cárceles cansados de los cantos de sirena de su entorno, que les prometían mejoras penitenciarias tras el cese de los atentados. Su brazo político ya no ve en la banda un activo que rentabilizar entre un electorado que busca en otros partidos como Podemos mejores respuestas a sus problemas. Este es el marco en el que la banda reclama estos días la atención con una nueva entrega de su desaparición a plazos, iniciada hace ahora ocho años.
El pasado octubre fueron detenidos dos etarras en Berlín, Mikel Barrios e Iñigo Gulina, dos miembros activos y a disposición de la banda. Uno de ellos trabajaba de jardinero y al otro no se le conocía oficio. Este es el perfil del militante etarra hoy, que según fuentes de la lucha antiterrorista, no supera la decena. El encargado de gestionar ahora los rescoldos de la última banda terrorista activa de Europa es David Urdín Pérez, sin delitos de sangre ni experiencia, muy alejado de los generales que guiaron con mano de hierro y vocación sangrienta los designios de la banda. Este navarro cuenta con el asesoramiento de David Pla, preso en la cárcel francesa de Osny, a 970 km. de España.
Pla, también navarro, fue el artífice de la rendición de ETA escenificada primero con la declaración de Aiete del 17 de octubre de 2011 y tres días después con la lectura del comunicado del cese definitivo de la violencia. Un año antes ya habían decretado el cese de sus “acciones armadas ofensivas”, es decir, sus miembros seguirían armados, pero no habría atentados. ETA pidió a cambio una mesa para abordar las llamadas “consecuencias del conflicto”: presos, desarme y salida de las fuerzas de seguridad del Estado del País Vasco y Navarra. Ocho años después de aquello, el Gobierno no ha atendido a ninguna de esas peticiones.
Eso llevó a la banda a renunciar a un diálogo con el Ejecutivo y a ensayar pasos unilaterales con la ayuda que le prestaban mediadores internacionales de parte, nunca reconocidos por el Ejecutivo. The Concilation Resources (Reino Unido), The Berghof Foundation (Alemania), The Dialogue Advisory Group (Holanda), The Peace Research Institute Oslo (Noruega)... toda una amalgama de fundaciones de hasta siete países se prestaron -pocas veces gratis- a dotar de legitimidad internacional los pasos de ETA. Pero incluso en este campo también se aprecia la decadencia de la organización.
Mientras que la delegación de mediadores de Aiete estuvo encabezada por el exsecretario general de la ONU Kofi Annan, para la escenificación del desarme hace un año en Bayona (Francia) sólo prestaron su imagen un grupo de autodenominados artesanos de la paz, muchos de ellos procedentes de ámbitos batasunos franceses. También un profesor de Sri Lanka, Ram Manikkalingam, que hacía el papel de verificador. Abandonó Bayona dando por bueno el desarme antes de acreditar que el número de armas entregadas que anunció ETA era superior al que luego verificaron realmente las autoridades galas.
Entre los llamados artesanos, la izquierda abertzale situó en el palco a Josu Zabarte, alias Carnicero de Mondragón, 17 asesinatos a sus espaldas. En una entrevista concedida a El Mundo en 2014 justificó así su currículum: “Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento”. Entre sus víctimas hay un niño, José María Piris. ETA ya había acusado una merma en su credibilidad internacional tras un intento de escenificar su desarme mediante la difusión de un vídeo ese año 2014 en el que también participaba Manikkalingam. Junto a él, dos encapuchados desplegaron un puñado de armas. Según declararon los mediadores en la Audiencia Nacional, al terminar la grabación, los etarras metieron todo en un caja y se lo llevaron de nuevo.
El pasado enero, las autoridades galas hallaron un nuevo zulo de ETA en Francia con detonadores, temporizadores, un cordón detonante, un artefacto explosivo tipo lapa… Las fuerzas de seguridad dieron por hecho que la banda no entregó en Bayona todo lo que tenía y lo atribuyen a su incapacidad actual para saber dónde tiene escondido todo su arsenal o el miedo a acercarse a escondites que puedan estar controlados por la policía.
Los expertos en la lucha contra el terrorismo advierten de que anuncios como el que hará ETA en las próximas semanas tienen el objetivo de forzar a España y Francia a un cambio en materia penitenciaria, su único frente. Actualmente hay 259 etarras en cárceles españolas, 52 en Francia y uno en Portugal. Es un número muy alejado de los cerca de 800 que había hace una década. Es un colectivo que se ha mantenido unido pese a iniciativas de premios y castigos ensayadas por la Administración como la Vía Nanclares o los golpes policiales contra el entramado de abogados, su nexo de unión con la banda.
No obstante, se encuentra cansado. En todos estos años sólo ha experimentado como victorias la excarcelación de Bolinaga por motivos de salud y la salida en bloque de decenas de veteranos tras el fallo de Estrasburgo sobre la doctrina Parot. Sin embargo, su aspiración de ser acercados al País Vasco no se ha materializado. El Gobierno siempre lo condicionó a la disolución definitiva de ETA, pero ya ni eso parece ahora tan claro. Mientras, Francia ha dado el paso por su cuenta de acercar a cárceles cercanas al País Vasco a presos con buena parte de su condena cumplida y que no tengan delitos de sangre.
En junio de 2017 un 73 por ciento de presos votó a favor de acogerse a beneficios penitenciarios, un privilegio permitido por la banda tras décadas de prohibición al entender que era algo propio de presos comunes. Fuentes jurídicas admiten a este periódico que desde entonces son muchos los que de manera individual se dirigen al Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria para solicitar progresiones de grado y permisos de salida. Una parte de los reclusos también se siente decepcionado con su brazo político, ahora representado en Sortu, al que acusa de abandono. En este punto, fue significativa la intervención del dirigente batasuno -ahora en Sortu- Rufino Etxeberría en un acto de partido en enero de 2016.
Etxeberria dio a los presos un ultimátum, les instó a reflexionar y les dijo que su papel correspondía a “otra época”. Lo afirmó a las puertas del proceso Abian con el que la vieja Batasuna pretendía cerrar el proceso de transición a las vías exclusivamente políticas. De fondo estaba el deseo de Sortu de pasar página. Los buenos resultados electorales cosechados por sus marcas electorales inmediatamente después del cese de los atentados y su vuelta a las instituciones, se han visto mermados con la irrupción de Podemos, partido que llegó a ser la fuerza más votada en el País Vasco en las elecciones generales, en parte gracias al apoyo de mucho votante de tradición abertzale.
El gesto de Etxeberría en el que indicaba que no iban a esperar más a los presos acentuó las tensiones internas en un mundo abertzale, casi siempre monolítico, en el que asomó la sombra de la escisión. Contrarios a la línea actual de Sortu surgieron movimientos que han terminado confluyendo en la plataforma Aministia ta Askatusna (ATA). Algunos presos de ETA han decidido salirse del colectivo oficial (EPPK) para sumarse a este sector disidente, que convoca sus propias manifestaciones en apoyo de los internos terroristas y que forzó a ETA a salir al paso para condenar su existencia.
Este es el escenario en el que ETA dará un paso más hacia su desaparición definitiva -está por ver con qué terminología-. Se trata del final de un camino que trae causa principal de su incapacidad de sobreponerse a los golpes policiales. Descabezada cada poco tiempo, en 2010 trató de instalarse en Portugal huyendo de Francia, que dejó de ser un santuario para ellos. También intentó establecerse en Cataluña de la mano del etarra Faustino Marcos. Pero ambos planes fueron desbaratados por la Guardia Civil.
Esa debilidad manifiesta que ya había asumido su brazo político fue aceptada por ETA no sin tensiones internas, cruce de reproches en comunicados y la discusión sobre dos ponencias, Mugarri con la que ETA pretendía seguir matando y Zutik Euskal Herria, impulsada por la vieja Batasuna con alusiones al proceso irlandés que se acabó imponiendo. ETA desaparecerá tras 60 años y deja más de 800 asesinatos de los cuales cerca de 300 permanecen sin resolver.
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