Las víctimas del terrorismo pedirán al presidente Pedro Sánchez que no acerque a ningún preso etarra que no rompa con su pasado y muestre arrepentimiento. Y advierten que la única manera de acreditar ese repudio es colaborando para esclarecer los atentados pendientes, más de 300. El rechazo a la banda fue el requisito que fijó otro Gobierno socialista la pasada década, cuando ETA aún existía, para que los reclusos terroristas pudieran acogerse a beneficios y traslados en la llamada ‘Vía Nanclares’. Pero en la mayoría de casos aquella condición se saldó con escritos genéricos que luego se tradujeron en una amnesia en los tribunales a la hora de aportar datos sobre sus acciones pasadas y sus compañeros.
Uno de los exponentes de esta realidad es el histórico Valentín Lasarte, quien disfrutó de permisos de salida de la cárcel por manifestar su arrepentimiento. Antes de eso, a finales de noviembre de 2006, acudió como testigo al juicio contra 'Txapote' por el asesinato de Gregorio Ordóñez. Ante el tribunal, Lasarte -ya condenado por estos hechos- dijo no recordar los detalles porque habían pasado muchos años. La abogada de la AVT, Carmen Ladrón de Guevara, recuerda a Vozpópuli que hubo que preguntarle incluso si recordaba estar casado. El etarra no quiso confirmar ni siquiera eso.
Años después, en mayo de 2011 la Audiencia Nacional juzgó a otro miembro del comando por el mismo caso, Juan Ramón Carasatorre. “No recuerdo los hechos concretos, sólo sé que ellos formaban parte del grupo, pero no recuerdo su participación concreta”, dijo el terrorista, según recuerda la hemeroteca. Meses después, juzgaron de nuevo a Carasatorre por el asesinato en 1994 del policía Alfonso Morcillo. Lasarte confesó haber participado en los hechos, pero dijo no recordar si también intervino el acusado. Carasatorre acabó absuelto por falta de pruebas.
"Actitudes ambivalentes"
A pesar de ello fue incluido en la 'vía Nanclares' y empezó a pedir permisos de salida. El 12 de marzo de 2012 el juez de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, José Luis Castro, denegó su excarcelación precisamente alegando “ciertas actitudes ambivalentes en los juicios”. La colaboración con la Justicia sí es un requisito para acceder a estos beneficios, sin embargo, el 7 de mayo de 2013 la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional le concedió salir tres días de la cárcel.
El encargado de redactar el auto al que ha tenido acceso este periódico fue el actual ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Destacaba aspectos como su arrepentimiento, su conducta, su participación en talleres restaurativos con las víctimas, pero pasaba de puntillas sobre la colaboración. Ya disfrutando de permisos de salida, en 2014, durante otro juicio a Carasatorre por el asesinato en 1995 del brigada Juan Santamaría, alegó haber olvidado detalles del atentado ya que había "dejado atrás esa etapa". Quedó definitivamente en libertad en 2015. A día de hoy todavía no se sabe quién disparó a Gregorio Ordóñez en el restaurante La Cepa de San Sebastián.
El de Lasarte no es un hecho aislado, sino la tónica general entre quienes dieron el paso de desvincularse de la organización aún con el coste personal de ser marginados por el siempre cohesionado entorno etarra, que les veía como traidores. Otro ejemplo es Urrusolo Sistiaga, otro de los disidentes de la banda, que en 2015 también dijo no recordar a su compañero de comando Narváez Goñi cuando fue juzgado por el asesinato a tiros de dos policías en 1991. Ambos integraron el comando de liberados Ekaitz, que planeó actos terroristas de cara a los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.
Ni siquiera datos periféricos
“Muchas veces basta con que reconozcan datos periféricos, pero ni me contestó si aparcaban la furgoneta en el Camp Nou. Él pidió declarar por videoconferencia, generalmente suelen rehuir comparecer en persona”, recuerda la letrada Ladrón de Guevara. Ibon Etxezarreta es el último vestigio de la ‘Vía Nanclares’. Todos los demás ya se encuentran en libertad. El pasado marzo compareció también como testigo en uno de los 300 casos sin resolver. En el banquillo se sentaba el etarra Sergio Polo por la muerte del comandante Luciano Cortizo.
Según explicó el fiscal, Etxezarreta dijo hace años que Polo, alias 'Lur', había pertenecido al comando que atentó por orden de la entonces líder de ETA Soledad Iparraguirre, alias 'Anboto'. No obstante, el presunto arrepentido dijo no recordar ya aquellas instrucciones de 'Anboto'. Si la colaboración es la línea roja que las víctimas quieren fijar al Gobierno socialista, también lo es para los presos de la banda, que siempre han rechazado la delación (así llaman a la colaboración) y el arrepentimiento. Lo cierto es que la legislación penitenciaria no incluye estos requisitos a la hora de fijar el lugar en el que tiene que cumplir condena un preso. Es una prerrogativa exclusiva del Gobierno.
Otro ejemplo es el de Caride Simón, condenado por la matanza de Hipercor. El 24 de junio de 2015 participó como testigo en el juicio contra ‘Santi Potros’ por atentar contra una patrulla de la Guardia Civil en Barcelona en 1987. Según las crónicas del juicio “evitó incriminar directamente a 'Santi Potros' como el responsable de las órdenes de atentar contra las Fuerzas de Seguridad”.
Disidentes, no arrepentidos
La periodista especializada en seguridad y terrorismo Ana Terradillos publicó en 2016 el libro ‘Vivir después de matar’ (Esfera de los libros) a partir de sus entrevistas con 11 de los etarras de la 'Vía Nanclares'. En su investigación se refiere a ellos como “disidentes”. “Ellos no quieren que se les llame arrepentidos porque es el término que usaba ETA para llamarles traidores, lo cual generó dudas en muchos sectores acerca de su arrepentimiento real”, explica la periodista, que recuerda el estigma que ese término tiene en el colectivo de presos de ETA.
También a través del libro ‘Lo difícil es perdonarse a uno mismo’ (Península), el etarra Iñaki Rekarte mostraba su arrepentimiento y excusaba la falta de colaboración. En mayo de 2015, en una entrevista concedida a Europa Press se le preguntó cuál fue la colaboración con la justicia que prestó él para acceder a la ‘Vía Nanclares’: “Pues no lo sé (silencio). Algunas veces me han preguntado eso y no sé, yo creo que el conjunto que hemos estado ahí, personas concretas de Instituciones Penitenciarias y presos, ya hemos hecho bastante. Qué vas a esclarecer si yo te hablo de una cosa de hace dos décadas y media, con 18 años (de edad) en un sitio en el que yo entré y salí. Si yo no conozco a ni a Dios ahí”.
En ocasiones los miembros de la banda se han escudado en que los comandos eran compartimentos estancos en los que apenas se conocían datos del compañero. Ese argumento no vale para los puestos dirigentes como el que ocupó Carmen Guisasola, otra de las etarras disidentes que tampoco aportó detalles de interés cuando tuvo que comparecer ante la Justicia.
La abogada Ladrón de Guevara recurre a otros ejemplos de colaboración efectiva en los tribunales como fue el caso de los etarras Soares Gamboa o Latasa Guetaria, quienes rompieron con ETA mucho antes de la 'vía Nanclares'. Desde la AVT consideran que los verdaderos arrepentimientos han partido siempre de una evolución interna personal y no de procesos auspiciados por los Gobiernos.