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Por qué es tan difícil evacuar a los afganos de Kabul tras una semana de crisis

Miedo, caos y desorden pugnan a las puertas del aeropuerto internacional de Kabul, en sintonía con la atropellada estampida de occidente por abandonar Afganistán. Los aviones aterrizan en condiciones de

Miedo, caos y desorden pugnan a las puertas del aeropuerto internacional de Kabul, en sintonía con la atropellada estampida de occidente por abandonar Afganistán. Los aviones aterrizan en condiciones de seguridad inciertas y los militares -entre ellos, 110 españoles- se afanan en sacar con éxito a los afganos que colaboraron con las fuerzas extranjeras en los últimos 20 años. Misión compleja, a tenor de las informaciones que transmiten fuentes presenciales y de seguridad a Vozpópuli, que detallan el dispositivo que lleva a cabo España para tratar de cumplir con su misión.

Las imágenes son críticas. Familias que arrojan sus bebés a los brazos de soldados en los muros del aeropuerto. Disparos, estampidas. Muertos. Las fuerzas militares tratan de frenar a la muchedumbre para evitar escenas como las de principios de semana, cuando los afganos trataban de salir de su país a toda costa, incluso sobre las alas de aviones que ya estaban en marcha. Aeronaves que, en ocasiones, han partido de Kabul con una capacidad muy por debajo de sus características. El ejemplo más claro, el avión alemán A400M -el mismo que emplea el Ejército del Aire español para esta misión- con sólo siete personas a bordo.

¿Por qué es tan difícil evacuar a la gente que ya figura en las listas de los países occidentales? ¿Por qué tras una semana de intervención no se han despejado los obstáculos para extraer a los afganos? Las circunstancias han cambiado desde el lunes, pero el denominador común es el mismo: el terror. La multitud se agolpaba hace unos días sobre las propias pistas del aeropuerto. Ahora, lo hace en el perímetro de las instalaciones, lo que facilita las maniobras de aterrizaje y despegue.

El laberinto de Kabul

Salvo contadas excepciones, los talibán ya son dueños y señores de Afganistán. También de su capital, Kabul. Tratan de ofrecer una imagen de moderación y cortesía ante la comunidad internacional, pero sus intenciones son claras: la imposición más estricta de la sharia y la erradicación de cualquier vestigio -incluidas las personas- de las dos décadas de intervención extranjera sobre el país. Las llamadas de la inteligencia talibán a intérpretes que ayudaron a España desveladas por este diario son prueba de ello. Más que amenazas son sentencias de muerte.

La inteligencia talibán telefonea a intérpretes que trabajaron para España: "Degollaremos a tu familia"
Un grupo talibán viaja en un vehículo por las calles de Kabul en Afganistán, este lunes.EFE/ Stringer

Sólo vale huir. Desde sus provincias originales hasta Kabul y, desde ahí, esperar una plaza en un avión. Fuentes presenciales cuentan que el precio de los hoteles se multiplica, saturados por la llegada de gente de todos los puntos del país. También que en una ciudad donde la inteligencia es omnipresente, donde todo se conoce, es fácil identificar un rostro desconocido. Sobre ellos, la diana. "No podemos salir, no nos pueden ver", señala uno de esos colaboradores a Vozpópuli.

Únicamente salen a las calles para intentar llegar al aeropuerto, exclusiva vía de escape. La ruta, en sí misma, está llena de obstáculos. Los talibán han instalado varios puntos de control y hombres armados controlan quién se mueve y cuál es su destino. La meta es en ocasiones inalcanzable para intérpretes y colaboradores, que con ellos llevan a sus cónyuges e hijos, muchos de ellos de corta edad.

Si llegan, el caos es total. Se encuentran con tres muros, a cada cual más difícil de flanquear. El primero lo constituye la muchedumbre. "Todos vienen, muchos sin papeles, quieren salir de Kabul". Centenares, miles. El segundo son los propios talibán, que han apostado junto al aeropuerto a sus fuerzas de élite, que ante ojos inexpertos podrían pasar por militares de un ejército de primer orden. El tercero, los muros: varios metros de altura coronados por concertinas que algunos, aun sabiendo lo imposible de su intento, tratan de escalar.

Así, el exterior del aeródromo se convierte en un hervidero de empujones, gritos, desesperación y muerte. Por el momento no se ha logrado establecer un corredor seguro para facilitar el acceso a los afganos que tienen una plaza reservada en los aviones militares.

El trabajo de militares y policías

Cuando los militares abren las puertas del aeropuerto para localizar a las personas seleccionadas en la evacuación se encuentran ese infierno. Deben seleccionar a las personas que presentan su documentación de entre todas las que tratan de entrar, trasladarlas a un lugar seguro dentro del aeropuerto y mantener el perímetro en torno al aeropuerto.

Los militares y policías españoles (agentes de la UIP y GEOs) cumplen con esa gestión intramuros. El Jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante general Teodoro López Calderón, negó en una entrevista en ABC que ningún agente español recorriese las calles de Kabul en busca de personal afgano que trabajó para las Fuerzas Armadas o las misiones diplomáticas. Fuentes consultadas por este diario también descartan que los agentes de la UIP tengan previsto regresar a nuestro país de forma inminente, como se ha sugerido en algunos foros.

La misión de militares y policías, aun dentro del aeropuerto, es de suma complejidad, detallan fuentes de seguridad a este diario. Ponen orden al caos, localizan a los afganos que sirvieron a España y, cuando no encuentran los suficientes para llenar un avión, incluyen a personas que han trabajado para otros países occidentales. A bordo de cada aeronave española hay un equipo del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo, unidad de élite del Ejército del Aire que da seguridad sobre el terreno, y personal del Ejército de Tierra especializado en cooperación cívico militar. "Es que son todo niños, qué pasada", se escuchaba decir a una española en un vídeo difundidos por el Ministerio de Defensa.

La seguridad en ocasiones se ve comprometida. Países aliados de España han suspendido algunos vuelos previstos a Kabul ante la incertidumbre que se vive en el aeropuerto. Todo ello en una frenética cuenta atrás, al considerar muchos que el 31 de agosto es la fecha límite, día hasta ahora marcado en rojo por la administración de Joe Biden para mantener sus tropas en Afganistán.

España, por ahora, ha evacuado a 275 personas a bordo de tres aviones del Ejército del Aire. No todas ellas trabajaron para España, sino para otros países de la Unión Europea. El Gobierno contempla una lista de al menos 800 personas que se desempeñaron para las Fuerzas Armadas o para las misiones diplomáticas -incluidos familiares- que deben salir de Afganistán ante el empuje talibán.

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