España

Tensión en Exteriores tras estallar la crisis con Venezuela: "No damos abasto con tantos frentes"

El choque con Venezuela se suma a otras crisis que afrontan desde el departamento que dirige José Manuel Albares, de Iberoamérica a Asia, pasando por Oriente Medio o África

La ruptura con Venezuela ha abierto un nuevo frente a un Ministerio de Asuntos Exteriores que en los últimos años -y meses- ha afrontado crisis internacionales de primer orden. Dibujados sobre el mapa, los desafíos se extienden desde América hasta Asia, pasando por África u Oriente Medio. Algunos de ellos se han enquistado y apenas se vislumbra una solución a corto plazo. Fuentes internas de la diplomacia española admiten que en el departamento que dirige José Manuel Albares están “saturados” por los continuos incidentes que sacuden el gabinete: “No damos abasto”.

Venezuela, Argentina, Israel, las negociaciones con China, loas de Gibraltar, la crisis con Argelia… son algunos de los escenarios en los que Exteriores se desfonda para encontrar soluciones a diversas crisis. El Ministerio trabaja habitualmente por regiones específicas, por lo que un ‘incendio’ en un departamento no afecta de forma directa al contiguo. No obstante, todo el trabajo se canaliza hacia los estamentos más altos. Y es ahí donde concurren todos los contratiempos a los que ahora se enfrenta España en su relación con el mundo.

La crisis con Venezuela es probablemente la que menos haya sorprendido en el seno de la diplomacia española. Yván Gil, canciller de Nicolás Maduro a cargo de las relaciones internacionales, arremetió contra la ministra de Defensa española, Margarita Robles, después de que ésta calificase como “dictadura” al régimen venezolano. También ha convocado al embajador español en Caracas, Ramón Santos, y llamado a consultas a su representante en Madrid, Gladys Gutiérrez.

Fuentes diplomáticas consultadas por Vozpópuli enmarcan esta acción en un contexto más amplio y complejo. Venezuela atraviesa un contexto convulso, tras las últimas elecciones que la comunidad internacional pone en duda, y que según las principales estimaciones dan al opositor Edmundo González como amplio vencedor en las urnas.

Con todo, Nicolás Maduro se mantiene en el poder y ha activado una campaña de represión contra los dirigentes políticos que elevan la voz contra el régimen. Edmundo González, principal objetivo de la policía chavista, buscó refugio en la embajada de Países Bajos, hasta que solicitó asilo formalmente a España. Un avión del Ejército del Aire español aterrizó en Venezuela -todo vuelo de estas características debe contar con la autorización de la nación receptora- para trasladar al líder opositor y a su esposa hasta Madrid.

Resuelta la salida de Edmundo González, y en un momento de grave crisis interna, el régimen de Maduro ha buscado un ‘enemigo’ en la comunidad internacional. Al menos, así entienden desde la diplomacia española sus últimos movimientos. Y ese rival ha sido España, a expensas de que el Parlamento Europeo se reúna para definir su posición ante la situación que atraviesa Venezuela.

El Congreso de los Diputados votó esta semana a favor de nombrar a Edmundo González presidente electo de Venezuela. Poco después llegaron las declaraciones de Margarita Robles, tildando al régimen de Maduro como “dictadura”. Dos antecedentes que han servido a Caracas para endurecer su discurso contra España, trasladando el foco de su crisis más allá de sus fronteras.

Otras crisis en Iberoamérica

Por eso, la crisis con Venezuela no ha sorprendido tanto a la diplomacia española como sí lo hizo la de Argentina. Óscar Puente, ministro de Transportes, insinuó que Javier Milei, presidente argentino, consumía estupefacientes. Éste respondió con el escándalo judicial en torno a Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez. Una escalada de tensión que desencadenó en una decisión que nuestro país ha tomado en contadas ocasiones: la retirada definitiva de su embajadora en Buenos Aires.

Javier Milei e Isabel Díaz Ayuso.
Javier Milei e Isabel Díaz Ayuso.Daniel González | EFE

Las fuentes consultadas por este diario afirman que las relaciones entre España y Argentina a nivel comercial o en otros aspectos estratégicos se mantienen intactas, y que a ninguna de las dos partes le interesa erosionar estos ámbitos. También califican como “decisión política” la retirada de la embajadora y la crisis bilateral, a la que no se le prevé una solución a corto plazo.

También en Iberoamérica se enmarca el choque con Nicaragua de 2021, cuando en este país se detuvo un nutrido grupo de opositores políticos en vísperas de las elecciones presidenciales. España protestó enérgicamente y el Gobierno de Daniel Ortega acusó a nuestro país de injerencias políticas. La crisis se saldó con un duro cruce de comunicados y con la llamada a consultas del Gobierno español a su embajadora en Managua.

Choque con Israel

Pero si hay un país con el que España tenga unas relaciones especialmente tensas, ése es Israel. España lidera en el panorama internacional la iniciativa para la partición en dos Estados y el reconocimiento de Palestina, instando al Gobierno de Benjamin Netanyahu a cesar su ofensiva militar sobre la Franja de Gaza tras los atentados terroristas de Hamás del pasado 7 de octubre.

Israel manifestó su sorpresa después de que Pedro Sánchez, ostentando la presidencia del Consejo de la Unión Europea, hablase del reconocimiento de Palestina tras volar a Tel Aviv y visitar después los kibutz atacados por los terroristas. A todo ello hay que añadir declaraciones de ministros españoles, como las de la vicepresidenta Yolanda Díaz, en las que anunciaba que Palestina sería “libre desde el río hasta el mar”, recogiendo el eslogan habitual de Hamás y que supone la eliminación del Estado de Israel.

Israel ha adoptado varias decisiones relacionadas con España en el ámbito de la diplomacia. Tampoco hay una solución a la vista para esta crisis.

Norte de África

Otra región donde España tiene puesto el foco es el norte de África, de especial interés por asuntos económicos -el gas procedente de esta región supone una de las principales fuentes energéticas de nuestro país- y por asuntos relacionados con la seguridad, como el control de los flujos migratorios irregulares.

El ingreso hospitalario en Logroño del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, desencadenó uno de los mayores terremotos a los que se ha enfrentado el Gobierno de Pedro Sánchez. Marruecos retiró a su embajadora y propició la entrada de miles de personas en Ceuta en mayo de 2021, saturando por completo a la ciudad autónoma y provocando el despliegue de las Fuerzas Armadas españolas.

El Ejecutivo de Sánchez tomó una decisión drástica para restituir sus relaciones con Rabat: en una carta remitida a Mohamed VI, reconoció los planes de soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. También destituyó a Arancha González Laya, entonces la frente de la diplomacia española, para poner en su lugar a José Manuel Albares.

Las relaciones a ambos lados del Estrecho atraviesan ahora su particular luna de miel, aunque eso tenga su contraprestación. Argelia considera inadmisible que España ‘entregue’ el Sáhara Occidental a Marruecos y ha cortado algunas de sus comunicaciones con Madrid, con las derivadas en cuestiones económicas o de seguridad que esta decisión acarrea.

La diplomacia española también trata de extender su influencia en el Sahel africano. Una misión compleja, marcada por la retirada de Francia y las negociaciones que se desarrollan en el seno de la Unión Europea.

A todo ello hay que sumar dos últimos escenarios. Uno de ellos es China, donde suenan tambores de guerra económica. El propio Sánchez ha tratado de atajarla viajando hasta Pekín para reunirse con Xi Jinping. El otro, mucho más cercano, es Gibraltar: aún se trabaja en la búsqueda de una solución compartida con el Reino Unido tras el brexit.

Desde Iberoamérica hasta Asia, pasando por Oriente Medio o África: los servicios diplomáticos trabajan a destajo ante los crecientes desafíos a los que se enfrenta España en sus relaciones internacionales.

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