El Rey quería hablar. Había despejado su agenda esta semana para seguir los acontecimientos en torno al vendaval separatista en Cataluña. En la noche del 1-O, las dudas empezaron a quedar despejadas. La Corona rompería su silencio en los próximos días, al hilo de los acontecimientos. Cuarenta y ocho horas después, don Felipe aparecía finalmente en las televisiones con su más trascendente mensaje al país. La proclamación de la independencia por parte del Parlamento de Cataluña aparecía como otro de los motores que aceleraron la toma de la decisión.
Una semana sin actividades en la agenda, había anunciado la Casa Real el pasado jueves. Silencio sepulcral. Nadie sabía qué hacía el Rey. Con quién se veía, con quién hablaba. Las fuentes oficiales insistían en que "se mantiene informado" de los acontecimientos en Cataluña. En permanente contacto con Rajoy y otros dirigentes políticos, la preocupación crecía vertiginosamente en Zarzuela. La jornada prerevolucionaria de la huelga general, 'paro de país' lo llamaron los golpistas, precipitó las decisiones.
El equipo de la Casa preparaba desde hace días algunos borradores en base a los diversos escenarios de la situación. Nada trascendía sobre ello. Zarzuela y Moncloa iban de la mano. Los mensajes del Rey son elaborados o bien por el Gobierno o bien por la Casa, que se lo pasa luego a la supervisión del Ejecutivo que les da la pertinente luz verde. Tan sólo el discurso de Navidad es de completa autoría y responsabilidad del Monarca.
Las dudas de Rajoy
Rajoy, aferrado a su prudencia habitual, no se mostraba muy convencido de la necesidad de dar ese paso. En Zarzuela había dudas, pero se sabia que tarde o temprano sería preciso que el jefe del Estado hiciera su aparición ante los españoles con un mensaje que muchos han querido recordar al de su padre, don Juan Carlos, en la noche del 23F.
Las últimas palabras del Rey referidas a Cataluña tuvieron lugar el pasado día 13 de este mes. Fue en Cuenca, con motivo de la entrega de los Premios Nacionales de Cultura. Allí don Felipe sentenció la situación con una frase tajante: "La Constitución prevalecerá sobre cualquier quiebra de la convivencia". Unas palabras que recibieron reproches desde el frente secesionista y que, finalmente fueron el preámbulo del discurso pronunciado en la noche del martes.
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