Curioso tipo este Fernando Villalonga, primo del expresidente de Telefónica y recién aterrizado en el Palacio de Cibeles, como quien dice. Cuando Gallardón entendió que había llegado el momento de abandonar un Ayuntamiento de Madrid amenazado de derrumbe, Ana Botella echó mano para el área de Cultura (también conocida como Las Artes) de este diplomático valenciano nacido en 1960, grandísimo orador, cínico a más no poder, capaz de ridiculizar a un edil de la oposición con una retórica manifiesta y de defender a Carromero tildándolo de “luchador por la libertad”, reconocible siempre por la lustrosa calva que luce y por su inseparable pajarita (en el último Pleno municipal se puso, oh, corbata).
No se ha cumplido el año y medio de mandato de la alcaldesa y Villalonga se ha convertido en algo más que una piedra en el zapato. En una pesadilla, con permiso del huracán Madrid Arena que se llevó por delante a los números dos y tres del equipo de Gobierno, y vaya usted a saber si también a Botella. Pero el que en realidad se tambalea es el propio delegado de Cultura: las facturas que hoy trae El Mundo revelando que el Ayuntamiento, es decir, los ciudadanos capitalinos, costearon (costeamos) clases de golf a la familia Aznar-Botella en 2001 por valor de 1,5 millones de pesetas son un paso más del responsable de Las Artes hacia el abismo. Pero, ¿acaso Villalonga, familiar directo de Juan, gran amigo de Aznar, quiere despeñarse al vacío? Todo apunta a que sí.
No sé sabe cuándo se agrietó la relación, pero sí cuándo se produjo la fractura definitiva entre la alcaldesa y su subordinado: el pasado 29 de enero. Ese día, Villalonga remitió una misiva con fecha de 2007 al fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, en la que se probaba que la Fundación Madrid 16, controlada por el ayuntamiento para presentar la candidatura a los Juegos Olímpicos, había entregado 120.000 euros a la Fundación Deporte, Cultura e Integracion Social, controlada por el socio de Iñaki Urdangarín, Diego Torres. En otras palabras: Villalonga dio munición al juez contra Gallardón, el antiguo jefe de Botella.
El resto es conocido: Botella anula nueve despidos hechos por el delegado en la empresa Madrid Arte y Cultura (Macsa); Botella cambia la cúpula de Madrid Espacios y Congresos, que pertenece a Las Artes, y coloca al frente a un liquidador, Pablo del Amo, que no se entiende con Villalonga; Villalonga no se habla con del Amo ni con Botella; ¿Villalonga? o alguien cercano facilita unas facturas escandalosas sobre los Aznar-Botella y clases de golf gratis... Probablemente en poco tiempo, se apagará la figura moribunda de Fernando Villalonga, un tipo tan controvertido dentro y fuera que su breve legado será difícil de conceptualizar. Eso sí, huella ha dejado.
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