Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid ilustra el método empleado por tres psiquiatras afines al régimen para justificar la reclusión por su “inferioridad mental”. Javier Bandrés, Eva Zübieta y Rafael Llavona son los autores de Mujeres extraviadas: psicología y prostitución en la España de postguerra, editado por Universitas Psychologica.
La prostitución fue prohibida por la II República, pero Franco anuló este decreto en 1941, lo que permitió su práctica. La idea del régimen era controlarla en los prostíbulos. Pero la grave depresión económica (los años del hambre) empujó a muchas mujeres a buscarse la vida en las calles como única manera de sobrevivir.
Para frenar las enfermedades de transmisión sexual las autoridades procedieron a encarcelar a muchas prostitutas
Esta nueva situación provocó un aumento de las enfermedades de transmisión sexual. Para limitar esta expansión, las autoridades procedieron al encarcelamiento de muchas prostitutas: en cárceles convencionales (para las acusadas de algún delito), en reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer (para adolescentes) y las Cárceles Especiales para Mujeres Caídas (para prostitutas ‘problemáticas’).
Tres psiquiatras avalaron con informes científicos carentes de rigor la necesidad de reeducación de las prostitutas internadas: Antonio Vallejo Nágera, Eduardo Martínez Martínez y Francisco J. Echalecu y Canino. “La base científica servía como coartada para detener a estas mujeres, para justificar la necesidad de recluir y reeducar a algunas de ellas”, afirma Bandrés, uno de los autores del estudio. “No hay análisis estadísticos ortodoxos ni ningún otro rastro de metodología respetable”, explica.
Por sus obras los conoceréis. En pleno fragor de la batalla durante la Guerra Civil, Vallejo Nágera –jefe de los servicios psiquiátricos de las tropas de Franco– publicó el libro Eugenesia de la Hispanidad y Regeneración de la Raza (1937), donde se despacha sobre la prostitución de esta manera: “Más del 50% de las rameras son deficientes mentales, unas eréticas (irritables), otras apáticas, algunas sensitivas, casi todas amorales”.
Los psiquiatras del régimen atribuyen a la constitución biopsíquica el ejercicio de la prostitución
Acabada la guerra, Vallejo consigue la cátedra de la Universidad de Madrid y forma parte de los consejos nacionales de sanidad y educación. En 1942 publica el artículo Higiene mental en las grandes urbes (1942) donde afirma: “Impulsan a la prostitución causas endógenas (oligofrenia, psicopatía) o que radican en la constitución biopsíquica del sujeto; y causas ambientales o exógenas”.
Esta es la doctrina oficial sobre la prostitución, refrendada por otros autores, como el colaborador de Vallejo, Eduardo Martínez Martínez, director de la Clínica Psiquiátrica Penitenciaria de Mujeres de Madrid. En en el ejercicio de este cargo, escribió tres artículos sobre la prostitución, en la misma línea de su mentor. “Está claro que no es el ambiente sino la constitución biopsíquica de estas mujeres la que las empuja a la prostitución”, sentenciaba en uno de ellos.
Estudios poco científicos
En Biopsicología de la Prostitución (1945) Martínez se propuso estudiar la curva de vida de cien mujeres de la clínica. La conclusión: “La anomalía mental, casi siempre de fondo psicopático, es el factor predisponente más importante de la prostitución”.
Otro especialista más, Francisco J. Echalecu y Canino, se prestó a aportar supuestos argumentos científicos para la reclusión de estas mujeres. Era director de los servicios médicos del Patronato de Protección a la Mujer y neuropsiquiatra de la Dirección General de Seguridad.
Esta situación se prolongó durante todo el franquismo
En un estudio realizado a cien prostitutas internadas en los reformatorios del patronato asegura: “El nivel mental de estas muchachas, el 60% es inferior al normal, con 54% de débiles mentales; la personalidad psíquica es anormal; el 40% son psicopáticas; las vagabundas dan el 34%; en cambio las psicosis solo encontramos un 2%”.
Bandrés explica que los tres especialistas consideran a las prostitutas “inferiores mentales”, pero no enfermas: “Se las recluía arbitrariamente para mantener la prostitución dentro de ciertos límites, no porque se las considerara afectadas de ninguna enfermedad mental”.
Según los autores, esta situación se prolongó durante todo el franquismo. Recabar información ha sido una compleja tarea, pues la mayor parte de la documentación ha desaparecido.
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