Teresa Giménez Barbat (Barcelona, 1955) fue, según Albert Rivera, su "madre política". Esta antropóloga de carrera es una de las fundadoras de Ciudadanos y quien descubrió al ex líder de la formación y sus dotes de "oratoria" cuando todavía era un empleado de La Caixa. Por carambolas de la política, y tras la lucha soterrada entre UPyD y Cs, terminó de diputada en el Parlamento Europeo desde finales de 2015 a abril de 2019. Ahora ha escrito 'Mil días en Bruselas. Diario irreverente de una eurodiputada' (Editorial Funambulista), donde relata su relación con el ex político catalán así como el día a día en las instituciones comunitarias en una coyuntura marcada por el procés independentista en Cataluña. En conversación con este medio, explica también que invitó a Inés Arrimadas a la presentación de su libro, pero ha perdido la esperanza en que el proyecto naranja pueda tener futuro.
Pregunta. En el libro retrata un “Albert Rivera endiosado”. ¿Cuál cree que fue su mayor error político?
Respuesta. Hay que ser maduro para no intoxicarse en las alturas. Y, como se ha visto, él no lo era. Su mayor error fue poner sus ambiciones por encima de las del país. Ser vicepresidente con Sánchez le parecía que rebajaba sus posibilidades de ser presidente del Gobierno “antes de los 40”. Lucir “el palmito” es irresistible para la generación de los Sánchez, los Trudeau o los Rivera. Que se llegue a crear un G9 para incluir a una España potente o trabajar para reunir a todos los españoles en un proyecto común ilusionante se vuelve una nadería ante entrar en el libro Guinness del “más no sé qué”. Una pena.
P. ¿Se supo rodear de buenos consejeros Albert Rivera? Por lo que dice en el libro, parece que su guardia pretoriana no era la más idónea...
R. Hay un libro maravilloso de Stuart Sutherland que se titula “Irracionalidad. El enemigo interior” que tiene esta frase: “Cuando un líder elige un comité de asesoramiento es poco probable que se incline por personas que piensen distinto o que sean más inteligentes o tengan más argumentos a la hora de discutir con él”. Con eso lo resumimos todo. Pero, ¿qué líder actual no se comporta así? Yo tampoco le conozco. El problema es que Ciudadanos era un partido menos cuajado y no lo soportó.
P. ¿Debería haber escuchado más a los fundadores de Cs? Algunas voces dicen que si os hubiera hecho caso, el partido nunca hubiera crecido como creció bajo su liderazgo ni se hubiera convertido en un fenómeno de masas… ¿Alguna autocrítica en este sentido?
R. Bueno, “caso” es decir mucho. Pero desterrar a la gente a los confines del Reino si dice algo que no te gusta es síntoma de debilidad. Había en la cúpula una animadversión hacia muchos fundadores realmente incomprensible. Y no hacía falta mucho. A veces es suficiente con ser educado y razonablemente agradecido. Virtudes a descubrir en la política, por cierto.
P. ¿Qué cree que afectó más al porvenir de Cs, no pactar un gobierno con Sánchez cuando los números daban o renunciar a dar la batalla ideológica de lo usted llama el 'progreísmo'?
R. Nunca sabremos si ese pacto hubiera sido posible de plantearse de verdad. Pero el previsible desastre que vino luego nos hace lamentar que no se hubiera luchado por lo menos un poco. Si Rajoy no se hubiera convertido en un bolso, si Rivera se hubiera empeñado… Muchos nos fallaron, pero no olvidemos que el gobierno Frankenstein lo buscó Pedro Sánchez. Pero, sí, el escenario hubiera sido muy distinto, y la suerte de Cs, también.
No olvidemos que el gobierno Frankenstein lo buscó Pedro Sánchez"
P. Usted fundó Euromind, una suerte de 'think tank' en favor de una política que se base más en la ciencia y el racionalismo que en las ideologías. Por lo que usted explica tampoco en Europa son muy adeptos a soluciones técnicas. ¿Siguen imperando las supersticiones (contra productos químicos, sobre biología…) y la ideología?
R. Una ola de sentimentalismo y de ignorancia de los instrumentos de la razón y de la ciencia se expande por la mayoría de las instituciones de todo el mundo. No sólo las políticas. Hasta los bancos chapotean en ellas. Hay una regresión del pensamiento ilustrado en las élites. Hay más sentido común en la gente corriente, diría yo. Euromind pretendía ser un faro. Y tuvimos a los mejores: Richard Dawkins, Steven Pinker, Anthony Grayling…
P. Leyendo su libro dan ganas de volverse un poco euroescéptica… ¿Cuál es, a su juicio, el mayor mal ahora mismo de las instituciones europeas? ¿La dictadura de lo políticamente correcto o los populismos nacionales?
R. Yo no quería dar esa impresión. Soy europeísta acérrima y en el libro expongo mis motivos. Pero Europa es un proceso con avances y retrocesos. Algunos terribles, como el Brexit. Pero soy optimista porque pienso que es imparable. Y todos somos responsables del progreso, aquí y en Europa. El populismo y lo “políticamente correcto” tienen que encontrar argumentos firmes que les hagan frente.
P. ¿Qué le parece que el nuevo Cs de Inés Arrimadas adopte el movimiento de ‘tercera cultura’? ¿No era precisamente esto a lo que se dedicaba Euromind?
R. Quienes empezamos a hablar hace casi 15 años de Tercera Cultura en este país, y de sus implicaciones políticas, vemos este arrebato con estupor. Su versión para Europa, Euromind, se puso en marcha en Bruselas a finales del 2015 organizando actos, impulsando monográficos y propiciando el debate sobre cuestiones sociales incorporando el punto de vista de la ciencia. Discutimos sobre nacionalismo, la “perspectiva de género” o la Leyenda Negra española con los mejores. Desde la dirección del partido, incluso cuando sufrí lo que ahora llaman “cancelación”, no hubo más que desinterés. Como máximo sus terminales en Bruselas me espetaban un “ahora no es oportuno” o “Teresa, no es el momento adecuado”. Hay que tener mucho morro para venir ahora con esas.
P. ¿Ha podido hablar con Arrimadas por si cuenta con usted en el futuro?
R. La invité a la presentación de mi libro por insistencia de Javier Nart, que es un romántico y le da pena que se acabe Cs. Yo también mantuve la esperanza de un cambio, pero, sinceramente, se me agotó.
Hay que tener mucho morro para que Arrimadas venga ahora con lo de la Tercera Cultura"
P. ¿Qué le parece los bandazos que ha dado Arrimadas con Sánchez? Si cree que ha dado, claro.
R. Tienen esa idea de que ser liberales o estar en el “centro” es apoyar ahora a la derecha, ahora a la izquierda. Cuando se trata de colaborar con todo aquel que te ayude a impulsar tus objetivos para España. Para eso hace falta tenerlos, claro. Y luego está eso tan comprensiblemente humano de pensar en el futuro. Son puestos de trabajo.
P. Me ha sorprendido que admita tan francamente que el independentismo cosecha muchas simpatías en Europa… Sobre todo durante el 1-O. ¿Qué hay que hacer desde las instituciones del Estado para que España no siga teniendo, a ojos de los políticos europeos, esta imagen de país franquista y poco democrático?
R. En el libro dejo bien claro que las instituciones europeas mostraron una incontestable firmeza ante el delirio separatista. Otra cosa es que cierta prensa, cierta clase política, cierta opinión pública haya comprado el relato que los separatistas han diseminado por el mundo con los impuestos de todos los españoles. Y que no fue contrarrestado adecuadamente por ningún gobierno de España. Ahora Sánchez le ha dado la puntilla. Todo el esfuerzo de algunos políticos y de tantísima sociedad civil trabajando en el exterior para explicar qué sucedía realmente en Cataluña se fue a la porra. ¿Cómo van a ser los separatistas unos golpistas si un presidente del PSOE se alía con ellos sin problemas? Nos ha hecho un destrozo.
P. Por cierto, ¿cómo está ahora su relación con Girauta? Él es muy crítico con el Cs de Arrimadas. ¿Lo ve a él o a Rivera volviendo a la política? ¿En algún partido en concreto?
R. Muchos critican ahora todo lo que no criticaron antes. Lo que hay es el producto de lo que hubo. Yo sólo espero que un proyecto tan interesante pueda enraizar alguna vez donde haya vida inteligente. La sociedad necesita un partido post ideológico, con aspiraciones de progreso para todos y basado en la razón y la ciencia, que respete al ciudadano y le hable como a un adulto. Aunque nunca produjera un presidente del gobierno, y menos treintañero, tendría suficiente apoyo para empujar en la dirección adecuada. Pero no se le ve ni en la lejanía.
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