Salvo que alguna autonomía coja la delantera en los próximos meses, Galicia se convertirá muy pronto en la primera comunidad española en decretar la prohibición de vender bebidas energéticas a los menores de edad. Será en 2024, según anuncian en la Xunta, y todo indica que la medida será imitada con rapidez en buena parte del territorio nacional debido a la creciente preocupación que embarga a las autoridades sanitarias ante el elevado consumo de este tipo de “refrescos” entre, sobre todo, los adolescentes. El número de consumidores, además, se ha disparado en los últimos años. En la mayoría de las ocasiones, los más jóvenes no compran dichos productos porque su sabor les guste de una forma especial, sino con el ánimo de ponerse “como una moto” de cara a salir de fiesta, aguantar con menos cansancio las largas temporadas de exámenes o mantenerse despiertos en clase.
Para materializar esta prohibición, el Gobierno gallego equiparará legalmente las bebidas energéticas con el alcohol a través de una larga y contundente exposición de motivos que goza del respaldo de prestigiosas asociaciones científicas. Los informes al respecto son tajantes y coinciden en que su consumo puede resultar perjudicial para la salud debido a su alto índice de cafeína, taurina, azúcares y otras sustancias que, ingeridas con escaso control, actúan como una bomba capaz de alterar el sistema nervioso de cualquier persona. En este sentido, numerosos especialistas señalan que pueden provocar estados de ansiedad, irritabilidad, insomnio, palpitaciones y hasta taquicardias severas en los casos de ingesta muy elevada.
Las investigaciones realizadas hasta el momento señalan que una sola lata de alguna de las marcas más conocidas de bebidas energéticas puede contener, en el caso de los envases de medio litro, hasta 200 miligramos de cafeína, lo que equivale a tomar de golpe tres tazas de café expreso. Si a eso le sumamos el alto contenido de sacarosas, equivalente a endulzar el café con más de diez cucharaditas de azúcar, el cóctel hiper estimulante está servido. El problema, inciden los científicos, no radica en tomar una lata de vez en cuando, sino en convertir su consumo en algo frecuente con un fin determinado, como hacen muchos adolescentes. En este sentido, se están realizando estudios para analizar si la ingesta de esos productos incentiva también el consumo de alcohol entre los jóvenes -y no tan jóvenes- al sentirse más resistentes a sus efectos depresores .
Un informe elaborado por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) destaca que el grupo de edad más propenso a consumir bebidas energéticas es el integrado por los adolescentes, de forma que el 68% de los encuestados de entre 10 y 18 años confesócomprarlas de forma habitual. El dato más alarmante saltó al constatarse que doce de cada cien de dichos consumidores eran “altamente crónicos”, con una ingesta media de siete litros al mes, mientras que un porcentaje similar entraba en la calificación de “altamente agudos”, que son los que beben al menos un litro en una sola sesión. Superada la barrera de los 18 años de edad, el número de consumidores baja de forma drástica del 68% al 30%. En la muestra participaron más de cincuenta mil ciudadanos de todos los países de la Unión Europea.
El Ministerio de Sanidad español también realizó, en 2021, un estudio sobre las mal llamadas bebidas energéticas -los especialistas afirman que son simplemente estimulantes-, llegando a la conclusión de que algo menos de la mitad de los estudiantes de entre 14 y 18 años compran de forma habitual estos productos. La prevalencia es mayor en los chicos (50,7%) que en las chicas (39,0%). Aunque Galicia es la comunidad que más pasos está dando para prohibir su venta a menores, lo cierto es que el nivel de consumo de los adolescentes gallegos está cinco puntos por debajo del promedio nacional (40% frente a 45%, aproximadamente). Otro dato preocupante que refleja el estudio es el fuerte incremento de consumidores habituales de estos productos, cuyo número se ha disparado en diez puntos porcentuales en menos de un lustro.
Sobre este particular, la catedrática Rosaura Leis Trabazo, responsable de la Unidad de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS), afirma de forma tajante que “el consumo de bebidas energéticas tiene importantes consecuencias negativas para la salud” tanto en los niños y adolescentes como en los adultos. En declaraciones a Vozpópuli, la doctora Leis destaca que “hoy sabemos que las principales causas de morbi-mortalidad guardan relación con estilos de vida no saludables. Por tanto, medidas que ayuden a la adherencia a los estilos de vida tradicionales sin duda van a ser de gran ayuda para luchar contra el sobrepeso, la obesidad y otras patologías”.
La especialista del CHUS señala, al igual que innumerables científicos, que “las bebidas energéticas aportan una elevada cantidad de azúcares y de cafeína”, de ahí que su consumo se asocie a estados de “irritabilidad, insomnio, falta de concentración y patologías metabólicas y cardiovasculares”. Insiste en que “las bebidas azucaradas se deben evitar”, o al menos “consumir en muy poca cantidad y esporádicamente”, y con más razón si encima contienen cafeína, como es el caso que nos ocupa. “Me gustaría destacar la importancia de un adecuado etiquetado nutricional para que las familias puedan hacer la elección más saludable para el consumo de sus hijos. También es necesario introducir en el curriculum escolar una materia de estilos de vida saludables, donde los niños aprendan a cocinar, a planificar su menú, a hacer la mejor elección para su salud, unido a la práctica de actividad física y disminución de la inactividad. Los estilos de vida saludables adquiridos en la edad pediátrica son un seguro de salud durante todo el ciclo vital”, concluye la doctora.
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