Aunque el monótono y poco vibrante debate electoral celebrado este lunes por la noche en la televisión pública de Galicia invitó seguramente a muchos televidentes a dar unas cuantas cabezadas en el sofá, cuando no a sumergirse de forma plena en los brazos de Morfeo, sí es posible que haya servido para dar a conocer un poco más a la sociedad en general cuál es el perfil y por dónde ‘respiran’ los principales candidatos a coger el timón de la Xunta de Galicia tras las elecciones del 18 de febrero.
En ese sentido, todo indica que los que más han salido reforzados del encuentro televisivo han sido Alfonso Rueda, del PP, y Ana Pontón, del BNG, que destacaron ampliamente del resto de participantes al protagonizar varios enfrentamientos recíprocos que centraron el interés en ambos contendientes y ayudaron, al menos, a imprimir algo de ritmo al encorsetado debate.
En cuanto a Rueda, al que prácticamente todas las encuestas otorgan la mayoría suficiente para seguir al frente del Gobierno gallego, las primeras impresiones apuntan a que logró salir airoso del ‘tiroteo’ conjunto protagonizado por los otros cuatro candidatos, que se cuidaron mucho de dirigir todos los proyectiles contra él, y a que consiguió el objetivo de transmitir al electorado una imagen moderada, alejada de cualquier tipo de radicalismo y cargada de ‘sentidiño’. Pese a que en algunos momentos, sobre todo al inicio de la ‘contienda’, el candidato popular dio la impresión de no haber calentado lo suficiente antes de subir al ring, lo cierto es que poco a poco fue cogiendo fuerza y agilidad a la hora de enfrentarse en solitario a sus cuatro rivales.
A vueltas con la lengua gallega
Curiosamente, su intervención más destacada y llamativa no estuvo programada por él, sino que se la puso en bandeja Ana Pontón cuando le acusó de menospreciar la lengua gallega y de fomentar la ‘castellanización’ en las escuelas. El contragolpe del aludido llegó de inmediato al denunciar que uno de los principales objetivos de los nacionalistas es imponer el monolingüismo en las aulas gallegas, de forma que el castellano quede totalmente vetado en la enseñanza. Rueda aprovechó también la pulla lanzada por Pontón para destacar que Galicia no quiere imitar el ‘modelo catalán’ y que el PP seguirá defendiendo con tesón la fórmula del ‘bilingüismo armónico’.
Otro de los enfrentamientos en los que el candidato popular salió reforzado con respecto a la representante del BNG, que es la principal aspirante a presidir la Xunta si el PP pierde la mayoría absoluta, se produjo cuando Alfonso Rueda acusó directamente a los líderes del nacionalismo gallego de sintonizar a la perfección con Bildu y de apoyar la excarcelación de los terroristas de ETA que permanecen en prisión.
¿Salió Ana Pontón muy perjudicada de los golpes directos propinados por el ‘púgil’ popular? Seguramente no, en absoluto, entre otras cosas porque los ‘muy cafeteros’ del Bloque nunca han ocultado su deseo de extender mucho más el uso de la lengua gallega en todos los ámbitos. Por otra parte, los anhelos independentistas del BNG forman parte del ADN del partido y a nadie se le escapa la simpatía que despiertan entre los votantes nacionalistas gallegos las ideas que con tanto ardor defienden ciertas fuerzas secesionistas de Cataluña y el País Vasco. La conclusión es que Alfonso Rueda salió reforzado, tras ese intenso ‘round’, frente a su ‘parroquia’ habitual, mientras que a su rival le ocurrió lo mismo ante sus simpatizantes.
En cuanto a la intervención general de la representante nacionalista, muchos analistas coinciden en que logró transmitir la imagen de que ella es la verdadera líder de la oposición frente a otros candidatos más tibios y desnortados, como es el caso del socialista José Ramón Gómez Besteiro, cuyas intervenciones, muy planas y sin garra, pasaron prácticamente desapercibidas a lo largo de un debate en el que pareció no encontrar su sitio. Esta actitud ‘apática’ no ha pasado desapercibida entre numerosos simpatizantes del PSOE, que esperaban ver a un Besteiro más parecido al de los mítines que ha protagonizado en los últimos días junto a Pedro Sánchez en ciudades como Orense o Lugo. En esos actos frente a cientos de militantes, el candidato socialista logró arrancar aplausos sinceros y sonrisas cómplices poniendo en práctica un estilo que se le da bien, basado en la retranca y en la ‘coña marinera’, pero en el debate televisivo, por la razones que sean, optó por ofrecer un perfil más serio y moderado que acabó aburriendo hasta a los más fieles de su ‘parroquia’. El resultado es que se vio claramente eclipsado no solo por Rueda y por Pontón, sino también, incluso, por las candidatas de Sumar, Marta Lois, y de Podemos, Isabel Faraldo, que aprovecharon mejor la oportunidad de vender su ‘mercancía’ pese a que partían con una desventaja evidente debido a su peso político mucho menor.
¿Cual fue esa ‘mercancía? Básicamente la de siempre, así que sus intervenciones estuvieron basadas en la necesidad de desarrollar políticas más feministas, más inclusivas con respecto al movimiento LGTBI, más protectoras con las mujeres trabajadoras, más sostenibles con el medioambiente, más eficaces con el empleo y más preocupadas por la salud mental de la población. Marta Lois llegó a proponer el desarrollo de una “ley gallega sobre los usos del tiempo”, que a su entender beneficiaría mucho a los trabajadores, y Faraldo, fiel a la línea ‘podemita’, no desaprovechó la ocasión para atacar con dureza al fundador de Inditex, auténtica bestia negra del partido morado, por pagar menos impuestos, según ella, que sus trabajadoras.
Amancio Ortega se ha convertido, sin venir a cuento, en uno de los protagonistas recurrentes de los mítines de las principales representantes de Podemos con motivo de la campaña gallega. Así, la líder de la formación, Ione Belarra, declaró hace pocos días que Podemos es necesario en Galicia porque la comunidad necesita partidos “que no le laman las botas al empresario Amancio Ortega y a su familia.” Lo dicho, la misma mercancía de siempre. ¿Están ya los gallegos hartos de ‘comer’ lo mismo a todas horas? La respuesta, el 18-F.
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