España tiene una "magnífica ocasión" para reivindicar ante la Alianza las amenazas que provienen del flanco sur en la "cumbre histórica de la OTAN en Madrid". El general de brigada Francisco José Dacoba Cerviño, director del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) -conocido como el think tank del Ministerio de Defensa-, atiende a Vozpópuli en vísperas de la semana clave, en la que los líderes de los países aliados se reunirán para dirimir, en cierto modo, el futuro del mundo. O, al menos, las normas de juego que lo regirán.
"El árbol de Ucrania no debe impedir que veamos el bosque de la globalidad", advierte el general Dacoba, diplomado de Estado Mayor y con un historial repleto puestos de responsabilidad en algunos de los órganos que rigen el funcionamiento del Ejército de Tierra, como la División de Planes o la Sección de Planes y Organización. Sus botas han pisado los terrenos de Bosnia, Irak o Líbano, y conoce de primera mano las entrañas de la Alianza Atlántica.
De gesto tranquilo, el general salta de Ucrania a África, de las tensiones en el Ártico al Indo-Pacífico; porque en este mundo "multipolar" -ese es el término que emplea para hablar del surgimiento de nuevos actores que rebaten las normas que hasta ahora gobernaban el globo-, todos los extremos están conectados y ningún país puede quedar al margen del tablero.
Pregunta: Algunos académicos se aventuraban a decir que la OTAN no tenía ahora el mismo sentido que hace unas décadas, pero el devenir de los últimos acontecimientos en Ucrania ha fortalecido a la Alianza. ¿Qué va a aportar Madrid a la OTAN?
Respuesta: Los conceptos estratégicos, que es de lo que se trata en esta cumbre, marcan el camino a seguir en la próxima década, aunque a la velocidad en la que se desarrollan los acontecimientos me hacen pensar que una década es mucho tiempo. El concepto de Lisboa, por ejemplo, el actual, hace tiempo que está obsoleto por la evolución de los acontecimientos. La cumbre de Madrid va a marcar el camino de aquí en adelante. Lo que más peso específico va a tener es la situación global, no solo en Europa: la great power competition, la competición entre grandes potencias a las que nos vemos arrastrados los demás.
También será muy importante consolidar el rearme de la Alianza, no solo en lo material o económico, sino en recuperar su razón de ser y redefinir sus tres tareas principales: la defensa colectiva, que si alguien tenía el más mínimo atisbo de duda volverá a ser la razón de ser de la Alianza; en segundo lugar tendrá que replantearse el nivel de ambición de las gestiones de crisis después de lo que ocurrió en Afganistán, que no ha sido una historia de éxito y ha dañado la credibilidad de la Alianza y de Estados Unidos en concreto, y ese error será conveniente no volver a cometerlo y probablemente se bajará el nivel de ambición de gestionar otras crisis; y, por último, se potenciará el partenariado, algún tipo de asociación con Iberoamérica, con los países MENA [Oriente Medio y norte de África], las democracias de lejano oriente…
P: ¿Cómo ha afectado la guerra de Ucrania a las decisiones que se adoptarán en la cumbre?
R: Este concepto estratégico probablemente reconozca dos amenazas para la OTAN. Uno es Rusia, lamentablemente lo ha dejado claro en Ucrania. El otro es el terrorismo. En el flanco este está Rusia. Pero en el flanco sur está el terrorismo… y también Rusia. Es necesario que la OTAN lo asuma. Hay que insistir y buscar su compromiso, a pesar de la inminencia de la situación que hay ahora en Ucrania. Nosotros somos solidarios y hemos incrementado presencia en Letonia, en el Báltico… pero que eso no nos haga olvidarnos del flanco sur.
P: ¿Juegan la OTAN y la Unión Europea de igual a igual con Rusia? Da la sensación de que Rusia está presente de forma directa en el este de Europa, pero también en el Sahel con los mercenarios de Wagner y otro tipo de fórmulas.
R: Pero eso ha ocurrido antes, no es nuevo. La presencia de la Unión Europea en cualquier escenario, frente a Rusia o China, siempre se ha caracterizado por una asimetría que nace por la diferencia de valores. Es que nosotros queremos que sea así y exigimos condiciones, pero hay otros actores que no preguntan por condiciones laborales, por condiciones medioambientales, si se emplean niños como mano de obra… nosotros sí, y así debe ser, pero eso se sustancia en una asimetría.
P: Que la OTAN se preocupe por el flanco sur es una de las máximas prioridades de España.
R: Sería del máximo interés de España, y no solo de España. Hay otros miembros de la Alianza y de la Unión Europea que están en la misma onda. Francia, por ejemplo. El concepto visión 360 grados se viene poniendo en la mesa de la Alianza desde hace tiempo. En 2015, en una cumbre de ministros, después de la primera guerra de Ucrania -por decirlo de alguna manera-, nos dimos cuenta de que la primera prioridad estaba en el este, pero los países del sur dijimos: “Ojo, el sur también existe”. Y en 2015 se introduce en la cumbre el concepto visión 360.
Es geográfico, porque mira al este, al sur, al norte... ojo al Ártico que es un campo que se está abriendo y va a tener una importancia geopolítica enorme desde el punto de vista de seguridad. Pero también va más allá de lo geográfico: tierra, mar, aire, espacio exterior, ciberespacio, la guerra híbrida. Eso hace que el concepto 360 grados no sea sólo geográfico. A partir de entonces, la OTAN creó un hub en el cuartel general de Nápoles en 2017 para monitorizar los conflictos de Libia, Siria, la situación en el Sahel… Pero la realidad es que la OTAN ahora mismo no está en el sur prácticamente, y deberá estar. Porque además hay que tener en cuenta una cosa: a mí no me gusta diferenciar entre el flanco este y el flanco sur. Eso nos lleva a confusión y es un error. Primero, porque priorizas uno en perjuicio del otro, y eso es malo. Pero además no son escenarios desconectados, donde te puedas permitir el lujo de focalizar más o menos.
P: ¿Y España puede aprovechar esta ventana de oportunidad para reivindicarse en ese espacio internacional?
R: La cumbre de la OTAN es una magnífica ocasión. Nuestros representantes en Bruselas vienen trabajando en esa línea. Espero algún elemento significativo en la cumbre y en el nuevo concepto estratégico con esa línea. España basa su presencia internacional en la confianza en ONU, OTAN Y Unión Europea. Pero hay que poner una cuarta pata en esa mesa para que no cojee, y eso un buen set de relaciones bilaterales para nuestros intereses concretos. La cumbre será un magnífico escaparate y un concepto estratégico que, en años muy relevantes, llevará el nombre de Madrid.
P: ¿Es compatible el desarrollo de un nuevo concepto estratégico de la OTAN con la activación de una Europa de la Defensa?
R: Se ha dado la casualidad de que estas circunstancias globales han coincidido con dos procesos paralelos de redefinición de estructura de seguridad occidental. El concepto estratégico de la OTAN y la brújula estratégica de la Unión Europea. Ambos se han cerrado prácticamente de manera simúltanea. Es una ventana de oportunidad para intentar coordinarnos y armonizarlos, pero no hay que caer en el error de que son el mismo tipo de documentos y que tienen los mismos objetivos.
Tienen que ser compatibles y hay que buscar la forma de que lo sean, aunque eso no quiere decir que vaya a ser fácil. Hay 21 países que pertenecen a ambas organizaciones, pero hay otros países que pertenecen a una u otra, y son tan relevantes como Estados Unidos o Reino Unido, y eso no va a ser fácil. Unos miran al este, otros al sur, otros al Indo-Pacífico... Se habla, pero habría que matizarlo mucho, que una Europa más fuerte en seguridad y defensa redundaría en beneficio de la OTAN. Eso empieza a verse ahora más claro, antes no tanto.
P: Con razón, estamos centrados en los acontecimientos que se viven en Ucrania y en los movimientos de Rusia, ¿pero no corremos el riesgo de perder la perspectiva de otros actores? ¿De China?
R: En estas semanas lo más preocupante e inmediato es lo que ocurre en Ucrania, pero el árbol de Ucrania no debe impedir que veamos el bosque de la globalidad. El mundo estaba convulso el 23 de febrero pasado. La invasión de Ucrania no surge por generación espontánea. Acordémonos de la administración Trump, qué conflictividad había, la guerra de aranceles, que no nos librábamos los aliados, ni siquiera la aceituna negra española; la guerra tecnológica con vetos mutuos de empresas tecnológicas; las tensiones enormes en Indo-Pacífico, con incidentes militares muy serios. Todo eso ya estaba ahí. La guerra de Ucrania supone exacerbar toda esa conflictividad y polarizarla como pensábamos que no iba a suceder. ¿La pata de conflictividad que faltaba era la militar? Pues ahora ya la tenemos.
P: ¿Cómo se puede rebajar esa conflictividad?
R: Todas esas tensiones y convulsiones estaban ahí y vienen de largo. Llegará el momento en que, de una forma u otra, y no me pidas que saque la bola de cristal porque quien se atreva a pronosticar es un insensato, esta situación de Ucrania tendrá que encontrar una salida y nos volveremos a encontrar todo lo demás. Hace cuatro o cinco meses lo que más nos preocupaba era la situación en Afganistán, por lo que acababa de ocurrir. Poco antes estábamos preocupados porque un barco portacontenedores aparcó mal en el canal de Suez y nos tuvo una semana con los flujos globales interrumpidos. Poco antes tuvimos la muerte de Qasem Soleimani [general iraní] saliendo del aeropuerto de Bagdad. Y antes la guerra de Siria. Y todo eso sigue ahí. Por no hablar del Sahel, que no solo sigue ahí, está peor que nunca.
P: ¿El escenario global está peor que nunca o nos enteramos más que antes de los acontecimientos que se viven?
R: No, mi mensaje es que ya estaba convulso. Evidentemente la guerra de Ucrania va a agravar esa situación previa y está teniendo repercusiones que se iban a producir igual y que quizá se han acelerado. Me parece muy interesante el tema de los realineamientos de todos los países del mundo tras la invasión. Pocas semanas después hay una Asamblea General de ONU para condenar la invasión. El resultado es satisfactorio: 141 países la condenan. Es significativo que China se abstiene. Es significativo que algunos países no se presentan para intentar tener que posicionarse. Pero es un resultado razonable. Tres o cuatro semanas después, esa misma asamblea vota la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos: 91 votan a favor y son más de 50 los que se abstienen y una treintena los que no se presentan. El pasado mes de abril, Lloyd Austin [secretario de Defensa de Estados Unidos] convoca en Ramstein, Alemania, una reunión de países que están apoyando a Ucrania y sólo acuden 40, que son básicamente la OTAN, la Unión Europea y las democracias del Pacífico…
La mayor parte de la comunidad internacional navega en una ambigüedad muy calculada en la que no han roto relaciones. Ahí está la India, los que pueden compran a precio de saldo los hidrocarburos de Rusia. Es un mundo multipolar, donde cada uno busca sus intereses. Es una visión cínica, pero es la que hay.
P: Quería pedirle una reflexión. Estamos viviendo muchos episodios históricos en un corto periodo de tiempo. Antes, un acontecimiento como estos hubiera marcado un antes y un después, y casi una ruptura entre dos momentos históricos. Pero ahora nos hemos encontrado con Ucrania, con la rusificación de África, con el auge de China o la salida de Afganistán, por citar algunos ejemplos. Todo en muy poco tiempo. ¿Invita a la preocupación o se puede revertir esta situación?
R: ¿Cuántas veces hemos escuchado la frase de “el mundo no volverá a ser igual después de…”? Ocurrió con el 11-S o con la caída del muro de Berlín. Y es verdad. El mundo siempre está en reconfiguración. No seamos adanistas de pensar que esto es algo nuevo. Pero lo que sí es nuevo es que esta reconfiguración es simultánea y global. Cuando Julio César peleaba en la Galia, a los chinos les daba igual y ni lo sabían. Ahora, estas dinámicas son globales y nadie puede quedar al margen. Y lo peor es que se producen, con las nuevas tecnologías y la globalización, de una manera muy acelerada. Y eso hace que sea muy difícil de gestionar.
Por poner el toque de optimismo. El mundo multipolar es muy difícil de gestionar, más que el mundo con normas aceptadas, por las buenas o por las malas, por todo el mundo. Entonces lo que debemos aceptar es que el mundo es multipolar. A lo mejor lo que tenemos que pensar es que unos y otros debemos dejar de exigir alineamientos absolutos, negro o blanco, malo o bueno; eso funcionó en la Guerra Fría porque estaban muy claros los campos de juego. A quien quieres más, ¿a papá o a mama? Tenemos que admitir que las relaciones internacionales serán mucho más fluidas, serán de geometría variable, renunciar en la medida de lo posible a posturas maximalistas.
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