¿Alguien se puede creer que Luis de Guindos no supiera cómo se iba a regular el sueldo de los banqueros de entidades con ayudas o intervenidas el jueves por la tarde y que el viernes por la mañana lo explicara con pelos y señales?
Eso dijo en la presentación de la reforma financiera. Ese jueves por la tarde, explicó las nuevas provisiciones que exigirá por el ladrillo (los famosos 50.000 millones de euros) y el calendario de fusiones. Pero el bajón llegó cuando dio evasivas a la hora de hablar de buen gobierno corporativo y, en definitiva, de sueldos de banqueros.
Se limitó a aludir al informe del Banco de España para tomar su opinión definitiva, que debió ser asumida esa misma noche, por lo visto. Evasivas, largas y una sensación clara de que, de nuevo, los banqueros se iban de rositas.
Lo que pasó está claro: ese jueves, De Guindos disfrutó de un encuentro técnico con la prensa económica. Y el viernes, Soraya Sáenz de Santamaría se dio un baño de multitudes, con TVE 24 H en directo, metiendo en vereda a los banqueros. Todo ello, una semana antes de que, en el mismo foro y por el mismo canal, anuncien con toda seguridad una reforma laboral que será mucho menos grata en términos efectistas. Y si no, cuando sea, podrán decir que lo mismo que aprietan a la ciudadanía, hacen lo propio con los bancos.
Apostemos macetas contra fincas de regadíos y ganaremos. La estrategia del Gobierno canta a kilómetros. Por cierto, menudo Gobierno de derechas, que pone las mismas condiciones a banqueros de pequeñas y grandes entidades, al igual que a los ejecutivos que tienen responsabilidades ladrilleras del pasado y a los que no.
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