La guerra del fútbol que enfrenta al presidente de la Federación, Luis Rubiales, y el de la LaLiga, Javier Tebas, es imprescindible para entender la trascendencia de los audios de Gerard Piqué filtrados esta semana. El choque entre Rubiales y Tebas implica a actores políticos y mediáticos, que toman partido por uno u otro bando en función de sus intereses. Las guerras del fútbol son cíclicas, pero por su intensidad y consecuencias se puede considerar que es la madre de todas las guerras.
El principal interés de esta guerra, como casi en todas, es el económico. Los derechos de televisión son solo una parte de la batalla. El fútbol ha necesitado abrirse a nuevos mercados para sostener un negocio que se vende más como entretenimiento que como competición deportiva. Esa necesidad ha desembocado en un cambio total del fútbol español, en el que horarios y partidos se adaptan a las necesidades comerciales de mercados que no son necesariamente el español.
Todos quieren una parte. Y todos se sienten perjudicados por unos o por otros. Por eso, cuando Tebas quiso llevar un partido de LaLiga a Miami tropezó con la Federación. Era el Girona-Barcelona en la temporada 2018-2019. Rubiales, la Federación, dijo entonces que que la competición se tenía que jugar en España. Los tribunales le dieron la razón. Meses después, Rubiales anunció el contrato multimillonario con Arabia Saudí para la Supercopa.
Tebas lanza a Roures contra Rubiales
Y Tebas montó en cólera. Lanzó a Jaume Roures -alineado con LaLiga por sus intereses audiovisuales- y a sus terminales mediáticas contra este acuerdo, del que ahora se han conocido detalles en las conversaciones privadas entre Rubiales y Piqué. Fue una batalla a tumba abierta, en la que también estaba implicado el ex secretario de Estado para el Deporte con el PP, Miguel Cardenal, que cogió la puerta giratoria de Mediapro.
Cada rueda de prensa del Gobierno con presencia de algún medio de comunicación del conglomerado Mediapro había una pregunta sobre la celebración de la Supercopa de España en Arabia Saudí. Y siempre en la línea de cómo el Ejecutivo socialista, que ha hecho del feminismo una de sus banderas, puede permitir que los mejores clubes españoles de fútbol jueguen en un país con leyes tan restrictivas para la mujer.
¿Es Arabia Saudí el origen del conflicto entre ambas partes? Es cierto que ha sido un conflicto clave, pero buscar un solo detonante es imposible. Esta guerra no hubiera sido igual sin la moción de censura que el 1 de junio del 2018 llevó a Pedro Sánchez al Palacio de La Moncloa. La llegada del PSOE fue un cambio, también en el mundo del deporte. Y se interpretó entonces como una buena noticia para Rubiales y una mala para Tebas.
El primer síntoma del cambio fue el anteproyecto de Ley del Deporte que presentó el Gobierno a principios del 2019. El artículo 90 del texto se bautizó como cláusula anti-Tebas. Y prohibía a "ligas profesionales adquirir, explotar o comercializar los derechos de cualquier competición de la que no tengan condición de organizador".
Es decir, se ponía fin al apoyo económico y logístico de LaLiga de fútbol daba las federaciones españolas. Y prohibía el patrocinio que da a estas a cambio de los derechos audiovisuales de sus competiciones y deportistas. LaLiga había entrado casi como salvavidas de muchas federaciones tras los recortes drásticos de subvenciones al deporte aplicados durante la crisis financiera, especialmente a partir del 2010.
El Gobierno, con Rubiales
Y todo esto se produjo en mitad de la negociación del convenio de coordinación entre LaLiga y la Federación, que es el documento que rige las relaciones entre la patronal de los clubes y el organizador de la competición. Este convenio siempre es fuente de conflicto. Aquí se debate desde el partido de los viernes y el del lunes, hasta si la LaLiga se llama Santander o BBVA. Todos ganan dinero. Y todos sienten que aportan o reciben de la otra parte más o menos de lo que deberían.
Y así empezó todo. Sánchez cesó a la esquiadora María José Rienda, su primera secretaria de Estado para el Deporte, para colocar a Irene Lozano. Y con Lozano, sí se interpretó que el Gobierno tomaba partido por Rubiales, porque ella misma había alentado la opción de Arabia Saudí como responsable de Marca España.
Lozano, como cualquier miembro del Gobierno, vio alteradas sus prioridades políticas por los estragos del coronavirus. El impacto de la pandemia fue especialmente relevante en el mundo del deporte. Las principales competiciones deportivas a nivel mundial, como los Juegos Olímpicos, tuvieron que ser suspendidas.
El acuerdo más importante de Lozano fue el que suscribió el CSD con la LaLiga y la Federación Española de Fútbol para la vuelta del fútbol. El llamado pacto de Viana (se firmó en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores del Palacio de Viana, en Madrid) supuso una tregua en la guerra entre Tebas y Rubiales, que permitió el regreso de la primera división sin público en los estadios y el testeo masivo a los futbolistas.
Los pactos de Viana
Lozano vendió el acuerdo como un éxito personal. Pero se trató de una confluencia de intereses que ni mucho menos cerró las heridas entre LaLiga y la Federación. El otro gran encargo de Lozano era pacificar el fútbol. Primero tomó partido por Rubiales. El CSD llevó a la Fiscalía el llamado caso Fuenlabrada por los vínculos de Tebas con el club madrileño.
La Fiscalía archivó esa denuncia. El origen del problema se produjo hace dos temporadas en segunda división. El club madrileño con un brote de covid-19 en la plantilla viajó a Galicia a jugar frente al Deportivo de la Coruña. El partido tuvo que ser suspendido, lo que alteró la última jornada por los puestos de ascenso y descenso en juego.
Pero cuando Lozano colocó en su agenda la profesionalización del fútbol femenino se encontró en frente a Rubiales. La sorpresa es que en el tema femenino encontró más apoyo en Tebas, al que en realidad no podía ni ver. Lozano también salió del Consejo Superior de Deportes.
Una patata caliente para Sánchez
El cargo lo ha heredado José Manuel Franco, recolocado tras la debacle del PSOE de Madrid en las elecciones de mayo del año pasado. Pero la persona que lleva verdaderamente las riendas del deporte español es su director General y número dos Albert Soler, que ya fue secretario de Estado para el Deporte en la recta final del mandato de José Luis Rodríguez Zapatero.
La dupla Franco-Soler se encuentra ahora con un incendio monumental en el fútbol español, una guerra Liga-Federación en pleno apogeo y a Florentino Pérez, por libre, moviendo los hilos de una Superliga que amenaza la competición nacional e internacional tal y como la conocemos. Ha habido otras guerras del fútbol, pero ninguna se parece a ésta.
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